He vuelto

He buscado, contraído, la versatilidad de mi derrota, y he sentido el placer de desaprender. Ahora vuelvo, con el calor de un claro mensaje.

La huída

Dibujan el horizonte las jerarquías que discuten su reverencia de sangre. El mal paso de dos piernas determinaron la corriente en extinción. Violáceos los lauréles se tornan y alejarme del paraíso parece inevitable. Las sombras de batallas cautelosas sobre arenas gualdas que allanan la penumbra se vuelven el rincón de los pensamientos. Complace el sonido a quienes sin oído vuelan ese domo inquieto que inventa dioses para las paredes. -¡Si!- la razón puede volverse el vidrio de tus ojos, y gana por cansancio. No admite desertores. Viajo por donde la piel se eriza y gustoso disfruto del terror. Lame el laberinto las botas húmedas y los corcéles blancos que escapan.
Ahora el príncipe vuelve a ser futuro, ya, desde tiempos antaños viaja el soberbio. La caótica explicación de lo que significa el tiempo. Ni siquiera hay caos.
Cómete la tela de las medias y vomitarás exitos. Hay demasiados que así lo entienden. Y se escupe la inoncencia en todas partes.
Con firmar ya estas dentro. Y unas gotas de tinta gobiernan tu alma. Regalas ese caos que resulta la existencia, cedes mas de la mitad de la corona, y emotivo cruzas las avenidas que sofocan tu bosque. Sigue corriendo, quizá llegues al final pregutando porque has ido por el camino mas seguro. Mirando el resto del campo a los costados creerás que existen miles de destinos.
Era tiempo ya de volverse ricos rumiando las buenas costumbres, dijo un monje en la espera de su Dios. Mientras de la caverna veo cuantos escalones tiene la escalera. Hay francotiradores mirándonos.
El tiempo es ahora, y ahora sigo dormido. En el sueño de mi jardín, mi tiempo es mañana. Entonces ¿Dónde vivo?.
-¡Alejaos de este peligro!- ¡Corred a las montañas del hombre del mañana!
Parece tan frágil, desenlace de los huesos pronto, antes que la luz irredenta exclame:
-¡Vuelvan aquí, demonios del futuro!.
Entonces cualquier sendero se vuelve peligro. Sin intentar han muerto muchos que intensamente buscaron... Sin intentar.
Pero el obstinado siempre busca hasta encontrar el recurso de todos. Y un mundo feliz resulta para todos ellos. Es que la necesidad se vuelve sangre para la piel bañada de rocío de primavera que busca alcanzar el invierno.
Se asomaba el gélido cristal desde la ventana que permite pasar el aire cínico encausado. Su caudal frío escapa a las corrientes marionetas.
Te expulsan y te reciben como un héroe, no importa tu casta ya, tu nombre es divino.
apretan, y sale el veneno como por la herida, arrasando la piedad de los tristes.
La transfiguración es enorme en los sótanos cálidos que abrazan el arte. Ya lo veo, Arriba camina la brisa, abajo, los huracanes. Distinto del mar que en la superficie muestra su ira, y en el fondo se escatima el deseo perpetuo.
Si la salvación requiere metal precioso, somos muchos los que llenaremos las salas infernales. Será el recurso de Dios, volver el cielo exclusivo.
¡Oh! intento reir en vano. La greda húmeda te hunde y el sol como testigo nada puede hacer para que la soga llegue a tus manos, o al menos hasta el cuello.

G. F. Degraaff

En el campo (II parte)

Sólo, en medio de un campo rodeado de pastizales altos, la noche acrecentaba su autoridad, su poder. La luna centellaba luces de colores que alegraban a los espíritus que merodeaban la noche. El estanciero, corría, sin piedad con sus piernas, con una enorme agitación en la respiración. Sus pulmones hinchados de humo, se encontraban al borde del colapso, esto debilitaba de gran manera el estado físico del estanciero quien condicionado por su edad comenzaba a sentir los efectos de la falta de aire en la sangre; visión poco clara, pensamientos dificultosos, debilitamiento de las extremidades.
A los pocos metros, escuchó una conversación entre los pastizales, dos hombres jugaban una partida de cartas sobre una mesa redonda, de madera tallada, rústica. Ambos invitaban con gestos y ademanes al estanciero, quien con cierta desconfianza de su claridad mental, se alejaba, sin quitar la vista sobre lo que veía. Al correr hacia atrás, inevitablemente había pasado por alto la luz del semáforo de la intersección de la avenida, y observó como un policía lo llamaba con un aire impositivo. También comenzó a alejarse, hasta que por fin cayó en un enorme agujero que había en el suelo, caía constantemente por un túnel con fotos sobre las paredes de colores fluorescentes, sin fin aparente. De pronto, solo sombras, la vista había desaparecido, estaba consciente de todo lo que pasaba a su alrededor, su oído, su tacto, su olfato, todo decía que había despertado por fin de su ilusión. Al abrir los ojos, un circo, una enorme carpa con fuegos artificiales se adueñaba de su atención, miles de personas, figuras desfiguradas, con enormes bocas, algunos combatiendo entre si, por un globo que terminaba perdiéndose en lo alto. El bullicio perturbaba incluso a los animales que intentaban escapar ante la expectación de las plateas, que albergaban a los mas altos funcionarios del gobierno y a cleros enfundados en sus capas de color oro.
Al tomarse de un trapecio, se encontró en la cúspide de aquel circo, y fue entonces que comprendió que de un salto podía cambiar su escenario, que sea cual fuere, él tenía la capacidad de cambiarlo. Entonces soltó sus manos y voló libre entre las nubes y se halló en medio del campo rodeado de un potente silbar de grillos. Tendido sobre el suelo, exhausto. Fue entonces que decidió regresar.
Después de unas horas, al llegar nuevamente a la estancia, desde el noroeste, vio la figura de su extraviado compañero, sentado, como esperándolo hacía un tiempo. La vestimenta fue lo primero que atrajo su atención, no parecía el mismo ropaje con el que algunas horas antes había estado, su apariencia era diferente, entonces, con miedo a estar viendo una ilusión, se abalanzo sobre su vecino, con un alarido de guerra, arrojándole un golpe. Esquivar el golpe no fue tan difícil como explicarle que no había sido él quien lo había acompañado en su travesía por el campo.


G. F. Degraaff