He vuelto

He buscado, contraído, la versatilidad de mi derrota, y he sentido el placer de desaprender. Ahora vuelvo, con el calor de un claro mensaje.

Limitación concreta, infinidad ideal

La similitud entre el Universo y las ideas se basa en la cantidad de luz y oscuridad que son capaces de generar. Quizá la cantidad de estrellas sea proporcional a la cantidad de posibilidades que la humanidad es capaz de generar. De esta forma expresaba su teoría de los límites del Universo. Las matemáticas son infinitas
-prosiguió- así vemos al Universo, pues, nos es mas fácil conjeturar que demostrar.
Durante mas de dos horas expuso en su conferencia todos los motivos científicos que conducían a creer que dentro de la vastedad del Universo existían límites indescifrables a los que llamábamos infinito. Rompió la idea de la divisibilidad de la materia en relación con los números, -los números son ideales y por eso puede llevarse a cabo una divisibilidad infinita, pero la materia es concreta, y no puede postularse una divisibilidad mayor a la que sus partes conforman. De igual manera, se explayó subrayando la idea del eterno regreso como válida, ya que dentro de las limitaciones entre el tiempo y el espacio, las piezas pueden ser reorganizadas de diversas maneras. Incluso susurró que el tiempo carecía de manifestación lineal,
-el tiempo no es mas que una ilusión generada por la mente en contacto con lo concreto, ilusión que es posible desarticular y reorganizar también.
Su conferencia tuvo momentos efusivos de plena concordancia con los allí reunidos. Todos parecían estar de acuerdo con las palabras del profesor. La palabra atrapa cuando hay fundamento, pero más atrapa cuando hay sentimiento. Y había una cuota alienada de profundidad y religión en las palabras de aquel anciano profesor. Todos lo conocían muy bien, su vida fue una triste y elevada plegaria al destino, una lucha constante de creencias y logros, de vida y muerte. Fue despues del deseso de su esposa que vivió para demostrar que la eternidad era una abstracción, impulsado inclusive por la ira de no poseer en su brazos al amor de su vida, forjó una batalla contra Dios. Aún recordaba cuando su esposa le juraba estar a su lado por siempre. Palabras que jamás olvidó. Una fotografía que llevaba en su pecho le recordaba su presencia. Una imagen grabada en su alma le pesaba tanto como la culpa que sintió al estar ausente cuando su amada murió. La mitad de su vida combatiendo ese infinito falaz que se había creado, marcó su locura. Se había roto en él la magia.
Antes de finalizar su conferencia cedió lugar a dos preguntas, preguntas que jamás olvidaría. -¿Qué tan necesaria, profesor, se vuelve la idea de eternidad?, ¿Acaso la idea de amor, no es ella quien nos conduce a creer en la eternidad?. Lágrimas, sólo lágrimas, fue su respuesta ante la magnitud de tal pregunta.

G. F. Degraaff

65 años

Desperté con la misma angustia con que cerré mis ojos para dormir. Como si el tiempo no hubiera girado, como si en un segundo volara el infinito a la misma escena. Yacía mirando el techo, con la desazón que reptaba mi cuerpo, buscaba en vano el pensamiento no lineal de mi costumbre. El terror de mi existencia manifestado en una constante dentro de mi sensaciones y de mi mente. No correspondía explicación que amortiguara mi desorden. Con algunas fuerzas me levanté, no sin mirar a mi alrededor y ver un extraño brillo en cada objeto. Ya no era mi habitación. Era de las mil almas que habían pasado por ella. Cada rincón escondía partes de alguna vieja historia. Ajena a mi sensación aflictiva, la habitación me encerraba. Imaginaba mil y una vez situaciones donde la fuerza de mi angustia crecía. El control lo había perdido al enterarme yo de algo que encendió la mecha. Hasta explotar no pararía. Tembloroso, al salir de la habitación, bebía mi taza de leche caliente. Mientras fuerzas ajenas libraban la batalla que yo había dado por finalizada. El frío golpeaba mis dedos al abrir la puerta. Una súbita explosión me dijo: -¡Ya está!. Había perdido mi angustia. Al pensar en ella con melancolía, regresó. Caminé y como de costumbre encendí un cigarro. El cielo mostraba una cerrazón incierta y mis pasos hasta mi destino consumieron velozmente a mi humeante compañero. ¿Cuándo terminará todo esto? pensaba. Las gotas como presagio comenzaron a caer. Recién empieza escuché decirme. Todas las mañanas miles de rostros. Miles de vidas, de problemas, de esperanzas, de vulgaridades y fantasías, de penas y monedas, mezclados con la penuria de sinceridad. La velocidad es compañera del dolor. Cuando uno está alegre desea que el tiempo circule despacio. Bajé del tren dispuesto a ocultarme bajo el techo de la estación. Opté por saltar las barreras, aunque tenía mi boleto. Eso me daría fuerzas para seguir. Pero una vez escapado hacia la salida, la fuerza se desvaneció como arena. Y así comenzaba otro día. -El frío no golpea a las palomas. Dije, aunque nadie escuchó. Mientras miraba una bella paloma caminar entre charcos de agua helada al cordón de una vieja calle y miles de piernas cruzaban peligrosamente sobre su cabeza. Será necesario un baño de agua fría para calmar esta angustia. Caminé unas cuadras hasta la puerta de mi cárcel diaria. Debía cumplir quien sabe que condena, sólo por ser parte de la sociedad. Allí, los mismos rostros de todos los días, aquellos que uno desconoce familiarmente. Y yo con mi angustia entro, preparo mis objetos de trabajo y guardo un rato mi vida junto a mis cosas en un casillero de metal. La angustia me acompaña hasta el final del día, y yo pregunto ¿Cuándo terminará todo esto? y como presagio suena la voz del despertador, y escucho decir: -Esto recién empieza.

G. F. Degraaff

6:58 AM

profetizo la magia de mi ser. Nada puedo hacer contra ello. La arrogancia parece temblar al terminar. Lo mío. Lo propio. Cada parte nace de sí mismo. Eso es lo que parecemos creer. La superficie siempre tiene las mejores rocas. Son perfectas en sí mismo. ¡Si alguien conoce un ser completo en sí mismo sin la fantasía de sus propios colores, por favor avise! Creo que pocos o incluso, me atrevo a decir que nadie, posee la magia en sí mismo, sin otorgar el sello de divinidad en los demás. Los dioses creen que todo es perfecto en su punto de vista. ¿Creemos esa historia?.
Corremos senderos, eso es claro, en realidad sin poder elegir. La vida elige por nosotros. ¿Escape?. No lo creo, cuando es uno mismo quien hace un nudo a todo el circo, las manadas comienzan a pensar en sus propios privilegios. Entonces sólo quedas en el abismo cruel de tus propios caminos. Lames las botas de quien ha hecho algo por ti. Cuando todo es incierto. ¿Por qué sublivarnos a la vida en su esplendor?. Es cuando vemos mas claro. Cuando una dificultad está próxima. Cuando estamos entre la espada y la pared, es cuando lo mejor que hay en tí irredento exclama!:- Vuela, ¡sólo vuela!.
He visto la salida de este laberinto, sólo unas pocas luces lo marcan, ¿Cuánto estamos dispuestos a regalar? Aunque sea ese milagro que es la vida. ¿Cuánto estamos dispuestos a regalar?

G. F. Degraaff

La inspiración

La inspiración viene y se va. Como se va el tiempo, como se va la vida. La vida es plena de inspiración. La vida es dolor, la vida es alegría. La inspiración es como la vida. Las circunstancias son inspiración. Buscamos las circunstancias, pues, buscamos la vida. Su sentido lo determinamos al buscar la inspiración. Debemos encontrar la inspiración, a través del dolor, a través de la alegría. Pero ¿Cuánta inspiración necesitamos? la suficiente para llenar nuestros vacíos, la necesaria para dar sentido a la vida. Como un ciego a quién el color es fantasía, como la mariposa cual el gris llena la variedad de sus colores. Buscamos eso que nos falta, buscamos la compañía plena de la inspiración en la vida. Me apena saber de personas a quién el plectro los disrimina. Me rodeo de la sangre que busca la sabiduría. ¿Qué importa cuánto camino han recorrido? Lo importante es cuanto camino han de recorrer. Encontrar es divino. Buscar no deja de serlo. Pues buscamos lo divino.
La esmeralda brilla sin saber, que ha nacido para brillar. Los buscadores buscan, sin saber que buscar. Aquí el tiempo gira al compás de dos ojos dulces, que miran y miran, intentando encontrar. Mas deja de buscar, la vida está donde quieres ver, bajo un cajón, en una botella. El camino no ha sido marcado, la vida te lleva por él, puedes decidir si escapar o afrontarlo, si puedes decidirlo. Llena tu vida interior con las botellas mas exquisitas, lame el elixir de los dioses, olvida por qué diablos has nacido. Comienza a soñar.

G. F. Degraaff

El viejo astro (dedicado a Damo Suzuki)

La tarde se asomaba lentamente desde el oeste y los pies cotidianos de una estampida de humanos barrían las hojas del otoño que se alejaba. Sentado en mi viejo banco solía posarme a mirar los ojos húmedos de los tristes que ambulaban sobre el pavimento. Pasaban horas hasta la penumbra de la noche. Pensaba en los intrincados cuentos Borgianos y concedía a la mente el placer de elucidar ciertos misterios fugaces. A veces leía el diario, otras mis propios relatos, los cuales me avergonzaban muchas veces. Sentía una infinita delectación sentado allí. Nadie por supuesto, solía acercarse a mirar desde mi perspectiva; aquel ángulo me cedía una imagen plena de la catedral, detrás, el sol menguaba su fulgor y aumentaba su tamaño al perderse lejos en el horizonte. Unos tres árboles con pocas hojas inspiraban la vista de aquel gran horizonte, y yo testigo, en silencio, sólo miraba. Pasaron cuatro años hasta que un caminante se acomodó a mi lado, vestía poco elegante, hedía fuertemente y su voz carraspeaba. Casi logré escuchar su canto. En palabras que iban y venían desde el alemán al inglés, del italiano al francés. Poseído cantaba. Con ojos cerrados y sublime el rostro erguido en dirección al sol. Intentaba entender lo que decía, mas no conseguía interpretar sus palabras. Entonaba bien sin música, la gente pasaba a su lado mas ninguna se detenía a escucharlo. Nadie siquiera lo miraba. Yo un poco avergonzado miraba a mi alrededor en busca de alguna mirada pasajera. Cuando por fin termino de cantar, me miró y sonrío. Su rostro joven, asiático, sonreía con luz propia. Sus ojos con un brillo peculiar me sorprendieron y hasta me extasiaron. Hablaba perfecto varios idiomas. Me explicó que había entonado una canción propia de su autoría, que estaba dedicada al sol. Esto me conmovió mucho. Conocía pocas personas o casi ninguna que sintieran aquel singular amor por el viejo astro de la vida. Supe enseguida que yo era una de ellas y que poco me había importado. Me desplomé sobre el descanso del banco, cambiamos una mirada casi infinita, llena de sentimientos, completa desde el alma. Se levantó suavemente y se retiró sin otro gesto que aquél profundo abrazo de su mirada.

G. F. Degraaff

Música

Se abarca la totalidad en la duda. Impulsan los juguetes viejos la creación del espacio nuevo donde jugar. Nos juntamos para formar el mar, vertiendo en el aire la fusión natural de nuestras almas. Y de cada rincón el silencio es arrancado como una espina en la piel. Hoy hemos volado. Lejos, entregados a la súbita felicidad de cada momento, anesteciados los cuerpos en la imaginación. Irredenta se eleva en el paisaje único de nuestros ojos. Y conquista en el cielo los sonidos exóticos de la magia entera. Lo digital encierra un reloj escondido, no se permite saltar en el tiempo sin caer fuera de él, además, la sutileza que genera el tacto sensible para la armonía es imprescindible en la continuidad de la atmósfera. La crudeza en cambio, de una distorsión embarrada en la bizarrez alcóholica, sigue el sendero que ante los oídos bifurcan la atención. Los dedos mágicos que sienten la vibración en lo mas profundo del ser amanecen temprano en compañía del cristal de los sabios. Mientras el golpe llena la habitación de los sordos, la conquista reclama su territorio. Hasta aquí la noche parece volverse la invitación a un nuevo sueño. Aquel lejano que una vez perdí en el camino. A veces le decíamos música, otras, ruido.

G. F. Degraff

La magia invisible

Se volvía la maravilla de la gloria. Caminaba bañado en sudor la voz del eminente conferenciante. Mientras se apagaba la tos de un invierno que castigaba las aguas de Poseidón y los ángeles del anuncio. Por las paredes, todo simulaba la atención espectral de los testigos ciegos que sonreían al no ser vistos. Cuando el silencio reinó por fin, el techo parecía hundirse y toda esa gloria se convertía en el soporte de una cruz de bronce.
Llamó el viento las miradas asesinas:-Absolutamente todos los problemas podían ser solucionados efímeramente con inconvenientes mayores. Y la capacidad de sufrir un poco mas, se transforma en la esperanza de los pobres. Si el tiempo consigue dar su vuelta completa, todo marchará sobre las calles oscuras del placer y del olvido, la primera sensación de una libertad inquietante que aniquila el grito salvaje de la sangre, borrará las huellas del camino nuevo. Después de todo sólo son caminos que fugazmente se transforman en nuestros propios agujeros negros. Enmendar hasta reemplazar no asegura el éxito. Obrar sinceramente no asegura la supervivencia. ¿Qué estamos dispuestos a perder?. No pienses en ello, sólo vívelo. La realidad de los sentimientos es inmensa como el horizonte, más la idea de sentimiento no deja de ser en sí misma una pseudovibración interna necesaria. ¿Cuánto estamos dispuestos a amar? En estos tiempos el amor son palabras. Hace tiempo una voz gritaba y rugía, atropellaba la garganta en nombre de un amor mas creíble, mas real. No vuelan ya, ni siquiera en el agua, las épicas súplicas del amor de aquellos "malditos".
Pendía la soledad de un hilo cuando el destino obraba en su esplendor, seguro, lanzado a hacer creer lo que estaba dispuesto a mostrar. Jamás pregunta la lluvia antes de caer, sólo cae, y nos queda mirar como en la ruta las estrellas son tantas. Comiendo la tela de la pantalla, sin explicación sumisa, me entrego ante los ojos del Gran Maestro al que algunos llaman Vida.

G. F. Degraaff