He vuelto

He buscado, contraído, la versatilidad de mi derrota, y he sentido el placer de desaprender. Ahora vuelvo, con el calor de un claro mensaje.

Perdón

Volaban los susurros que arrullaban la noche, el viento húmedo caminaba entre las gotas de una lluvia letal. En aquella atmósfera la sobriedad parecía disolverse en el canto del aire, daba comienzo así las campanas que anunciaban el presagio. Entre algunos colores podía distinguir el alma joven nocturna de una sabiduría oscura, de esas que embarran sutilmente las explicaciones del tiempo. Se rompe el círculo para iniciar un nuevo ciclo, nadie nota el espiral que avanza frugal entre los escasos caminantes de los rincones de la explicación racional de una velada donde el espíritu domina. Así galopa entonces una existencia, que podría definir como efímera, quizá obsoleta. Sentado sobre la vereda de la desolación escucho como la vida me ofrece un testimonio repetido, intento en vano callar las voces que manipulan el monopolio de la atención en la realidad ordinaria a la que estoy amordazado. Intento también llegar más allá del acertijo que me contiene. No escatimo cigarrillos. Tampoco vino, para alcanzar la mirada de alguna esfera de lo infinito. En verdad somos menos de lo que imaginamos, pero en esa carencia de grandeza se nos permite contemplar lo infinito, que paradoja. Me inclino un poco más para entrar en la percepción de al parecer, una pequeña hormiga perdida en el rumbo, solitaria, quizá desesperada, y encuentro la similitud de la sensación que me sostiene en mi lucha, pues, se puede perder el rumbo pero la vida camina sobre el piso de lo incierto. Me levanto no sin la triste resignación de perder el apaciguamiento placentero y sumergirme en un sueño que se vuelve cárcel y poder. Cae la lluvia obstinada, como mi meta, sobre la capa que contiene dentro de sí a un cuerpo estrecho. Me obsesiona hallar lo desconocido y miro con temor las fantasmagóricas ilusiones que jamás aparecen. Ya he caminado mucho, en pocos años, avanzo y no dejo de preguntarme cuanto camino falta por recorrer, ya estoy cansado y ni siquiera he pasado el umbral de una adolescencia caótica. A menudo tengo el vago recuerdo de los caminos que he dejado atrás. Ya no existen posibilidades de desertar. Voy sin rumbo buscando una soledad fría, pero en mi interior, se queman los yermos del fuego de la compañía. Se abre una ventana que deja ver una luz tenue. En su interior, la realidad es harto distinta que aquí afuera. Puedo sentir el calor de aquél ambiente soplándome el rostro, y cierro los ojos y me pierdo en un lejano recuerdo.
Allí, en mi niñez, poca importancia tenía la muerte. Manejaba mi bicicleta con el desatino del aire infantil, por calles semidesiertas en donde los árboles vivían su lucha frente a las grises mareas de la civilización. No recuerdo con precisión cuanto había estado en movimiento, pero el cansancio comenzaba a ganarle a mis piernas. Era un día soleado, de esos que anteceden al abrumador calor del verano y rompen el velo fantasmal de la mirada sobre el cemento. Manejaba mirando todo a mí alrededor, con el peligro inminente de la falta de atención necesaria, pues, en la calle no se puede prescindir de cuidado. Era una pequeña colmena mis sentimientos, vertía la dulzura fresca de los ojos inocentes. Más no era costumbre en mi hogar llenar de calor y afecto al pequeño cuerpo que contenía mi anciana alma. La dureza de esta realidad no lograba romper la ilusión de encontrar el fraterno abrazo del fulgor maternal. No es tan fácil quitar las ilusiones a los niños. Si se puede en cambio, violar el deseo de cualquier infante, pero no con esto quitarle las ilusiones. Yo era uno de esos, a quién la vida desde el principio castiga con la falta terrible del amor. Amor que jamás apareció, pero esto no es el problema en sí, el verdadero inconveniente para nosotros se muestra a la hora de la medianoche, cuando no se consigue amarse a uno mismo. Me había detenido a saborear la miel de un helado a la sombra de un sauce, que como cortina me ocultaba con su copa que barría el piso. Al terminar el deleite, volví con la energía renovada a montar mi bicicleta. El calor era desértico. Comencé a tomar velocidad, tanta como podía conseguir. Debo reconocer que era bastante torpe al volante aún, y la dificultad de maniobrar a una elevada velocidad era el típico desatino que de niño me llevaba a los límites del riesgo. Conducía pegado al cordón de una angosta calle, tal como me habían enseñado mi hermano y un amigo de la infancia. Se acercaba una silueta a una distancia de unos cien metros, intrépido arremetí con velocidad, la curiosidad de conocer quién era aquella persona que caminaba en dirección a mí. En cuestión de segundos, lo tenía casi encima de mí, tan cerca que no conseguí la fuerza ni la destreza necesaria para tomar los frenos. El impacto fue doloroso. No tanto para mí, que choque contra el pecho de aquél joven hombre, sino más bien para sus rodillas que sintieron la dureza de los fierros de mi bicicleta. Cómo pude intenté levantarme, acostumbrado a los reproches de mis padres por mi falta de atención, mi primer acto fue agachar mi cabeza esperando un largo discurso y algunos insultos por mi idiotez. Con mirada bondadosa, el hombre me ayudó a incorporarme, la sorpresa que mis ojos mostraron al preguntarme aquél si me encontraba bien fue superior al olvido. Me tomó de las manos y procuró mirarme el rostro y el cuerpo para hallar señales de alguna herida.
-¿No está enojado conmigo? Pregunté.
-Desde luego que no. Pero ten cuidado mi amigo, podrías lastimarte la próxima vez.
Hay quienes dicen que no hay rencor que se apague en un segundo, y que el perdón es un camino que lleva tiempo y amor, pues aquella tarde, aquél hombre me enseñó y marcó un camino que caminaría toda mi vida y que jamás olvidaría, en cuestión de unos pocos segundos me reveló que el camino del perdón no es tan difícil de hallar, no lo es, cuando nace del corazón.

G. F. Degraaff

El laberinto del cubo

Cerraba la noche disfrutando el intenso sabor de un tabaco negro como acostumbraba ya en los últimos días antes de que la realidad y la fantasía terminaran involucrándome en una puja de la que apenas estoy saliendo. Pasé varios meses en cuidado de una enfermera joven, con poca practica en el cuidado de ancianos, pero con una paciencia infinitamente superior a aquellas a quienes la vida ha castigado con el incesante clamor de la rutina. Aquella noche de mi alusión presentaba como presagio, la escazes de aire, y la desidia, por mi parte, a la caminata nocturna. En parte, la necesidad de saborear un cigarro se había convertido en una penosa obsesión esa noche. Cuando la lluvia, con fuerza extravagante hizo vibrar la puerta de la entrada supe que mi desición había sido guiada por alguna fuerza omnisciente, o al menos, el placer de mi acierto de mantenerme bajo techo me hizo sentir con tal poder. Miraba la fotografía vieja de María, muchacha que había partido hacia el norte llevándose consigo algunos años de mi vida, muchos de ellos, los mas felices. Pensaba si habría podido encontrar la salida a ese laberinto que ella misma se había creado. Gracias a ella, y en parte a mi estupidez, comenzaba a creer que la humanidad gustaba crearse problemas que le dieran sentido a su existencia. Los relámpagos como explosiones subterráneas, crujían el suelo, y despertaban un sentimiento de hastío en esa noche cruelmente solitaria. Miré por la ventana como quien espera encontrar la respuesta de una antigua pregunta olvidada en la oscura calle cubierta por el manto gris de la lluvia incesante. Para mi asombro, la silueta de una persona que se acercaba hasta la puerta de entrada de mi casa, me hizo apagar el cigarro velozmente. No esperé que hiciera sonar el timbre. Salí a su encuentro. Al abrir la puerta su figura ya no estaba. Me apresuré en llegar hasta la vereda mas no encontré señal alguna de su fugaz presencia. Abatido regresé. La necesidad de una ducha ganó terreno en mi mente, tras volver oprimido por la humedad y el frío. Al salir del baño, tomé mi lugar al lado de la estufa. Conjeturé que Rulfo pertenecía a una escuela surrealista hispanoamericana olvidada. Ya que los límites de la realidad y la fantasía en él desaparecen. Por mera curiosidad me asomé por la ventana para cotejar mi soledad. Allí estaba aquella sombría silueta bajo el enorme caudal que caía del cielo. Cerré las cortinas no sin temblor ni inquietud. Respiré unos segundos y me aventuré hasta la puerta. Al abrir, aquella figura había vuelto a desaparecer. Unos metros adelante, sobre el camino que conducía a la vereda, una extraña figura cúbica estaba en el centro de mi mirada. Miré a ambos lados, corrí y la tomé, como quien toma algo ajeno lleno de vergüenza y miedo, y regresé corriendo al interior de mi hogar. Una vez adentro, sequé mi ropa, encendí otro cigarro, (esta vez tabaco rubio), y dispuse mi atención a aquel denso cubo extraño. Lo primero en llamar mi atención fueron sus perfectos vértices, su material, que parecía ser una aleación de metales pesados. Tenía una cerradura en el centro. Creí que sería imposible dar con la llave, cuando se me ocurrió que estaría en el piso de la entrada, en el lugar en que había encontrado el cubo. Aventurarme hasta allí consumió la poca cordura que me quedaba. Definitivamente, allí estaba. Tallada, rústica, del mismo material que cubo. Su tamaño no era de gran importancia, sino mas bien la leyenda que tenía grabada. Sus simbología era árabe, " اعادة بلادي حلوي الجنون " su significado, " la dulce locura". Al girar la llave y abrir el cubo, había otro mas pequeño en su interior, fiel al estilo ruso de las "Matrioshkas o Mamushkas". Creí que al final daría con algún viejo mensaje, o con alguna revelación. Esta idea comenzó a tomar posesión de mi mente, al punto que habían pasado tres días y tres noches, abriendo cubos, sin llegar al cubo final. Ya no comía, ni dormía, mi existencia estaba determinada por el fin de aquél acertijo. Colapsó mi cuerpo y mi mente. Cuando entraron en mi casa los agentes polciales, sólo recuerdo el ruido incesante de las sirenas de la ambulancia, hallarme acostado sobre una camilla, en un estado de total indiferencia ante el espectáculo, con la firme ambición de llegar al final de aquél laberinto cúbico. Antes de cerrar los ojos por acción de los calmantes, grabé en mi memoria los ojos desorbitados del policía que guardaba el cubo dentro de su mochila. Sólo yo sé que sin la llave que aún guardo, no podrá abrirlo. La revelación del cubo será sólo mía o moriré en el intento.
G. F. Degraaff

Los últimos

Recuerdo la noche más fría que pueda imaginar. Para lamento mío fui parte de ella. Sobre un extenso montículo donde nuestra base tenía lugar. Recuerdo sobre todo el brillo de los disparos. Pensaba que eran estrellas, cuando al mirar hacia el cielo, la lluvia de resplandores cegaba mis ojos. Aturdido por la atmósfera, recorría ciento ochenta grados con mi batería el inmenso horizonte que me miraba de frente. A mis costados cientos de jóvenes cumplíamos la misma función. La misma misión. Disparabamos sin tregua por convicciones que no eran nuestras. Por una idea que no nos correspondía.
Muchos recién egresábamos de la escuela secundaria. Teníamos una vida casi entera por vivir, ideas que conocer, y reflexiones que hacer. Todo era secundario, nada de eso existía en nuestro mundo, que ensordecido se debatía entre la vida y la muerte. Recuerdo ese amanecer donde las órdenes eran claras, retroceder unos quinientos metros. Vi pasar muchos rostros manchados, no recuerdo bien si era lodo o sangre, habían de los dos. Pero la sensación de miedo y terror era la misma en cada una de aquellas caras. Todos regresaban y pasaban a tu lado sin mirarte siquiera. Algunos se detenían, maldecían y quedaban postrados en la cercanía, con sus ojos mirando el infinito. Cuando volví en mí, muchos habían dejado de disparar. Pues, éramos la única batería en el frente. Había desaparecido todo signo de vida mas allá de los seis soldados que cargábamos, preparábamos y disparábamos la batería. Eramos la última en el frente. El enemigo avanzaba si piedad con sus fusiles y con nosotros. El primero en caer fue Tomás. Había ido en busca de ayuda a las puertas del cielo. Eso creímos todos. Algunos preparaban el café de la mañana. Otros comían pasas de uva. Ninguno dudaba la inminencia. Todos sabían que iban a morir. Cuando el sol comenzaba a asomarse sin tregua, podíamos divisar la líneas enemigas que se acercaban en el vastedad del horizonte. Un soldado se hizo presente, esquivando las explosiones de sus pasos.
-¡Teniente! gritó.
-Digame soladado, ¿qué hace aquí?.
-¡Soy cocinero! exclamó el soldado, casi inaudible.
-¡Ah! ¡Perfecto! ¡justo lo que necesitábamos! Y el teniente siguió gritando órdenes a su tropa.
-¡Teniente! volvió a rugir el soldado.
-¡¿Qué quieres? Respondió este sin ruido.
-¡Todos vamos a morir! gritó el soldado.
-¡Si no quieres hacerlo vete de aquí pronto!.
-¡No quiero morir así!.
-¡Vete entonces te digo!.
-¡No quiero morir sin disparar un tiro! ¡Déjeme disparar uno al menos!. El teniente lo miró fijo. Sin palabras le cedió el comando de la batería al ver menguada la fuerza y claridad de sus hombres. El soldado disparaba, cómo esos animales a quienes la libertad los atropella, a quienes saben que el mundo está allí por ultima vez, y la sangre pide el paso a la cabeza para empujar la misión de la vida. Cuando la batería fue cargada por segunda vez, sólo quedaban el soldado y el teniente. Algunos disparos, y la batería se traba. Por el calor, una grieta impedía el disparo. En un segundo reconoció el teniente a su ángel. Quien había llegado hasta allí. Quien no rendiría jamás la última pieza, y quizá el último disparo. La pieza de artillería jamás se rindió. Sólo dejó de funcionar. El coraje de tal acción quedaría perpetuo en el corazón del teniente. Quien exhibiría la bandera, en el museo de Córdoba del grupo de artillería de aerotransportado 4 (GAEROT 4), con que fue cubierta cuando por fuerza debieron guardar la pieza y regresar al continente.
G. F. Degraaff
(A mi padre)

El Olmeca

Las regiones volcánicas sobre las que estaba acentado el pueblo fueron la fuerza principal de su propia destrucción. A los pies de Huehueteotl, o Xiuhtecuhtli, señor del fuego de la comunidad Olmeca; figura principal de este pueblo antiguo que residía en los montículos elevados de Cuicuilco, en las últimas estribaciones de la cadena volcánica de Ajusco y al extremo suroriental del Valle de México; los sacrificios, se volvieron la última prueba de fidelidad para frenar el desastre. Mujeres y niños sacrificados, hombres y ancianos reverenciaban la sangre que bañaba la estatua del Dios, representado por un anciano con la cabeza baja soportando un gran cuenco sobre ésta y los brazos. El horizonte dejaba ver el rojo amanecer precedido por nubes violentas que llegaban desde el oriente. La sombra retrocedía.
A todas las castas inferiores les corresponde siempre el privilegio único de otorgar la vida por la comunidad entera, mientras los elevados lideran e impulsan el desarrollo. Un joven olmeca, llamado Xitli, esperaba el turno para ser decapitado a los pies de Xiuhtecuhtli, mientras miraba no sin lágrimas los bellos ojos que jámas volvería a mirar de Atxatl. El sacrificio comenzaba con una especie de baño de vapor o temascal, para purificar el alma de la persona, y luego, de rodillas, mirando al piso sobre una tarima de piedra gritaba su nombre por última vez al universo. Llegado el turno de Xitli, este miró a Atxatl y decidió ser dueño de su destino. Corrió, entre la paranoia de la comunidad, perdiéndose en la aglomeración de cuerpos. Tomó de la mano a Atxatl para perderse en una carrera contra el tiempo. Varios hombres habían salido tras él, el joven desertor que no estaba dispuesto a regalar su vida a su Dios, a su comunidad. Noches antes al último amanecer, bajo una luna gris, Xitli había jurado que sólo moriría por Atxatl, que suya era su alma y nadie podría jamás arrebatársela.
La carrera se dificultaba, los sacerdotes dieron aviso al pueblo, gritando que era menester el alma de Xitli para la salvación al inminente desastre que presagiaban las profecías. Corrieron durante horas. Bajo una montaña, una cavidad los abrigó. Pasadas unas horas, cuando el mediodía asemejaba una noche, un grupo de hombres encontró la puerta al pasaje montañoso que albergaba a los desertores. La única orden era eliminarlos por traición para satisfacer a Huehueteotl. Los encontraron siguiendo el humo que emanaba del interior de la montaña. Los encontraron en pleno acto sexual. Sin poder resistirse, recibió el golpe de una lanza de piedra en la altura de los pulmones. Xitli cayó inmediatamente sobre Atxatl, quien recibió la misma suerte sobre el plexo solar. Ambos habían sido eliminados bajo el nombre de un Dios. Esa noche determinó el principio del fin de aquella vieja civilización. Un volcán hizo erupción, explotó cubriendo dos terceras partes del montículo sobre el que se erigían los cimientos de la gran ciudad. Ninguna civilización que arroje oraciones a Dios, olvidando el amor mas puro, subsistirá en la Tierra. Cabe aclarar que aquel viejo volcán que destruyó esta civilización recibe el nombre de Xitli.

G. F. Degraaff

Río

Vuelo, porque volar es mi naturaleza. Creo, porque creer nace de mi centro. Y rompo lo antiguo para ceder paso a lo nuevo. Destruyo las cadenas de todas las conquistas para que mi alma sea libre y para que mi corazón camine por los rincones no descubiertos de mi templo. Ensayo frente al espejo la mirada de mi amor. Pero por mas que intente no doy con la gota de sudor que brota al mirarte. Todo parece nuevo cuando la transformación es inminente. Y compadezco a quienes perdidos caminan entre el cielo y la tierra. Estallo por dentro, con las manos en grulla, buscando sentirme por dentro. El camino es difícil, es arduo, es para dedicarle constancia y sacrificio. Es para los valientes. Para los enamorados. Es para recorrerlo y no escaparse con algunas lágrimas superfluas que esconden la sonrisa iracunda de un cielo de oro. He conocido a quién por dinero entrega hasta su amor propio. He conocido a quien busca ser amado sin amar. Y los compadezco. Todos quieren poseer en su recuerdo, pero el recuerdo es lo primero que se pierde con la muerte. Igual que el dinero. Pobres almas. Me senté a su lado una noche de alcohol, me embarré en sus desdichas y las hice propias. Pero eso no me pertenece. Son de esas almas que lloran el pasado, sin mover un pelo.
Cuando abrí los ojos una tarde en que el horizonte cortaba con tijera los rayos ámbar del sol, ese caudal de fuego casi eterno, descubrí que mas vale el sacrificio de las lágrimas de una muerte lenta, que el placer oscuro y corrosivo de una eternidad caótica. Hoy escribo para los felices. Por primera vez. Para el que cierra un tiempo de inquietud, para quien encuentra y decide un destino. Para la juventud que busca la nueva verdad, que escapa de las gredas de las mentiras de personajes sin caminos.
Si te quitaran lo mas preciado de tu vida, ¿Qué te quedaría?. Encontré en la muerte el final mas dulce de toda esmeralda. De nada sirve dedicar la vida al exterior. Vacilé, eso no es noticia, pero hay en el interior una magia que transforma, que consuela. Me voy hacia adentro con la certeza de encontrar la completitud de la vida. Sin dependencias. Aceptando sin aceptar. Gritando sin gritar. Caminando de la mano con la nueva sabiduría que me cubre. Vive por ti, muere por ti, pero ama a todo el resto como si tu vida se extinguiese en este momento.

G. F. Degraaff
"...Apenas llegado a Sharax, el fatigado emperador había ido a sentarse a la orilla del mar, frente a las densas aguas del Golfo Pérsico. En aquel momento no dudaba todavía de la victoria, pero por primera vez lo abrumaba la inmensidad del mundo, la conciencia de su edad y de los límites que nos encierran. Gruesas lágrimas rodaron por las arrugadas mejillas del hombre a quién se creía incapaz de llorar. El jefe había llevado las águilas romanas a riberas hasta entonces inexploradas, comprendió que no se embarcarían jamas en aquel mar tan soñado; la India, la Bactriana, todo ese oriente tenebroso del que se había embriagado a distancia, se reducirían para él a unos nombre y a unos ensueños. A la mañana siguiente, las malas noticias lo forzaron a retroceder. Cada vez que el destino me ha dicho no, he recordado aquellas lágrimas derramadas una noche en lejanas playas por un anciano que quizá miraba por primera vez su vida cara a cara..."

Marguerite Yourcenar

Regreso

He trascendido la carne. He quitado las máscaras antiguas de las cenizas que se hicieron mi piel. Cautivo el calor del fuego eterno y regreso al camino que me conduce a la batalla mas noble. Embargo la risa por un instante a los demonios que oscurecieron la luz de mi brillo. Queda mucho por caminar, pero el primer paso ha sido mío. De mi centro. Brilla la luz al final. Ahí, donde las luciérnagas intentan cerrar el paso, donde los murciélagos esperan romper mi alma. Pienso, recuerdo, valoro. He sido esclavo del paisaje en la mentira, he pisado los infiernos donde la carne abunda. Putrefacta. Impura. Cuantas palabras dedicadas al olvido. Encuentro en tus manos la brújula de mi color. Resucito la magia eterna del ser humano en mi corazón. El mas noble camino. El del corazón. Errar, perder, romper. Aprendo en la derrota. Falaz, tímido, Asqueroso. Veo con el sol la transición del inconciente. Respiro el aire en la tranquilidad. Agradezco al destino todas sus pruebas. Las que abren ojos. No seré quien encienda velas a alguna estatua sin vida. Mientras invento el mundo detrás de una pantalla. No seré quien se esconda en las plegarias, mientras olvido la sutileza de mi alma. Temor, odio, mentira. Las he visto de cerca. Protagonistas. Encuentro la llave para saltar. Cuelga del cuello sabio de dos perlas que miran incrédulas lo que he sido. Caigo en las manos de la derrota, dulce derrota, que enseña la vida. Gran maestro que perdona mis errores, y castiga con la dureza del acero de su corazón. Me entrego a ella. Quien guía con su corazón el mío. Que sostiene la fuerza y la fé. Que con su mano me enseña, que el amor es la última verdad. Enseña, con su indiferencia hacia la falsedad. Y hace odiar aquello que ensucia el último brillo de la conciencia. Agradezco a la vida. La tuya.

G. F. Degraaff

Sed

Cerca de las colinas de las flores, la esperanza echa raíces en la sangre del destino. Caminan extasiados los viajeros, con la sed de mil serpientes, en dirección al río oriental. Beben, y sacían su apetito con el polvo de estrellas que toda montaña posee. ¡Se escuchan campanas! y la atmósfera nocturna del lugar comienza a reclamar el trono. La brisa eriza la piel hasta convertirla en agua jadeante, el perfume inunda las fauses de los caminantes y baña el vientre cercano de la magia. Cuando la noche impone su autoridad, los ojos cansados sueñan el universo, millones de ojos mantienen el color de la noche, cautiva de soñadores rendidos en sus tareas, en años luz de distancia. Entonces, cuando las flores duermen, las almas de la conciencia inorgánica liberan las cadenas de una percepción lejana y toman el protagonismo de la escena. Corren por los campos de perlas los corcéles furiosos, que nacen del fuego de las puertas. El fondo sólo es mío, todo allí observa el centro. Camino sin tiempo por paraísos de azufre. Vuelco la botella y el piso es la tumba. Colores fugaces y luces parpadeantes mueven la música de fondo. Hasta la madrugada en que el sol mira el horizonte próximo y mata con puñal la oscuridad del universo. Los caminantes mueven las manos y sienten la dureza del espejo. Poco a poco se incorporan y vuelven a escuchar el sonido suave del rocío. Levantan el alma dormida y miran la cima una última vez, allí donde anidaran por siglos. Para no dormir. Inclaudicables, indestructibles, suben con el río de sangre a su lado. Allí donde beben los viajeros.

G. F. Degraaff

Limitación concreta, infinidad ideal

La similitud entre el Universo y las ideas se basa en la cantidad de luz y oscuridad que son capaces de generar. Quizá la cantidad de estrellas sea proporcional a la cantidad de posibilidades que la humanidad es capaz de generar. De esta forma expresaba su teoría de los límites del Universo. Las matemáticas son infinitas
-prosiguió- así vemos al Universo, pues, nos es mas fácil conjeturar que demostrar.
Durante mas de dos horas expuso en su conferencia todos los motivos científicos que conducían a creer que dentro de la vastedad del Universo existían límites indescifrables a los que llamábamos infinito. Rompió la idea de la divisibilidad de la materia en relación con los números, -los números son ideales y por eso puede llevarse a cabo una divisibilidad infinita, pero la materia es concreta, y no puede postularse una divisibilidad mayor a la que sus partes conforman. De igual manera, se explayó subrayando la idea del eterno regreso como válida, ya que dentro de las limitaciones entre el tiempo y el espacio, las piezas pueden ser reorganizadas de diversas maneras. Incluso susurró que el tiempo carecía de manifestación lineal,
-el tiempo no es mas que una ilusión generada por la mente en contacto con lo concreto, ilusión que es posible desarticular y reorganizar también.
Su conferencia tuvo momentos efusivos de plena concordancia con los allí reunidos. Todos parecían estar de acuerdo con las palabras del profesor. La palabra atrapa cuando hay fundamento, pero más atrapa cuando hay sentimiento. Y había una cuota alienada de profundidad y religión en las palabras de aquel anciano profesor. Todos lo conocían muy bien, su vida fue una triste y elevada plegaria al destino, una lucha constante de creencias y logros, de vida y muerte. Fue despues del deseso de su esposa que vivió para demostrar que la eternidad era una abstracción, impulsado inclusive por la ira de no poseer en su brazos al amor de su vida, forjó una batalla contra Dios. Aún recordaba cuando su esposa le juraba estar a su lado por siempre. Palabras que jamás olvidó. Una fotografía que llevaba en su pecho le recordaba su presencia. Una imagen grabada en su alma le pesaba tanto como la culpa que sintió al estar ausente cuando su amada murió. La mitad de su vida combatiendo ese infinito falaz que se había creado, marcó su locura. Se había roto en él la magia.
Antes de finalizar su conferencia cedió lugar a dos preguntas, preguntas que jamás olvidaría. -¿Qué tan necesaria, profesor, se vuelve la idea de eternidad?, ¿Acaso la idea de amor, no es ella quien nos conduce a creer en la eternidad?. Lágrimas, sólo lágrimas, fue su respuesta ante la magnitud de tal pregunta.

G. F. Degraaff

65 años

Desperté con la misma angustia con que cerré mis ojos para dormir. Como si el tiempo no hubiera girado, como si en un segundo volara el infinito a la misma escena. Yacía mirando el techo, con la desazón que reptaba mi cuerpo, buscaba en vano el pensamiento no lineal de mi costumbre. El terror de mi existencia manifestado en una constante dentro de mi sensaciones y de mi mente. No correspondía explicación que amortiguara mi desorden. Con algunas fuerzas me levanté, no sin mirar a mi alrededor y ver un extraño brillo en cada objeto. Ya no era mi habitación. Era de las mil almas que habían pasado por ella. Cada rincón escondía partes de alguna vieja historia. Ajena a mi sensación aflictiva, la habitación me encerraba. Imaginaba mil y una vez situaciones donde la fuerza de mi angustia crecía. El control lo había perdido al enterarme yo de algo que encendió la mecha. Hasta explotar no pararía. Tembloroso, al salir de la habitación, bebía mi taza de leche caliente. Mientras fuerzas ajenas libraban la batalla que yo había dado por finalizada. El frío golpeaba mis dedos al abrir la puerta. Una súbita explosión me dijo: -¡Ya está!. Había perdido mi angustia. Al pensar en ella con melancolía, regresó. Caminé y como de costumbre encendí un cigarro. El cielo mostraba una cerrazón incierta y mis pasos hasta mi destino consumieron velozmente a mi humeante compañero. ¿Cuándo terminará todo esto? pensaba. Las gotas como presagio comenzaron a caer. Recién empieza escuché decirme. Todas las mañanas miles de rostros. Miles de vidas, de problemas, de esperanzas, de vulgaridades y fantasías, de penas y monedas, mezclados con la penuria de sinceridad. La velocidad es compañera del dolor. Cuando uno está alegre desea que el tiempo circule despacio. Bajé del tren dispuesto a ocultarme bajo el techo de la estación. Opté por saltar las barreras, aunque tenía mi boleto. Eso me daría fuerzas para seguir. Pero una vez escapado hacia la salida, la fuerza se desvaneció como arena. Y así comenzaba otro día. -El frío no golpea a las palomas. Dije, aunque nadie escuchó. Mientras miraba una bella paloma caminar entre charcos de agua helada al cordón de una vieja calle y miles de piernas cruzaban peligrosamente sobre su cabeza. Será necesario un baño de agua fría para calmar esta angustia. Caminé unas cuadras hasta la puerta de mi cárcel diaria. Debía cumplir quien sabe que condena, sólo por ser parte de la sociedad. Allí, los mismos rostros de todos los días, aquellos que uno desconoce familiarmente. Y yo con mi angustia entro, preparo mis objetos de trabajo y guardo un rato mi vida junto a mis cosas en un casillero de metal. La angustia me acompaña hasta el final del día, y yo pregunto ¿Cuándo terminará todo esto? y como presagio suena la voz del despertador, y escucho decir: -Esto recién empieza.

G. F. Degraaff

6:58 AM

profetizo la magia de mi ser. Nada puedo hacer contra ello. La arrogancia parece temblar al terminar. Lo mío. Lo propio. Cada parte nace de sí mismo. Eso es lo que parecemos creer. La superficie siempre tiene las mejores rocas. Son perfectas en sí mismo. ¡Si alguien conoce un ser completo en sí mismo sin la fantasía de sus propios colores, por favor avise! Creo que pocos o incluso, me atrevo a decir que nadie, posee la magia en sí mismo, sin otorgar el sello de divinidad en los demás. Los dioses creen que todo es perfecto en su punto de vista. ¿Creemos esa historia?.
Corremos senderos, eso es claro, en realidad sin poder elegir. La vida elige por nosotros. ¿Escape?. No lo creo, cuando es uno mismo quien hace un nudo a todo el circo, las manadas comienzan a pensar en sus propios privilegios. Entonces sólo quedas en el abismo cruel de tus propios caminos. Lames las botas de quien ha hecho algo por ti. Cuando todo es incierto. ¿Por qué sublivarnos a la vida en su esplendor?. Es cuando vemos mas claro. Cuando una dificultad está próxima. Cuando estamos entre la espada y la pared, es cuando lo mejor que hay en tí irredento exclama!:- Vuela, ¡sólo vuela!.
He visto la salida de este laberinto, sólo unas pocas luces lo marcan, ¿Cuánto estamos dispuestos a regalar? Aunque sea ese milagro que es la vida. ¿Cuánto estamos dispuestos a regalar?

G. F. Degraaff

La inspiración

La inspiración viene y se va. Como se va el tiempo, como se va la vida. La vida es plena de inspiración. La vida es dolor, la vida es alegría. La inspiración es como la vida. Las circunstancias son inspiración. Buscamos las circunstancias, pues, buscamos la vida. Su sentido lo determinamos al buscar la inspiración. Debemos encontrar la inspiración, a través del dolor, a través de la alegría. Pero ¿Cuánta inspiración necesitamos? la suficiente para llenar nuestros vacíos, la necesaria para dar sentido a la vida. Como un ciego a quién el color es fantasía, como la mariposa cual el gris llena la variedad de sus colores. Buscamos eso que nos falta, buscamos la compañía plena de la inspiración en la vida. Me apena saber de personas a quién el plectro los disrimina. Me rodeo de la sangre que busca la sabiduría. ¿Qué importa cuánto camino han recorrido? Lo importante es cuanto camino han de recorrer. Encontrar es divino. Buscar no deja de serlo. Pues buscamos lo divino.
La esmeralda brilla sin saber, que ha nacido para brillar. Los buscadores buscan, sin saber que buscar. Aquí el tiempo gira al compás de dos ojos dulces, que miran y miran, intentando encontrar. Mas deja de buscar, la vida está donde quieres ver, bajo un cajón, en una botella. El camino no ha sido marcado, la vida te lleva por él, puedes decidir si escapar o afrontarlo, si puedes decidirlo. Llena tu vida interior con las botellas mas exquisitas, lame el elixir de los dioses, olvida por qué diablos has nacido. Comienza a soñar.

G. F. Degraaff

El viejo astro (dedicado a Damo Suzuki)

La tarde se asomaba lentamente desde el oeste y los pies cotidianos de una estampida de humanos barrían las hojas del otoño que se alejaba. Sentado en mi viejo banco solía posarme a mirar los ojos húmedos de los tristes que ambulaban sobre el pavimento. Pasaban horas hasta la penumbra de la noche. Pensaba en los intrincados cuentos Borgianos y concedía a la mente el placer de elucidar ciertos misterios fugaces. A veces leía el diario, otras mis propios relatos, los cuales me avergonzaban muchas veces. Sentía una infinita delectación sentado allí. Nadie por supuesto, solía acercarse a mirar desde mi perspectiva; aquel ángulo me cedía una imagen plena de la catedral, detrás, el sol menguaba su fulgor y aumentaba su tamaño al perderse lejos en el horizonte. Unos tres árboles con pocas hojas inspiraban la vista de aquel gran horizonte, y yo testigo, en silencio, sólo miraba. Pasaron cuatro años hasta que un caminante se acomodó a mi lado, vestía poco elegante, hedía fuertemente y su voz carraspeaba. Casi logré escuchar su canto. En palabras que iban y venían desde el alemán al inglés, del italiano al francés. Poseído cantaba. Con ojos cerrados y sublime el rostro erguido en dirección al sol. Intentaba entender lo que decía, mas no conseguía interpretar sus palabras. Entonaba bien sin música, la gente pasaba a su lado mas ninguna se detenía a escucharlo. Nadie siquiera lo miraba. Yo un poco avergonzado miraba a mi alrededor en busca de alguna mirada pasajera. Cuando por fin termino de cantar, me miró y sonrío. Su rostro joven, asiático, sonreía con luz propia. Sus ojos con un brillo peculiar me sorprendieron y hasta me extasiaron. Hablaba perfecto varios idiomas. Me explicó que había entonado una canción propia de su autoría, que estaba dedicada al sol. Esto me conmovió mucho. Conocía pocas personas o casi ninguna que sintieran aquel singular amor por el viejo astro de la vida. Supe enseguida que yo era una de ellas y que poco me había importado. Me desplomé sobre el descanso del banco, cambiamos una mirada casi infinita, llena de sentimientos, completa desde el alma. Se levantó suavemente y se retiró sin otro gesto que aquél profundo abrazo de su mirada.

G. F. Degraaff

Música

Se abarca la totalidad en la duda. Impulsan los juguetes viejos la creación del espacio nuevo donde jugar. Nos juntamos para formar el mar, vertiendo en el aire la fusión natural de nuestras almas. Y de cada rincón el silencio es arrancado como una espina en la piel. Hoy hemos volado. Lejos, entregados a la súbita felicidad de cada momento, anesteciados los cuerpos en la imaginación. Irredenta se eleva en el paisaje único de nuestros ojos. Y conquista en el cielo los sonidos exóticos de la magia entera. Lo digital encierra un reloj escondido, no se permite saltar en el tiempo sin caer fuera de él, además, la sutileza que genera el tacto sensible para la armonía es imprescindible en la continuidad de la atmósfera. La crudeza en cambio, de una distorsión embarrada en la bizarrez alcóholica, sigue el sendero que ante los oídos bifurcan la atención. Los dedos mágicos que sienten la vibración en lo mas profundo del ser amanecen temprano en compañía del cristal de los sabios. Mientras el golpe llena la habitación de los sordos, la conquista reclama su territorio. Hasta aquí la noche parece volverse la invitación a un nuevo sueño. Aquel lejano que una vez perdí en el camino. A veces le decíamos música, otras, ruido.

G. F. Degraff

La magia invisible

Se volvía la maravilla de la gloria. Caminaba bañado en sudor la voz del eminente conferenciante. Mientras se apagaba la tos de un invierno que castigaba las aguas de Poseidón y los ángeles del anuncio. Por las paredes, todo simulaba la atención espectral de los testigos ciegos que sonreían al no ser vistos. Cuando el silencio reinó por fin, el techo parecía hundirse y toda esa gloria se convertía en el soporte de una cruz de bronce.
Llamó el viento las miradas asesinas:-Absolutamente todos los problemas podían ser solucionados efímeramente con inconvenientes mayores. Y la capacidad de sufrir un poco mas, se transforma en la esperanza de los pobres. Si el tiempo consigue dar su vuelta completa, todo marchará sobre las calles oscuras del placer y del olvido, la primera sensación de una libertad inquietante que aniquila el grito salvaje de la sangre, borrará las huellas del camino nuevo. Después de todo sólo son caminos que fugazmente se transforman en nuestros propios agujeros negros. Enmendar hasta reemplazar no asegura el éxito. Obrar sinceramente no asegura la supervivencia. ¿Qué estamos dispuestos a perder?. No pienses en ello, sólo vívelo. La realidad de los sentimientos es inmensa como el horizonte, más la idea de sentimiento no deja de ser en sí misma una pseudovibración interna necesaria. ¿Cuánto estamos dispuestos a amar? En estos tiempos el amor son palabras. Hace tiempo una voz gritaba y rugía, atropellaba la garganta en nombre de un amor mas creíble, mas real. No vuelan ya, ni siquiera en el agua, las épicas súplicas del amor de aquellos "malditos".
Pendía la soledad de un hilo cuando el destino obraba en su esplendor, seguro, lanzado a hacer creer lo que estaba dispuesto a mostrar. Jamás pregunta la lluvia antes de caer, sólo cae, y nos queda mirar como en la ruta las estrellas son tantas. Comiendo la tela de la pantalla, sin explicación sumisa, me entrego ante los ojos del Gran Maestro al que algunos llaman Vida.

G. F. Degraaff

Los Antiguos

Crece la historia, camina con el tiempo y las generaciones. Son tantos recuerdos vituperados, verbigracia, el verdadero móvil Nacionalsocialista, los quince poemas a la libertad del Ruso Trovovsky o el mismísimo Necronomicón. Todo alude a pensar que nos resulta mas fácil barrer la basura bajo la alfombra, o esconder las huellas que guían al abismo del conocimiento infinito.
Bien, el relato que a continuación comentaré no declina su suerte arcana y corresponde a la historia no escrita de la historia de la humanidad. Cuando tuve acceso a ella bajo el albur inesperado de un sueño, no logré corroborar su ubicación excata, dado que ningún mapa hace referencia a ella. Por otra parte, intuyo que sugiere una zona cercana a Wadi Hammamat, en el desierto oriental egipcio.
Un pueblo alejado de todas las grandes civilizaciones que antecedieron a Ramsés IV, sumidos en una aldea antigua que no figura en aquel viejo mapa de Amennakhte, víctimas y creadores de su propia destrucción.
Según fui testigo en mi sueño, me vastó conocer las murallas de aquella civilización para entender que nadie podía entrar ni salir de allí. La estructura formaba una gran circunferencia, sin ninguna puerta visible. Algunas escaleras se proyectaban hacia lo alto, invitando a intentar escapar volando o a resignar la vida saltando al lejano piso de piedras. La arena disfrazaba mis intentos de dibujarla. Era sin dudas una especie de cárcel antigua. Aquella civilización extraña contaba con unas trece salas diferentes entre sí, pero de similar tamaño arquitectónico. Cada sala poseía un singular símbolo, uno de ellos me recordó al Imox Maya. Caminé la circunferencia mas nunca llegaba al punto de orígen. Decidí explorar fugazmente aquella sala con aquel reconocido símbolo. Dentro de la antecámara pude ver inmensos volúmenes de libros que me resultaban conocidos. Me acerqué hasta el grueso lomo de un libro que parecía ser La Ilíada, intenté sin éxito quitarlo de su lugar, pues su enorme tamaño pudo más que mis fantasmagóricas manos. conseguí observar algunos títulos que sostenían mi presagio, El sutra del Diamante, El papiro de Derveni, un moderno opúsculo de La Biblia de Ulfilas y una excelente y celosa referencia del Kitab al-jabr wa'l-muqabala. Me resultaba incomprensible hallar estos libros en una ubicación en tiempo y espacio completamente alejados de aquellos considerados originales. Caminé en torno a la sala semioscura en la que me hallaba, las paredes lisas no evidenciaban ningún proceso de constucción por piedras, más bien, eran enormes rocas planas en posición vertical las que sostenían un techo que dudo hubiera estado separado de aquellas gigantes rocas. me perdí unos minutos en la total oscuridad, al decidir regresar ya no había nada detrás mío. Cuando alcancé la salida, o mejor aún cuando la salida me alcanzó corrí para situarme en el centro de aquella circunferencia amurallada. El sol secaba los labios. Insólitos símbolos dibujados en la candente arena atrajeron mi atención. Nadie respiraba a mi alrededor mas sentía la presencia extraña de la fiebre social. Y en el techo de la sala que se podía observar en dirección al este, un anciano señalando con su largo bastón, con voz inquisidora dijo:-Et divaj e´m tinoj, hansé vi`n hammamat sihul a`tsj jire´m. Perplejo quedé mirando al sol. El anciano había desaparecido mientras cerraba mis ojos en la acción involuntaria del pestañeo. Un segundo más tarde estaba parado en las altas rocas, alejado, alrededor de aquellas murallas que contenían el secreto del tiempo. El ruido incesante del trabajo comunitario dejábase oír en la distancia. Provenían de un solo lugar y de muchos a la vez. No recuerdo bien mi regresar al estado ordinario, claramente extasiado todavía podía oir aquel extraño ruido. ¿Quienes eran aquellas almas? ¿Cómo habían conseguido aquellos libros, cuales no fueron escritos sino despúes de cientos de años?. Tomé rápidamente el agua de la canilla del baño, mojé mi cara e intenté relajarme. Si todo estaba escrito antes de ser escrito, si todo culmina volviendo a existir, y lo que aquí haga ahora volverá a pasar en miles de años, aquella circunferencia, posiblemente sea, donde venimos y hacia donde vamos, el punto que contiene todos los puntos.

G. F. Degraaff

Vacilante

Estaba bloqueado. La terrible contienda de la rutina concluyo mi ánimo y anesteció mi mente. Con la suavidad de las hojas al caer de un árbol que nadie vió, con ese ruido imperceptible que sólo el alma escucha. Abrí la ventana de mis letras y el horizonte no podía distinguirse. No conseguía oir mis propias súplicas, el cuerpo pesaba mucho como para remontar vuelo. Hoy siento ese pequeño que apenas camina, sentado, debajo mío, sin poder levantar una idea. La salida mas clara parece ser la mas difícil. Caminando bajo el vaho del invierno crudo que galopaba en mis pies, con algunas horas de desvelo, algunas pocas de sueño, comienzo a sentir como pronto el día amanece de noche again. Colillas de cigarros que parten mis labios son las únicas compañías, y esta copa de vino... Ay! esta copa! la oprimo con el ansia de regresar a la marea, al torrente de símbolos que aullan en mi pecho. Recordaba la sensación de la responsabilidad, que extraña se me hacía la quietud en mi alma, como la luna testigo del vendaval infinito, de los rayos que buscaban tocar tierra, así sentía mis ojos al no lograr enfocar un segundo en ese centro que algunos llaman armonía. Nadie tiene la fuerza suficiente, y ningún castigo es mas terrible que aquel que podemos darnos nosotros mismos. Expiarse parece cruel, tan cruel que ningún médico lo recomendaría. Sólo los sabios conocen el manantial de purificación que se esconde en nuestra propia tormenta. Pasa el tiempo, cual el tren que me deja en la estación de las lágrimas. Seca el tiempo los húmedos vastagos que fuerzan la vida. Había regresado a una antigua adicción. La de buscar en el fondo la solución de la utopía. Cientos, miles, millones de rayos que en ninguna dirección bajan del sol hacia mi cuerpo inerte, que come lo que vomita, que roe la silueta de mi sombra. Oh! ¡las flores se marchitan tan pronto! el amor no encaja en mi percepción diaria, está de mi lado. Tropiezo y creo que fue mi culpa. ¡Dèjá vu!, siento haber sido testigo de mis pasos alguna vez... cierto es que los caminos son distintos pero llevan a lo mismo, cierto es que la felicidad dura todo el tiempo que conservamos nuestros ojos abiertos... a mitad de camino el camino se bifurca, señales anuncian el destino y nosotros en el medio de la lluvia, parados frente al camino, mirando, llorando... ¡Tiempo! espero tu aguardo... No olvides en el pasado lo que traes para el futuro... Recuerda que también naciste en algún lado, recuerda que también has visto lo que mis ojos no vieron, deja de correr, detente un minuto a mi lado, y llora conmigo alguna vez.

Muerto

Acaso la memoria está vituperada? La fantasía termina cuando el cristal se rompe, y esta copa ha dejado de sangrar. Las espinas de la compasión rumian el desenlace, ¡desertar!, ¡pronto!, ¡a mis sueños!. Las huellas de algún camino en el pasado muestra el silencio de todas las palabras... ¡si supieras! cuanto comprendo... Pero es menester tener la fuerza y la convicción para encarar el camino a lo desconocido... No podemos seguir amarrados a lo conocido por siempre, aunque esto sea una soga que tira de nosotros cuando hay problemas... ¿El valor de las cosas, quien lo pone? ¿La intrepidez de donde nace? Cortar el cordón se vuelve necesario, ¿A ver hasta donde llego por mi cuenta? debe haber sido mi primera pregunta en la vida... Hoy vuelvo a la luz, renazco como tantas veces, y vuelvo a mi primera pregunta... No puedo acompañar desde cerca, no puedo caminar apoyado siempre... Si alguna vez he muerto, ahora lo sé, fue por mi mismo...

Silencio

Maravillado por el suburbio, el esplendor paterno logra soltar el asa ineludible de la libertad. Siempre codiciando el regreso de las probabilidades de tapar el mar bajo el remo. Se procede no sin miedo, nadie siembra una flor para arrancarla. Pero no son propias las manos que separan los trozos del panegírico. Con cautela pero intrépidos, firman leyes de conveniencia social en ambos lados del camino. Una sufre, la otra argumenta sin esconder la sonrisa, que el cielo hoy brilla más.
De a ratos la ley se quebranta en los arrabales. El juego resulta así prohibído por ascetas del pasado. Con batalla en varios frentes, pocos ejércitos ganaron una guerra.
Cuando me disponía a avanzar por las oscuras calles del humo, regresaban fugaz, incoherentes, las voces del temor de mis ancestros. Debido en parte a la irrisoria información. Debido en parte a la congestión de datos. Miré por un hoyo en la cercanía de una fábrica cuyo tizne me recordaba el color de una vieja remera. Nada de rubíes, ni esmeraldas. Las placas brillantes de dos autoritarios personajes contrastaban como aquél agujero frío en la noche cálida. En el lacónico período de ceguera me embistieron como almas asustadas aquellos rostros que figuraban en la penumbra, y antes de poder hablar estaba condenado a mirar unos ladrillos húmedos. Las manos que presionaban la espalda eran mías. Las manos que sujetaban mis manos no lo eran.
-¡Quédate quieto! Fue lo primero que escuché, inundado el ambiente de ruidos mecánicos.
-¿Qué sucede? Pregunté aún extasiado.
-¡Pedazo de mierda, quédate quieto! Sentí dos golpes a la altura de los pulmones. Me hicieron crispar. Con tal violencia reían mientras revisaban mis bolsillos fugazmente. La noche comenzaba a volverse fría. El ruido de las maquinarias del otro lado de la pared zumbaba en mis oídos como testigos ciegos. La fuerza me mantenía atado contra el muro, mientras decenas de golpes llovían a mi espalda. Mientras era examinado completamente por esas sucias manos policiales. En ningún momento me permitieron dar vuelta. Sonreían, me insultaban, sentí escupir en mi cabeza, me golpeaban con tal fiereza que podría haberse desgarrado mi piel con el soplo de una brisa nocturna. Al cabo de unos instantes, miraba el piso. En posición fetal, amortiguaba golpes que quitaban el aliento. Creo recordar absolutamente todos los detalles de las cuatro botas que expectoraban golpes sobre mi hígado. Recordé en un segundo la totalidad de vida, me hallé oliendo las rosas de mi jardín, me miré corriendo para saltar sobre las bolsas de paja del campo de mi padre. Miles de momentos brotaron frente a mis ojos, que buscaban volver a ver el pavimento. Cuando conseguí enfocar aquellos ladrillos húmedos de la pared, volví a respirar. Luego de la injustificada golpiza, intenté levantarme no sin esfuerzo. Mientras sacudía mi ropa, me limpiaba la sangre, e intentaba adormecer los dolores de mi cuerpo, recordé el frasco de pastillas que traía conmigo en uno de mis bolsillos. Este ya no estaba. Lo habían llevado. Con pedirlo, se los hubiera dado.

G. F. Degraaff

Surrealismo

...confuso, filoso, cortante, agudo, tajante, maniático, neurótico, fugaz, engañoso, veloz, frenético, delirante, perverso, desequilibrado, volátil, demente, vertiginoso, fulminante, morboso, flexible, terrorífico, afiebrado, alienado, imbuido, lacónico, expansivo, sugestivo, sucio, duro, difícil, crudo, tenaz, explícito, intrépido, conturbado, agitado, trepidante, inestable, versátil, caótico, oscuro, explosivo, espontáneo, abierto, entumecido, lapidario, suicida...

La huída

Dibujan el horizonte las jerarquías que discuten su reverencia de sangre. El mal paso de dos piernas determinaron la corriente en extinción. Violáceos los lauréles se tornan y alejarme del paraíso parece inevitable. Las sombras de batallas cautelosas sobre arenas gualdas que allanan la penumbra se vuelven el rincón de los pensamientos. Complace el sonido a quienes sin oído vuelan ese domo inquieto que inventa dioses para las paredes. -¡Si!- la razón puede volverse el vidrio de tus ojos, y gana por cansancio. No admite desertores. Viajo por donde la piel se eriza y gustoso disfruto del terror. Lame el laberinto las botas húmedas y los corcéles blancos que escapan.
Ahora el príncipe vuelve a ser futuro, ya, desde tiempos antaños viaja el soberbio. La caótica explicación de lo que significa el tiempo. Ni siquiera hay caos.
Cómete la tela de las medias y vomitarás exitos. Hay demasiados que así lo entienden. Y se escupe la inoncencia en todas partes.
Con firmar ya estas dentro. Y unas gotas de tinta gobiernan tu alma. Regalas ese caos que resulta la existencia, cedes mas de la mitad de la corona, y emotivo cruzas las avenidas que sofocan tu bosque. Sigue corriendo, quizá llegues al final pregutando porque has ido por el camino mas seguro. Mirando el resto del campo a los costados creerás que existen miles de destinos.
Era tiempo ya de volverse ricos rumiando las buenas costumbres, dijo un monje en la espera de su Dios. Mientras de la caverna veo cuantos escalones tiene la escalera. Hay francotiradores mirándonos.
El tiempo es ahora, y ahora sigo dormido. En el sueño de mi jardín, mi tiempo es mañana. Entonces ¿Dónde vivo?.
-¡Alejaos de este peligro!- ¡Corred a las montañas del hombre del mañana!
Parece tan frágil, desenlace de los huesos pronto, antes que la luz irredenta exclame:
-¡Vuelvan aquí, demonios del futuro!.
Entonces cualquier sendero se vuelve peligro. Sin intentar han muerto muchos que intensamente buscaron... Sin intentar.
Pero el obstinado siempre busca hasta encontrar el recurso de todos. Y un mundo feliz resulta para todos ellos. Es que la necesidad se vuelve sangre para la piel bañada de rocío de primavera que busca alcanzar el invierno.
Se asomaba el gélido cristal desde la ventana que permite pasar el aire cínico encausado. Su caudal frío escapa a las corrientes marionetas.
Te expulsan y te reciben como un héroe, no importa tu casta ya, tu nombre es divino.
apretan, y sale el veneno como por la herida, arrasando la piedad de los tristes.
La transfiguración es enorme en los sótanos cálidos que abrazan el arte. Ya lo veo, Arriba camina la brisa, abajo, los huracanes. Distinto del mar que en la superficie muestra su ira, y en el fondo se escatima el deseo perpetuo.
Si la salvación requiere metal precioso, somos muchos los que llenaremos las salas infernales. Será el recurso de Dios, volver el cielo exclusivo.
¡Oh! intento reir en vano. La greda húmeda te hunde y el sol como testigo nada puede hacer para que la soga llegue a tus manos, o al menos hasta el cuello.

G. F. Degraaff

En el campo (II parte)

Sólo, en medio de un campo rodeado de pastizales altos, la noche acrecentaba su autoridad, su poder. La luna centellaba luces de colores que alegraban a los espíritus que merodeaban la noche. El estanciero, corría, sin piedad con sus piernas, con una enorme agitación en la respiración. Sus pulmones hinchados de humo, se encontraban al borde del colapso, esto debilitaba de gran manera el estado físico del estanciero quien condicionado por su edad comenzaba a sentir los efectos de la falta de aire en la sangre; visión poco clara, pensamientos dificultosos, debilitamiento de las extremidades.
A los pocos metros, escuchó una conversación entre los pastizales, dos hombres jugaban una partida de cartas sobre una mesa redonda, de madera tallada, rústica. Ambos invitaban con gestos y ademanes al estanciero, quien con cierta desconfianza de su claridad mental, se alejaba, sin quitar la vista sobre lo que veía. Al correr hacia atrás, inevitablemente había pasado por alto la luz del semáforo de la intersección de la avenida, y observó como un policía lo llamaba con un aire impositivo. También comenzó a alejarse, hasta que por fin cayó en un enorme agujero que había en el suelo, caía constantemente por un túnel con fotos sobre las paredes de colores fluorescentes, sin fin aparente. De pronto, solo sombras, la vista había desaparecido, estaba consciente de todo lo que pasaba a su alrededor, su oído, su tacto, su olfato, todo decía que había despertado por fin de su ilusión. Al abrir los ojos, un circo, una enorme carpa con fuegos artificiales se adueñaba de su atención, miles de personas, figuras desfiguradas, con enormes bocas, algunos combatiendo entre si, por un globo que terminaba perdiéndose en lo alto. El bullicio perturbaba incluso a los animales que intentaban escapar ante la expectación de las plateas, que albergaban a los mas altos funcionarios del gobierno y a cleros enfundados en sus capas de color oro.
Al tomarse de un trapecio, se encontró en la cúspide de aquel circo, y fue entonces que comprendió que de un salto podía cambiar su escenario, que sea cual fuere, él tenía la capacidad de cambiarlo. Entonces soltó sus manos y voló libre entre las nubes y se halló en medio del campo rodeado de un potente silbar de grillos. Tendido sobre el suelo, exhausto. Fue entonces que decidió regresar.
Después de unas horas, al llegar nuevamente a la estancia, desde el noroeste, vio la figura de su extraviado compañero, sentado, como esperándolo hacía un tiempo. La vestimenta fue lo primero que atrajo su atención, no parecía el mismo ropaje con el que algunas horas antes había estado, su apariencia era diferente, entonces, con miedo a estar viendo una ilusión, se abalanzo sobre su vecino, con un alarido de guerra, arrojándole un golpe. Esquivar el golpe no fue tan difícil como explicarle que no había sido él quien lo había acompañado en su travesía por el campo.


G. F. Degraaff

En el campo (I parte)

En el Umbral, la noche se movía lentamente, como siguiendo el canto de las luciérnagas, que danzaban bajo los rayos de la luna llena que resplandecía al norte sobre colinas embarradas de una oscuridad placentera. Él muy bien sabía que para llegar al otro lado del pueblo debía atravesar el inmenso campo que lo separaba, rodeado de nada, sumiso en la fiebre nocturna, como vacilante ante la presencia extraña del aire sin luz, el ambiente generaba cierta tensión, pues, muchas veces el caminar en esta inmensidad, sobre todo oscura, quedaba uno expuesto a cualquier tipo de peligro, desde animales salvajes que ansiaban un cuerpo con el cual saciar su apetito, hasta los inexplicables fenómenos legendarios que revelaban todo su misterio y que acaudalaban el miedo desde los pies a la cabeza. El propósito de la aventura era incierto, las posibilidades de llegar al otro pueblo también lo eran. En realidad necesitaba, creo yo, superar un miedo antiguo.
Esa noche la niebla, cubría como un manto de humo los alrededores de la casa, y él dispuesto a salir, tomo su escopeta entre ambas manos, aseguro su cuchillo sobre su faja y se sumergió en aquella inmensidad, abatiendo cualquier argumento válido como para evitarlo.
Al poner un pie fuera de la casa, observó, con no mucha claridad, la figura de un hombre que se acercaba desde algunos metros, viniendo desde el frente de la casa, hacia el lado de la constelación de Géminis, a esa altura del año se situaba al noroeste, contrariando con Libra. Al deshacer la nube de rocío que cubría sus ojos, mas bien, al estar lo suficientemente cerca, reconoció el rostro de su viejo vecino, quien vivía en otra estancia similar, a dos kilómetros de distancia. Su presencia detonó por escasos segundos un sentimiento confuso, entre temor y alegría, entre furia y tranquilidad. La aparición de esta persona podía ser causa, y muy bien lo sabía, de su trastorno esquizofrénico, esto generaba cierta desconfianza de su realidad, su mirada se tornaba incierta, su respiración y su ritmo cardíaco aceleraban acrecentadamente, generando un sudor frío que le bañaba todo el cuerpo. Al hallarse a pocos metros, se precipitó a su encuentro, tomándolo por las manos, acariciando su rostro, luego sin motivo aparente, le arrojaba un golpe con toda ira, como liberando su miedo de estar viendo una simple ilusión. Si acertaba el golpe estaba seguro de que no correspondía a otra visión, a otra alucinación.
El caballero era real, de esto se enteró cuando su vecino, enterado de su enfermedad le suplicaba tranquilidad a su explosión de miedo, con la boca bañada en sangre. Le hizo saber que estaba allí para acompañarlo en su travesía nocturna por la extensión de hierba que se perdía en la lejanía.
El estanciero, conociendo los peligros que le esperaban aceptó a su compañero, pidiéndole disculpas por su acción exagerada y altiva, e invitándolo a servirse de una pequeña pistola de seis balas, calibre treinta y dos, y unos cuantos cartuchos extras por seguridad.
La extensión del campo parecía mezclarse con el cielo estrellado, los altos pastizales daban una apariencia un poco mas siniestra al considerable tamaño de la estancia. Tomaron cada uno una bolsa de grandes dimensiones, y se adentraron entre los pastizales y la paja brava, que, con su filo imperceptible proponía mas peligrosidad. Entraron en lo profundo del campo, el cielo dificultoso se podía ver tras los empinados pastos, el silencio gobernaba la noche. Cada paso invitaba al crujir del suelo y sin vacilar ambos hombres apretaban el paso.
La sensación de un tercer acompañante comenzó a perturbar la mente del estanciero, quien con la mano fuertemente apretada a la de su compañero evitaba mirar atrás; la caminata era ya extenuante. Unos metros mas adelante ambos decidieron tomarse un tiempo para beber agua y limpiarse las botas que estaban cubiertas de un lodo espeso. En su descanso, el estanciero comentó su sensación de peligro, la extraña y súbita sensación de sentirse perseguido por una extraña figura, que como conteniendo el aliento corría por detrás de ellos; aquella extraña sensación había llegado incluso a la exposición sensorial del acompañante del estanciero, y en su mente había comenzado una persecución de vida o muerte, ambos sentían lo mismo. Rápidamente, el estanciero tomó la mano de su compañero y volvió a correr con todas sus fuerzas, sin aliento, corrían zigzagueando, sin rumbo, apresuradamente, sin mirar atrás; ambos volvieron a sentir la abominable sensación de soledad en medio del campo, expuestos a cualquier peligro, indefensos ante su supuesto perseguidor, quien de manera furtiva corría atrás de ellos, acechándolos a cada paso. Ninguno se figuraba detenerse, solo corrían desesperadamente.
En un momento, en que la noche se hacía mas extensa y los minutos parecían frenarse al silencio infinito del rocío, un descanso en medio del campo, donde los pastos mas bien estaban cortados como a medio centímetro del suelo. Adelante, unos tres metros, los pastizales volvían a medir entre tres y cuatro metros de altura. Pararon. Se hallaron mirándose el uno al otro, contagiados de adrenalina, ninguno era capaz de articular palabra alguna, miraron el cielo, y corrieron en dirección contraria. Al percatarse de su soledad, el estanciero se detuvo, se encontró solo con aquella extraña sensación que le atormentaba, daba vueltas en círculo. Volvió a sentir desesperación y ante una nueva sensación de persecución, tomó su arma entre las manos, y acertó disparos al aire.

G. F. Degraaff

Lucha

Plagiaron mi alma, la vi en manos de un príncipe, entre la letanía de mi voz y la respiración de un anciano.
Nunca le di al alma un valor pignoraticio, como la savia que asciende, así me figuraba a mi espíritu.
Los espejos la encerraron, en una prisión infinita entre dos que se miran.
Mi salvaje rebudio no alcanzó la tela que disfraza la visión. Ahora no sé quien tira de las riendas.
Me entrego a mi pasión, bajo el manto sagrado de algún Dios extraño para sí mismo.
Imparcial, lujurioso. Suburbio doméstico, doctrina exagerada. Piso el piso en el aire de cada mañana. Como greda se embarra en mi y me atrae, como melaza escondida.
El Mengue de algún paraíso que se disfraza de moral, empuja mi cuerpo hacia el todo carente de final.
Y ahí me encuentro, salvando la distancia entre lo que imagino y lo que toco. Quizá dejé en algún tiempo, la fuerza, en alguno de los lados. Quizá, en el equilibrio, ¡ay! pero que dificíl es caminar sin el báculo.

G. F. Degraaff

En la mitad

Abarco las formas inexploradas. Transmuto la piel cada día. Me subrayo para marcar mis propios límites, y salto la línea de la razón de nuevo. Quedo parado del otro lado y vuelvo a marcar una nueva línea. Para saltarla again. Miro y sigo mirando, sin intentar decir nada, guardando los secretos de mi mirada, porque cada uno está solo desde su percepción o desde su realidad. Moriremos solos, aunque no es lo mismo morir en soledad. Siempre me preguntan ¿Cómo lo haces?. Cuando miro no hay nadie, las voces han desaparecido. Me habían dicho que levante las piedras para que otros no tropiecen, pero, cómo aprenderán entonces esos que vienen, caminando, sin saber que en la vida quien no hace nada nunca se equivoca, y quien no se equivoca no aprende.
La rutina comenzaba a fatigar mis nervios, extenuado caí abatido con las alas fuera del sillón. Las hojas verdes me hablaban de una nueva primavera. El frío menguaba. El fuego comenzaba a ganar la batalla de los setecientos años. Tendría ahora mas trabajo que nunca. Tomé uno de los libros de Alsaem Ha Heesiem, unos de esos poetas antiguos que reverenciaban desde su época los beneficios del vino. Cabe aclarar su origen árabe. Como el mío. No podía negarme a continuar con las costubres de mi estirpe. Serví una copa de vino, joven, como la noche, que pedía permiso para asomarse por la ventana. Algunas horas pensando si los árboles nos odiarían ya. Estaban en su derecho. Los ojos pesaban cada minuto una tonelada mas. Me perdí sentado en mi particular mundo onírico.
Cuando desperté la soledad aparció nuevamente, a mi lado, aunque dormida. Salí corriendo y la dejé atras. Tenía un nuevo día por delante, sin la pesada carga de la vieja amargura. Escuché su suave voz, pero había desaparecido. Sentí sus manos, pero ya no estaba. Entonces seguí. Con un poco de melancolía y otro poco de resaca, caminé por veredas enmudecidas. ¡Pérfida! escuché decir, era mi voz. Las baldosas de aquel piso gris, llamaban. Me acosté y miles de piernas pisaron mi cuerpo. Debía recordar que estaba en la Tierra, podría irme peor la próxima vez. Algo de sangre llamó mi atención. Hacía mucho tiempo que no veía su color. Mas me sorprendió saber que era mía. ¿Sangre?, ¡Sangre!, me exilié pensando en ella. Vagué sin rumbo, con la clara sensación de estar vivo. Salté, corrí, un súbito viento me barrió. Caí de espaldas con una flor en mi mano. La ofrecí al cielo. Ya no quedan mujeres que valoren una flor, pensaba. Es por culpa de los hombres, desde luego. Yo sin saberlo deseaba esa coraza que evita oler una rosa. Seguía oliendo rosas por donde caminara. Un dolor inminente se acercaba desde la otra calle, con el aroma de los eucaliptos. Llegó y no pude evitarlo. Era la clara sensación de haber olvidado algo. ¡Claro! grité. había dejado mi soledad dormida, ahora no podía evitar recordar todas mis compañías, todos esos recuerdos. Cada uno reventaba mis pulmones. caminar era arduo entonces. Debía buscar mi soledad dormida. Y casi no alcanzaba a ver el siguiente paso. Un huracán violento tropezó conmigo y me impidió seguir avanzando.
Muerto quedé hace un tiempo, a mitad de camino, entre mi soledad y mis recuerdos.

G. F. Degraaff

La simpleza de conocer la simpleza aprender

Abro los brazos al rugir del tiempo. ¿Quien no abre siquiera su corazón una vez?, sería plasmar una rosa sobre el cielo, pensar que todo está dicho. Tú, dulce atardecer de un lejano invierno que lucha por llenar de ámbar la miel que nos proteje. Nunca ha llovido en el rincón de un anillo. Me has dado, la energía para manifestarme y me ayudas como un ave a remontar mi vuelo, empujándome a un abismo. En los Andes, allí donde el sol se oculta, bajaba el corcel de mi carruaje. Corría por las sendas oscuras de los matinales frutos amargos de un tiempo partido. Los relojes no sirven para esperar la eternidad. Mis ojos no han llegado a cruzar el horizonte donde te busco. En verdad repetiré la antigua fórmula de los anarquistas. De los dadaístas. Mi vida terminará cuando menos te des cuenta, cuando tus ojos cometan el pecado de cerrarse para dormir. Y de tus ojos brotará el té de la tarde. Mi puñal será el único que decidirá mi destino, tembloroso, mejor espero sentado mirando las estrellas. Allí en la soledad, sólo los sabios que han cruzado los límites del océano, pueden ver todo. Mientras el techo de una habitación se cierra para mostrarme el mundo que nos rodea. Yo dormido, te espero entre mis sábanas. Tus manos quizá renazcan del sueño en que vivo. Yo miro el norte, deseando que me invites a jugar tus juegos. Cuando te toque, y sientas... y verdaderamente sientas... quizá decidas dejar un poco de lado el orgullo, que tantos ignorantes tienen.

G. F. Degraaff

Atención!!

Ayer por la noche, sentado al lado de una ventana en la parte trasera de un colectivo de la línea 132, miré dos grandes luminarias, triste por las palabras que llevaban consigo, me empeñe a mirar: "...Creamos tu atención...". Malditos!!! pensaba, mientras tejía en mi mente una coraza para no ser parte de ellos. Pero luego, fugazmente, no pude obviar pensar que ridículamente tenían razón. Toda la Capital Federal está asquerosamente repleta de carteles publicitarios, hay mas carteles que libros en las manos de quienes la transitan, hay tantos carteles como insultos, humo, dinámica y violencia. Hundido en la íntima gota de sed por la libertad, me apretaba la garganta la pena de aquellos que no saben que están diciéndoles que pensar, que sentir, que hacer. En la Vieja Nueva York, allá por los años 70´, los trenes de la ciudad eran verdaderas galerías de arte, los famosos "grafiteros o bombarderos" pintaban los vagones por dentro, exponiendo algo mas que arte, una manera de rebelarse a los oligarcas carteles de publicidad. Con mensajes claros, con pensamientos profundos, instaban a las personas a mirar verdaderamente hacia adentro y no dejarse manipular internamente por los publicistas que crean necesidades innecesarias. Por otra parte, este movimiento comenzaba a ser muy grande, imaginen, arte y pensamientos para personas a las que "convenía" que no pensaran y mucho menos que se expresaran. No hace falta decir, que todos los trenes fueron pintados con colores tan sobrios que parecen instituciones, cárceles, hospitales o escuelas... Nadie ha creído que estas instituciones mantienen esta sobriedad de colores quizá para evitar la imaginación, quizá para evitar que pienses, (como una escuela no tiene colores o arte en sus paredes??)... No hace falta decir, que el grafiti y el bombardeo está penado legalmente, con algunos años de prisión... Algo claro me ha quedado... nadie manipulará mi atención... y de a poco intentaré desde cualquier movimiento, poner el arte por encima de la publicidad... Nadié me dirá lo que necesito, mucho menos mediante una publicidad... Espero que uds. tampoco caigan en la trampa en la que la más perjudicada es nuestra atención... Porque es tan claro... Nuestra atención determina nuestra realidad...

G. F. Degraaff

El Rey Thule

Nadie lo había previsto, absolutamente nadie había siquiera iluminado el matiz mental propio de aquel descubrimiento. Quizá aquel grupo de excavadores, sabían donde se ocultaba el misterio que durante siglos había sido causa de una demencia general. Puede que muchos de ustedes no concuerden con mis creencias, pero el suceso que tuvo lugar aquel atardecer en el vasto desierto de Wadi Rum, al sur de Petra, Jordania, no precisa concordia entre mis vagas creencias y las de ustedes, basta con afirmar que los sucesos fantásticos que atemorizaron la expedición se volvieron una extraña sombra que nos impulsaba a ir mas allá de las probabilidades de supervivencia. Con escasos recursos, debido al tiempo que llevábamos perdidos en la inmensidad del desierto, extenuados ya mis compañeros y yo, ni siquiera los beduinos que condujeron la expedición soportaban ya las elevadas temperaturas y la escazes de agua, seguíamos contra la corriente buscando el fin que nos había conducido hasta allí. Las ruinas de una civilización antigua, perdida, que yacía enterrada bajo el manto dorado de las moldeadas montañas que nos rodeaban, era la tumba de una oscura biblioteca faraónica, que ocultaba siniestramente rastros de viejos ritos y sacrificios desconocidos por los arquéologos modernos y contemporáneos.
La noche del 5 de Julio, habíamos oído en boca de algunos expedicionarios la influencia de un extraño símbolo que al mirarlo durante unos minutos absorbía los recuerdos. Aún me eriza la piel recordar la expresión de algunos excavadores sumidos en el olvido total de sus personalidades, perdidos en tiempo y espacio corriendo hacia la inmensidad del desierto, perdiéndose en la lejanía. Habíamos perdido casi la mitad del número total de expedicionarios bajo la influencia de este símbolo maldito, otro cuarto había desistido en seguir con la expedición. Quedábamos unos quince dispuestos a resolver el enigma y reconstruir la entrada a viejos túneles que conducían a las profundidades de aquella ciudad subterránea. A la mañana siguiente, los mas expuestos a los jeroglíficos tallados en las paredes de uno de los túneles principales, nos habían abandonado bajo los mismos síntomas que los demás expedicionarios, fugados hacia la inmensidad de un desierto que amenazaba devorar las vidas de quienes lo cruzaran. Sólo quedábamos cuatro, el arquéologo Jean Paul Ferrier, la egiptóloga Mirtha Von Quiest, el periodista Ruben D´amico, y yo. Tardamos alrededor de un día en reconstruir la entrada que nos llevaría al fondo de aquella gran tumba antigua. Al despejar la entrada, todos nos encaminamos al campamento que se ubicaba a unos cien metros del lugar para hacer los preparativos necesarios conforme a la expedición en aquella vasta profundidad.
A la mañana siguiente, caminábamos hacia la entrada cuando Ruben sumido en paranoia imploró de rodillas que nos quedáramos fuera. Petición que no fue escuchada por ninguno de los tres que nos dirigíamos dispuestos a todo hacia la entrada de aquellos túneles. Ruben decidió quedarse afuera esperando nuestro regreso.
Una vez dentro el estupor era insoportable, la oscuridad se subía a nuestras espaldas dificultando el andar. Recorrimos unos quinientos metros en bajada, hasta chocar con la primer cámara, allí descubrimos símbolos tan antiguos y desconocidos que nos era imposible determinar su origen. Al parecer, los rastros de una civilización mas antigua que la egipcia, había dominado las costas del Mar Rojo. Las paredes de la cámara se erigían unos seis metros desde el piso, con enormes símbolos tallados sobre las paredes. No nos detuvimos allí. Seguimos unos cuatrocientos metros en espiral, bajando cada vez más, hacia lo que parecía ser las ruinas de una antigua biblioteca. Las paredes tan altas como la anterior cámara, con estantes de una especie de piedra oscura similar a las Tektites, contenían libros que ninguno pudo tomar debido al peso que ejercían. Esta segunda cámara era mas pequeña que la primera, el aire era espeso, lo que obligaba a descender lentamente. Seguimos bajando hasta una cámara que contenía unas seis puertas de unos cinco metros de alto. Allí nos separamos. Jean entró por la mas cercana a la pared derecha, Mirtha por la del medio y yo por la mas cercana a la pared a mi izquierda. Nos miramos por última vez y nos perdimos en la oscuridad de nuestros túneles. Inconscientemente comencé a leer en las paredes talladas unos símbolos, y recité sin darme cuenta:"...Alejaos de aquí, quien ose ir mas allá de esta puerta conocerá la ira de Thule...".
La leyenda del grupo Thule se remonta a los orígenes del germanismo, al parecer un isla desaparecida que había sido el centro mágico de una civilización extinguida en la región mas septentrional de la Tierra, conocida por sus tierras blancas sumida en la oscuridad de la noche, pues ni el sol en verano la ilumina.
Lo que acababa de pronunciar, me había dejado afiebrado ¿Qué relación existía entre los Thule y las ruinas de una civilización antigua en las costas del Mar Rojo?. Había leído de las paredes, unos símbolos cuales desconocía en absoluto pero que me eran horriblemente familiares.
Al mirar atrás el túnel se extendía casi infinitamente. ¡Pero si había caminado apenas unos diez metros!. Seguí mi rumbo entre paredes filosas y una oscuridad que me tragaba a cada paso. La respiración se volvía un lujo en la espesa atmósfera que me rodeaba. Comencé a correr casi con desesperación, mientras mi respiración comenzaba a menguar. Corría en círculos. En la lejanía oí el grito desesperado de Mirtha, unos minutos mas tarde el de Jean Paul. Fuera lo que fuera sin dudas acabaría conmigo, me encontraría. Seguí mi trayectoria casi sin esperanza de salir con vida de allí. En el fondo divisé una luz. Y fui hasta allí. Entré en una fría cámara que contenía una especie de mesa de unos dos metros de alto por unos cuatro metros de largo. Sobre la mesa pude ver un cuerpo largo, que ocupaba casi la totalidad de esta. Las manos con largos dedos y filosas uñas colgaban a los costados. Lo envolvía una larga túnica marrón que caía a los costados de la mesa. Escuché un rugido que temí rompiese mis tímpanos cuando los brazos de aquél abominable ser se movieron. Salté un pequeño escalón y corrí por uno de los túneles que se abrían a los costados, sobre las paredes. Corrí desesperado una media hora sin rumbo, mientras el techo comenzaba a caerse. Sintiendo los pasos del gigante detrás mío. Recorrí la extensión de cada túnel sintiéndome a cada paso desfallecer. Antes de ver por fin una salida, sobre la pared del túnel alcancé a ver una cruz gamada. La esvástica nazi tallada. Al salir de aquellas profundidades ninguna señal del campamento, ninguna señal de Mirtha o de Jean Paul, siquiera de Ruben. Caminé cuesta arriba, durante dos días de arena y sol, hasta encontrar un pequeña civilización. Allí se ocuparon de mí. Al explicar a los nativos de aquel pueblo mi experiencia, todos reaccionaban de la misma manera, tapándose los oídos. Un anciano se acercó hasta mí una noche en que la luna bañaba las arenas y dijo:- Has tenido suerte, nadie entra en la tumba del gran Thule y vive para contarlo. Allí, se dice, duerme el gigante que algún día dominará la tierra. Los nazis sabían esto y quisieron pactar con él el dominio del mundo y vinieron a verlo en su tumba. El gigante intuyó la traición y ¿sabes? nadie engaña al omnisciente Thule, fue él quien decidió el transcurso de la historia, la derrota nazi. Desde tiempos inmemoriales cuando la tierra era dominada por gigantes, Thule, era el mas poderoso. El evitó la destrucción del sistema solar haciendo uso de sus facultades psíquicas, tú sabes que lo que pasa aquí es un reflejo de lo que pasa allí. Thule, dominó el movimiento de los astros, al hacer esto toda su energía fue agotada, por lo que tuvo que retirarse a morir, o quizá a descansar luego de tan ardua tarea. Había salvado a la Tierra de una destrucción inminente. Tú entraste en su tumba. Nunca te dejará en paz... algo de él ha quedado contigo, lo puedo sentir.
Se retiró en silencio, sin decir más, desapareció en la oscuridad de la noche.
Algo en mí, no me era propio.
Luego de dos meses regresé a Europa en busca de respuestas. Intenté localizar algunos miembros de la secreta sociedad Thule, sin éxito. Mientras mis noches eran mas largas, sentía un poder del mas allá torturando mi cabeza. Sumido en alucinaciones, mis sueños eran siempre los mismos. Regresaba noche tras noche a una extraña civilización de gigantes que se movían en manada, respondiendo telepáticamente los mandatos de una fuerza omnipresente. Viviendo en una disciplina extrema que según entendía ayudaba a evitar la destrucción del planeta. Esta disciplina actuaba directamente sobre los astros manteniendo el orden del sistema solar. Entre todos estos gigantes, pude reconocer al gran Thule, quien al parecer era quien gobernaba y manejaba nuestras mentes a fin de llevar a cabo la estricta manera de actuar.
Durante el día buscaba información sobre esta civilización, pero todo era en vano, al parecer no existían registros de esta antigua raza de gigantes. Tampoco lograba hallar algún sectario de Thule, según mis investigaciones, la sociedad fue disuelta al asumir Hitler el poder de Alemania, ya nada quedaba de esta sociedad. Nada de Haushoffer o de Rosemberg. Nada de Guenon o Horbiger. Solo un poco de historia pseudocientífica que se remonta a las antiguas eras geológicas, al parecer, la Tierra tuvo tres lunas anteriores al satélite que vemos hoy. Tres veces, masa de hielo espacial fue absorbida por la gravedad de la tierra convirtiéndola en su satélite, cada una después de miles de años comenzaron a acercarse a la Tierra, aumentando la velocidad. Al aumentar la cercanía de la Luna, el planeta experimentaba una leve disminución de gravedad lo que hacía que las formas de vida terrestre aumentaran su tamaño. Esta alteración lunar traía consigo la aparición de razas gigantes de todo tipo de vida y cambio en las mareas. Mareas que borraban partes del globo y civilizaciones enteras. Luego de miles de años la luna chocaba contra la tierra produciendo la desaparición total de las formas de vida y con ella los rastros de cualquier civilización. Esto es lo que pasó con cada una de las lunas que el planeta atrajo. Antes de que la tercer luna chocara contra el planeta, Thule y su raza de gigantes, habíanse sometido a la rigurosa disciplina que evitaría o al menos frenaría la destrucción. Mediante la rigurosa disciplina había logrado que el satélite disminuyera su velocidad, con esto esperaba poder salvar a su civilización. Algunos emigraron a las cumbres de las montañas, dejando rastros en las elevaciones cordilleranas y alpinas. Thule, al parecer sabía que moriría y decidió enterrar su tumba en lo que hoy se conoce como Jordania.
Luego de diez años de sufrimiento he decidido, en parte por ser víctima de horribles visiones apocalípticas, en parte por comprender mi destino. Ahora sé que al morir regresaré al pasado, con la civilización que alguna vez envió su mente al futuro. Lovecraft no era un ficcionario era un visionario. He decidido y con este relato espero entiendan, es menester ser conscientes de la catástrofe inminente de nuestra falta de disciplina. Ahora partiré al pasado con la esperanza de mantener el futuro, porque si el futuro puede alterar el presente el pasado es el inicio de ambos.


G. F. Degraaff

La llave

Desde la sofisticada puerta de metal, tras la cerradura oxidada, miro la llave de un mundo paralelo... en los intrincados bordes, tallados por cerrajeros mentales, yace la magia, el poder, la felicidad y eso que la humanidad persigue... la llave rodeada por una cadena plateada, quiza de platino, quiza de plata o de acero, brilla con fulgor de mil constelaciones. De antiguas civilizaciones que desaparecieron cuando la luna se estrelló contra la tierra y las mareas cesaron, aquellas que se borraron bajo las aguas de los mares que hoy miramos. Quizá absorbidas en el aleph, ellas se llevaron la réplica que abriría desde afuera la gran y antigua puerta, de percepciones diversas, de ensueño y despertar meláncolico, que enseña el sabor del infinito... Ni mil cerrajeros podrían siquiera duplicar esa llave. Se dice que los musulmanes estuvieron cerca de armar el intrincado laberinto de los planos de esa llave. La llave nunca es igual. Siempre cambia y con ella su cerradura. También se cree que las sociedades intelectuales de la Europa contemporánea, habían dado con ella. Estudios diversos conjeturan que los Mayas obtuvieron gracias a ella, un conocimiento incomparable del Universo. Ahora bien, si la humanidad la tuviera en sus manos ¿qué haría?. El doctor Wessan Paul Rohan publicó un articulo, que cabe decir, muy interesante acerca de la posibilidad de encontrar la llave. Dijo: "...Adepto a la raza humana, debo coincidir con mi memoria. Desde tiempos lejanos en los que la escritura volvió a ser desterrada de las sombras, la humanidad no ha sabido encontrar utilidad a la fantasía. Las técnicas y el empleo de las mismas, es cierto, ha llevado al hombre hasta niveles evolutivos insospechados, hemos tomado a la inteligencia por las riendas, pero coincido con Gurdieff, estamos en un sueño. Si aún vivimos en el medio de un círculo, y la mayoría, vive en él, los límites de dicho círculo son desconocidos por muchos. Es cierto que si la llave de la puerta se encontrase en manos de un individuo que aún vive en el centro del círculo, desconociendo sus bordes, siendo completamente y nada mas que "humano", la demencia se apoderaría automáticamente de él. Imaginemos una persona con la posibilidad de pasar a través de una puerta donde todo lo que viera no coincida ni en lo mas mínimo con la razón, o con los canones actuales humanos, dicha razón estallaría como esta copa de vidrio al caer desde la cima de un edificio. No podemos imaginar que la sociedad habituada al bombardeo público de imagenes y publicidades, de rigurosa indisciplina cotidiana y a su vez rutinaria, que no rompen con los límites preestablecidos mentales, pueda otorgarle el valor y comprenda desde su esencia lo que el universo tiene para darnos en una llave..." Quisiera agregar para terminar, que vivimos explicando todo desde la razón, inclusive somos tan idiotas que buscamos explicar al corazón con la razón... Yo sigo buscando la llave, esa que quizá W. Blake conocía o al menos intuía.

G. F. Degraaff

Naturaleza

Vuelan susurrantes melodías de paz y libertad por las montañas del norte, descansan en ellas similares leyendas helénicas, el sonido entre huecos de silencios comentan la suerte de las piedras preciosas que buscan los exploradores. Aún no sé si los exploradores buscan piedras o se buscan a sí mismo, o si las piedras complacen tal regalo desde su primitiva consciencia. Abarcando las formas mas subjetivas de las plantas y de las rocas se puede afirmar que, como nosotros, cada una posee su propia apariencia, ninguna es igual a otra. A cada una la reviste una singular hermosura desde sus monstruosas formas. Habremos de suponer que poseen consciencia individual de su existencia. Inclusive los paisajes que nunca son iguales, inclusive las imágenes que contienen en sí mismo el poder de excitarnos.
Caminando entre peñascos de tierra herida por el tiempo, metamorfoseándose en cada segundo, descubro las maravillas de las que somos inconscientes asesinos. Quienes han cuidado de tales reinos han sido destruidos o corroídos por la cultura extrema de la civilización, encima se sonrojan al pensar en un pequeño espacio cedido a la naturaleza, como si ella nos lo pidiera de rodillas y nosotros los comparecientes se los diéramos. De esta manera vil nuestro pensamiento está en paz por la riqueza de tal regalo. ¿Quien no ha sentido el viento en el rostro? ¿Quien no ha pisado descalzo el húmedo suelo que nos contiene? Como podemos creer que el progreso de nuestro reino se solidifica en la conquista de la naturaleza, cuando de hecho sólo creamos una rebelión contra nuestra madre. La condición humana se parece a los niños de ahora, utilizan la tecnología tan prematuramente que desconocen la riqueza de observar un sol naciente. Luego como si fuera poco se rebelan contra su madre quien les ha dado y los mantiene con vida. En verdad cualquier teoría es en vano, ya que, expresamos todo con semejante madurez disfrazada cuando en realidad aún no dejamos de necesitar quien nos ate los cordones de nuestras zapatillas. Entiendo que quienes poseen el hilo de las marionetas no dejarán que un principiante se encargue de la obra entera. No me preocupa esto. Lo importante es que los hombres del futuro no caigan en el error de estos hombres del pasado. Si queremos cambiar los modelos debemos romper las líneas. Muchos hombres que nacen, lo hacen con la misma concepción moral, entonces muchos jóvenes siguen una línea, -de la cual desconocen sus principios- y se nutren como si esta fuera la única. Otra verdad es que solo somos grandes reparadores. Nos especializamos en llenar de parches una rueda que pierde aire por la boquilla. Nada arreglamos, sólo agregamos mas verduras a una sopa podrida, creyendo ser creadores de una nueva receta de cocina. Para romper esquemas es necesario destruirlos. Pero ¿Cómo vamos a destruir algo que nos ha llevado tanto tiempo armar? ¡Pero si estamos distribuidos en fuerzas!, somos tantos jóvenes hambrientos y son tantos viejos golosos, estamos claramente ordenados en un gran desorden. Parece jodidamente difícil comer cuando nuestros estómagos están llenos. Llenos de información burda. Ya no importa vivir, lo que importa es sobrevivir. Yo miro mis manos y reconozco la sangre de un pequeño insecto que acabo de destruir. Permanezco inmutable. Pasa lo mismo con aquellos señores que poseen todo su cuerpo ensangrentado con sangre que no es suya. Se contentan con ser más fuertes que todos esos a quienes destruyen. Las divisiones son obvias. Todo se sigue dividiendo. Un número puede ser dividido infinitamente. Lo que destruye la teoría del eterno regreso. Volveremos, a mi no me quedan dudas, pero a seguir viviendo una nueva oportunidad. O para seguir padeciendo nuestros errores. Creo en la justicia eterna, claro está, o al menos eso me consuela. Nada mas hermoso puede ser que la naturaleza, ser natural, como esos vinos que son extraídos de la profundidad de la tierra. Hacen falta buceadores. Que busquen las piedras preciosas que se hayan en el fondo de los mares, de las tierras, en el fondo del aire y del fuego. Dentro nuestro. Si no existieran científicos estaríamos perdidos. Pues a los sabios ya nadie los conoce. Ya nadie los escucha. Me he hartado de escribir sobre las salas morales, esas que todos conocen, pero que nadie visita. Lo blanco de sus paredes se tiñe con la oscuridad de quienes las pintan. Hemos de ser regidos por la moral universal. ¿Pero hemos de conocerla? La anarquía es solo una palabra. Pero su contenido no puede ser expresado en palabras. De ahí el valor de las palabras de Nietzsche, el valor de la palabra del superhombre no puede ser medido en palabras. Siempre vuelvo a lo mismo, porque es lo mismo lo que quiero expresar. El eterno regreso entonces es una analogía de lo que deseamos realmente. Volvemos a desear lo mismo desde nuestros más profundos deseos. Quizá a eso se refería. Idealismo puro. Lejos de la impura realidad que nos azota.
La naturaleza debe enseñarnos la manera correcta de actuar, si la naturaleza nos destruye es porque debemos destruir algo de nuestros mecanismos. Cuando reina la armonía nuestras acciones son correctas.
Habremos de conocer el naturalismo de Lao Tsé, y el humanismo de Confucio, para crear la manera natural de nuestros códigos humanos. Temo que sea tarde.
La corrección de nuestros errores es fundamental para la creación de nuevas formas naturales, solo la práctica paulatina y perseverante puede otorgarnos la naturaleza de tales acciones, si continuamos creciendo con las líneas de conocimiento habituales seguiremos siendo como esos viejos golosos que a pesar de llenarse en cada bocado nunca saborean lo que comen porque siempre piensan en lo que habrán de cenar.
Sobre política no es necesario hablar. La política no necesita palabras, necesita acciones. Un ejemplo claro… nadie considera la política verdadera, pero todos idean acerca de ella. Se han llenado la boca hablando de política, se han llenado los bolsillos hablando de política. Pero la línea de tales palabras es la misma desde hace siglos. Y la credulidad a tales palabras sigue siendo la misma desde aquellos tiempos. Una amiga me hizo abrir los ojos. Los jóvenes buscan crear sus doctrinas políticas sobre bases preexistentes, sobre mecanismos iguales en los que se rigen los modelos políticos actuales, cambiando fantasiosamente, siguiendo iconos desde las palabras pero no desde las acciones. Yo no los sigo. Pero que arroje la primera piedra quien está libre de pecados.
Así intento abrirles los ojos, quien no busca no encuentra. Quien no sigue el camino no llega a ningún lado. Yo busco ese camino con el corazón. Mostrando el eslabón que falta entre los sentimientos y los pensamientos, dejando a ustedes la libre interpretación entre lo que sobra y lo que falta. Con esto espero que la conciencia obtenga un pequeño salto y que las ideas bajen del cielo y comiencen a rascar la cáscara de la sutileza. Lo anhelo con toda mi alma. Quizá ayuden al resto, quizá me ayuden a crear aquello con lo que podamos sentirnos orgullosos, tal vez formemos juntos el espacio para la naturaleza, sin miedo a destruir eso que hemos formado, con la convicción de todo lo que podemos crear. Porque todos sabemos lo que dicho. Hace falta practicarlo, desde ahora.


G. F. Degraaff

Prologo

Las alondras suenan repentinas en mi cerebro, escucho el manantial de ideas que fluyen, cambian, giran y se expanden, observo el canto de arcángeles sobre los que se impregnan las filosas atalayas de las calles oscuras. Observo todo en mí alrededor mas no entiendo como aun no veo todo. Se escapan pasajeras del aire mil preguntas sin respuestas, se pierden aquellas cosas que no importan, pero mas se pierden aquellas que nos importan realmente. No solo miro con mi vista, también poseo la habilidad de oler con ella. Huelo cada respiro de lo que llega a mis manos, las hermosas melodías acompañan mi viaje de lo real a lo irreal, y susurro mil armonías de colores, cuando entiendo por fin el mensaje, cuando veo en la luz, cuando puedo oscurecerla. Entonces logro alzarme en el aire, para caer tempranamente aunque no existen tiempos para caer. Vuelvo a mirar a través de mí, por la bola de cristal que me envuelve y concuerdo la manera de expresarme mediante el uso del vocabulario, es algo que esta en mi mente o quizás no, pero está, y comienzo a preguntarme lo que siento, mis dudas me atropellan, logro sentir como una bala rompe mis huesos, como mi sangre fluye a través de mis venas abiertas y escapa, tampoco a la sangre le gusta permanecer demasiado tiempo en el cuerpo y quiere salir, desea romper con nuestro sistema, con nuestras arterias y brotar como una flor para liberar nuestro espíritu.
Hoy, escuche a mi vida susurrarme al oído, esa a quien amo, esa quien me lastima con gracia, quien me habla con su delicada voz y me cuenta entre las nubes de mi cielo, lo hermoso del valle tras las nubes. Soplo tan fuerte como puedo y logro esparcir esas nubes de ceguera, veo tras de sí, un cielo, un sol frente a mis ojos, rubio, de cabellos redados, de ojos claros, que me abraza y llena mi alma de sonrisas, y es entonces que mi sufrimiento crece porque donde existe la felicidad, el dolor acompaña. Salto el abismo que me separa de la verdad, pero hasta el mas estrecho abismo es difícil saltar, y caigo, vuelvo a caer mil veces, con el sol, que cae hasta los infiernos para alumbrarlos con su luz, y renazco junto a sus rayos de oro, para volverte a ver a ti vida mía, a quien estaré agradecido hasta mi último ocaso.
En mi alrededor giran miles de hojas de un viejo árbol marchito, de un arbusto celoso, de palabras enaltecidas, que quieren a cada revoloteo contar una de sus historias, una de sus andanzas, para que el mundo se adueñe de sus andares, de su experiencia y de si mismo, para no pertenecer a nadie.
La vida le habló a mi alma, quien camina entre senderos oscuros, entre pedradas y cardos furiosos, me dijo:-Camina recto, mas no hay camino, desciende y elévate, aunque no exista arriba ni abajo para ti, besa los pies de los bailarines y considérate dichoso de rodearte de ellos, pues, quien ve en la vida el danzar, puede alegrarse de danzar en la vida. Entonces suspiro y agoto mis fuerzas en mis pies, y me mantengo erguido, soportando la tempestad que azota mi rostro, la calumnia del viento frío y el mar bravo, la palabra de los hombres sin palabra y la sonrisa de los hombres sin sonrisa, pues hasta la sonrisa puede ser malvada.
Salgo de mi, hacia el aire, como un ave… la vida es dura para el hombre que roba virtudes y se inventa la densidad de si mismo, el hombre pequeño siempre puede ser humillado a partir de su pequeñez, y superarse con grandeza, mas, el hombre grande puede ser humillado, y a partir de su grandeza, ahogarse. Cuanto mas grande el hombre se cree, mas humillación sentirá en ser pequeño.
Y si mis penas desaparecen, será porque aprendí a sufrir, no hay vida plena para quien no aprende a sufrir y a superarse en sus tristezas.
Y si mis penas desaparecen entonces, será el día de mi viaje final, cuando navegue por mi océano inmenso hacia la inmensidad de mi océano, cuando salga al encuentro de mi sol, besando las aguas tranquilas por donde habrá de posarse para mi amanecer, para mi ocaso.
Hoy renazco, soy un cazador de hombres, de esos que se vuelven serpientes, de las arañas de caverna a quien molesta la luz. Y apunto y siempre sonriendo, disparo mil rayos de luz, porque hasta al diablo debe dársele lo que es suyo.
Volveré por que así lo quiere la rueda de la existencia infinita, volveré para ver mi amanecer desde mi valle, desde mi barca, desde mis ojos, desde mi alma, volveré para caerme y volver a saltar, sobre los bosques de estrellas hasta ser una mas que brille, hasta ser una mas que bese las aguas por donde navegaré mi viaje final, hasta que mi ocaso sea por siempre un amanecer infinito para las almas puras, para los nobles amigos de la vida, para quien en su ocaso acompañe al sol en su luz y renazca con sus rayos, para llenar de vida al mundo de los dioses, para llenar de vida al mundo de los hombres, para llenarse de vida eterna en los brazos del cielo y encontrarse caminando en la búsqueda de su existencia.

G. F. Degraaff
POLVO

Las nubes se encuentran a lo lejos. Mi mirada se pierde allá donde nada es visible. Encuentro en los ojos nocturnos la bruma del silencio. Te he encontrado! Hoy destello las preguntas. Hoy salgo a la luz. He conocido el estúpido problema al que se someten los hombres. Esto no me pertenece. Mi faz es la del sol en la noche. Si logras verme será porque el sol infinitamente se posa sobre nuestras sienes. Apaga la luz, es hora de dormir. En los boscajes las estrellas se ven enormes. Los ojos no han de ser precisos… si deseo me frustro. Mi frustración puede ser mi deseo. Encuentro las calesas que viajan al cielo. Mi boleto ha caducado. No soy digno de Dios. Dios no es digno de mí.
La armonía debería acompañarme como el viento al sonido. Las voces solo hablan. Y la verdad parece ser superficial.
He dedicado el tiempo a pensar en el tiempo. Basta! Todo vuelve, todo gira y me marean las agujas. Ya ha sido dicho. La fe sirve de consuelo. Quizás como guía. Soy una guija en medio del río bravo. Fulgoroso me envuelvo en el manto sagrado de mis ideales. Mis manos tienen sabor a herrumbre. He sido esclavo del paraíso perdido. No mas! Ostento mi transparencia como mis palabras. He escapado de las glebas del infierno. Primero lo soy, luego lo creo. Siento la pérdida de mi mocedad. He quedado perplejo por expiarme, son mis errores. Aun no encuentro algo en mi superior a mi. Vago pero laborioso. Lo que entra por la puerta sale por la ventana.

LAS SALAS MORALES

En las salas morales las paredes blancas son frías. (Mi bien es cuanto amo y cuanto me satisface por completo). (Mi mal, todo aquello en contra de mi voluntad, de mis ideales). ¿Quién decide quien debe morir? Extraviar el tiempo suponiendo que nos hace grandes. Basura! Yo digo: Lo que nos hace grandes nos debilita. Solo el necio espera ser sublime ante los ojos. La moral no carece de individualidad. El huraño también puede ser feliz.
El gran sentido que nos esclaviza. La gran farsa humana. La vacilación. Todo es para y porque. El intrépido humano no se guía por códigos humanos. La resignación ha sido impuesta. La concordia tiene como fin el progreso, (a toda costa), ¿de la raza? De las conveniencias individuales. Todos se estafan sonriéndose. Eso debe ser moral. Dedicar una sonrisa y un puñal. Algunos no son morales, pero deben serlo. En el sentido de que si no lo son acabaran condenados aquí en la Tierra. A cuantos se ha dejado sin condena por ligarse a la mayoría. Si cierro la boca no podré hablar. Todo a su tiempo. Mientras me guardo a mis ideas. El mundo no está preparado para las verdades. Las leyes fueron creadas para ser violadas. No mas leyes! No mas reglas! Muchas almas están demasiado sucias ya. Voluntades de almas sucias. Fines sucios. El hombre es un animal domesticado pero nadie le ha enseñado a pensar. Que podemos esperar. La esperanza eso por lo que aun vivimos. Continuando con las farsas: La verdad es decidida por lo predicadores de la mentira. Mientras tanto el mundo es dirigido por estos. Ahora Bien: yo predico mi verdad. Ya lo dijo aquel noble galileo: Quien tenga oídos para oír que oiga.
La unión hace la fuerza. Todos desean ser fuertes. Nadie anhela ser mejor. Por eso los hombres se juntan. Porque no se consideran lo suficientemente fuertes. Hoy el fuerte domina. El débil se somete. La humanidad esta sometida en un régimen humano. Caigan! Esta sociedad debilita! El hombre: animal racional. Las bestias también piensan, sino pregúntenle al Diablo Cristiano. El salvajismo puede ser racional también. Subo a mi pradera y encuentro una antigua ruina. Las gentes construyen para destruir. El cielo fue construido para ser destruido. El hombre fue hecho para ser desecho? Ahora: para esto hemos venido? No! Predicar la vida, el dominio del hombre. La armonía de la naturaleza. Lo que hemos olvidado. De donde venimos. Hacia donde vamos. Progreso: Una simple palabra confundida.


EL LABORIOSO

El día comienza lleno de estrellas. Cumplir con lo prometido. Después de todos estos días nocturnos se alza el sol. La gran estrella. Yo clamo el fin. Quiero llegar al final del río. Es imposible sin esfuerzo. Sin la fuerza no levantare las piedras. El dogal liga mi herramienta sagrada, pronto escuchare el vapor silbando humo alegre. Pronto me escuchare silbando humo alegre.
Las palabras se vuelven necesarias. Los absurdos se vuelven inevitables. Uno se acostumbra a lidiar con los dragones de los cuentos maravillosos, escupen fuego por la boca. Tantas estupideces, mis oídos se vuelven sordos, mis manos torpes.
Siempre mis nervios me han fastidiado.
Cuando todo carece de sentido, los sentidos carecen de sentido. Todo es poco:

Álzame entre suburbios,
De la noche en que comienza mi día.
Las praderas se tiñen de gualdas,
soy un esclavo de mi vida!

Ante mi un muro,
De lamentos. De piedras blancas.
Oh! Cántame tus melodías!
Fiel amiga sagrada.

Cuando estalla el furgón,
El acero cede.
Circulando los rieles,
el tiempo se enreda con mis oídos.

Hostiles inciensos
marean la atención de los puercos
que se hospedan sin permiso.
En derredor la gris calumnia.
Quedan sutilmente sumisos,
entre el velo de los paganos
nadie es culpable de la tragedia.


El laborioso
la clase del lamento,
he visto muchos ojos húmedos.
Son tantos los fantasmas
que asustados se pisan entre sí.


LA DAMA

Una antigua compañera. De las salas de juego en que deambulaba. Soltó un alarido al encontrarse circundada por lobos feroces. Escapaba subiéndose a los árboles de los violentos pantanos, donde pedía una copa. Yo me acercaba furtivamente, para que no me confunda con uno de esos espejismos desérticos. Luego hablábamos de las mil y una noches en que volvíamos juntos a saltar por encima de las cuerdas del cuadrilátero. Me ruborizaba a menudo cuando pedía un vaso de agua, pues llamaba la atención de la chusma que solo observaba y conversaba por lo bajo, entre dientes. Esto no me sorprendía, los conocía y me compadecía de esas pobres almas. Siempre hablaban, y cuando no tenían de que hablar, inventaban cuentos de terror, de los cuales todos eran protagonistas. Al caer tarde la noche y temprano el día, con elegancia se erigía sobre sus pies tambaleantes. Tomaba su abrigo con ambas manos, y dedicaba una volátil sonrisa a su alrededor, para escaparse por los pasillos de luciérnagas sombrías que debía atravesar para llegar al final de aquel antro. Afuera era otra. Eclipsaba a las más brillantes estrellas. Con fulgor propio. Yo le prestaba mi brazo para acompañarla, y mi alma; se la regalaba bajo la luz del candelabro de mi habitación. Me aseguraba de que no despertase hasta que yo lo deseara para poderla contemplar en sus sueños mas profundos, para abrir los ojos de día con el sol a mi lado. Acompañados con alguna melodía pasajera. Me embarraba de sus caricias. Me bañaba en sus tormentas.
Pero este cielo se ornamentaba con nubes crueles. Las aves volaban a su alrededor mas ninguna se posaba en ella, era fiel solo a su naturaleza. Era transparente cuando sabía que nada oscuro dejaría ver detrás, el resto del tiempo me entretenía mirando el suelo, buscando la sortija adecuada.
Luego solo con una mirada nos despedíamos, regábamos el ambiente de cálidos aromas y volvíamos a encontrarnos en cuestión de minutos. Nuevamente enredados, afiebrados de noches enteras, siempre las mismas, con palabras nuevas, con experiencias nuevas, con sensaciones nuevas, pero con el sentimiento constante. Aunque nada se mantiene constante por mucho tiempo; nuestro reloj solía atrasarse por momentos y saltarse de a ratos, sobre todo cuando no había tiempos que respetar o los tiempos no eran respetados. El invierno era cruel. El frío golpeaba su pecho, nunca el mío. A mi me castigaba la voz. Nos convertíamos en inmensas estructuras de hielo, capaces de generar otra época glacial. Dos palabras eran muchas. Ella desaparecía, yo enloquecía. Veía caerse el cielo en mis manos y poco me importaba. Sólo una vez más decíamos. Y seguíamos diciendo. Pero hasta el invierno termina y aún así queda nieve en las cúspides de las montañas mas altas, las mas cercanas al cielo, esas que ni el sol derrite, y en las salas de juego el sol no es invitado, como tampoco lo es el tiempo. Siempre hace frío en los elevados cielos, amigos del sol.



G. F. Degraaff