He vuelto

He buscado, contraído, la versatilidad de mi derrota, y he sentido el placer de desaprender. Ahora vuelvo, con el calor de un claro mensaje.

El Rey Thule

Nadie lo había previsto, absolutamente nadie había siquiera iluminado el matiz mental propio de aquel descubrimiento. Quizá aquel grupo de excavadores, sabían donde se ocultaba el misterio que durante siglos había sido causa de una demencia general. Puede que muchos de ustedes no concuerden con mis creencias, pero el suceso que tuvo lugar aquel atardecer en el vasto desierto de Wadi Rum, al sur de Petra, Jordania, no precisa concordia entre mis vagas creencias y las de ustedes, basta con afirmar que los sucesos fantásticos que atemorizaron la expedición se volvieron una extraña sombra que nos impulsaba a ir mas allá de las probabilidades de supervivencia. Con escasos recursos, debido al tiempo que llevábamos perdidos en la inmensidad del desierto, extenuados ya mis compañeros y yo, ni siquiera los beduinos que condujeron la expedición soportaban ya las elevadas temperaturas y la escazes de agua, seguíamos contra la corriente buscando el fin que nos había conducido hasta allí. Las ruinas de una civilización antigua, perdida, que yacía enterrada bajo el manto dorado de las moldeadas montañas que nos rodeaban, era la tumba de una oscura biblioteca faraónica, que ocultaba siniestramente rastros de viejos ritos y sacrificios desconocidos por los arquéologos modernos y contemporáneos.
La noche del 5 de Julio, habíamos oído en boca de algunos expedicionarios la influencia de un extraño símbolo que al mirarlo durante unos minutos absorbía los recuerdos. Aún me eriza la piel recordar la expresión de algunos excavadores sumidos en el olvido total de sus personalidades, perdidos en tiempo y espacio corriendo hacia la inmensidad del desierto, perdiéndose en la lejanía. Habíamos perdido casi la mitad del número total de expedicionarios bajo la influencia de este símbolo maldito, otro cuarto había desistido en seguir con la expedición. Quedábamos unos quince dispuestos a resolver el enigma y reconstruir la entrada a viejos túneles que conducían a las profundidades de aquella ciudad subterránea. A la mañana siguiente, los mas expuestos a los jeroglíficos tallados en las paredes de uno de los túneles principales, nos habían abandonado bajo los mismos síntomas que los demás expedicionarios, fugados hacia la inmensidad de un desierto que amenazaba devorar las vidas de quienes lo cruzaran. Sólo quedábamos cuatro, el arquéologo Jean Paul Ferrier, la egiptóloga Mirtha Von Quiest, el periodista Ruben D´amico, y yo. Tardamos alrededor de un día en reconstruir la entrada que nos llevaría al fondo de aquella gran tumba antigua. Al despejar la entrada, todos nos encaminamos al campamento que se ubicaba a unos cien metros del lugar para hacer los preparativos necesarios conforme a la expedición en aquella vasta profundidad.
A la mañana siguiente, caminábamos hacia la entrada cuando Ruben sumido en paranoia imploró de rodillas que nos quedáramos fuera. Petición que no fue escuchada por ninguno de los tres que nos dirigíamos dispuestos a todo hacia la entrada de aquellos túneles. Ruben decidió quedarse afuera esperando nuestro regreso.
Una vez dentro el estupor era insoportable, la oscuridad se subía a nuestras espaldas dificultando el andar. Recorrimos unos quinientos metros en bajada, hasta chocar con la primer cámara, allí descubrimos símbolos tan antiguos y desconocidos que nos era imposible determinar su origen. Al parecer, los rastros de una civilización mas antigua que la egipcia, había dominado las costas del Mar Rojo. Las paredes de la cámara se erigían unos seis metros desde el piso, con enormes símbolos tallados sobre las paredes. No nos detuvimos allí. Seguimos unos cuatrocientos metros en espiral, bajando cada vez más, hacia lo que parecía ser las ruinas de una antigua biblioteca. Las paredes tan altas como la anterior cámara, con estantes de una especie de piedra oscura similar a las Tektites, contenían libros que ninguno pudo tomar debido al peso que ejercían. Esta segunda cámara era mas pequeña que la primera, el aire era espeso, lo que obligaba a descender lentamente. Seguimos bajando hasta una cámara que contenía unas seis puertas de unos cinco metros de alto. Allí nos separamos. Jean entró por la mas cercana a la pared derecha, Mirtha por la del medio y yo por la mas cercana a la pared a mi izquierda. Nos miramos por última vez y nos perdimos en la oscuridad de nuestros túneles. Inconscientemente comencé a leer en las paredes talladas unos símbolos, y recité sin darme cuenta:"...Alejaos de aquí, quien ose ir mas allá de esta puerta conocerá la ira de Thule...".
La leyenda del grupo Thule se remonta a los orígenes del germanismo, al parecer un isla desaparecida que había sido el centro mágico de una civilización extinguida en la región mas septentrional de la Tierra, conocida por sus tierras blancas sumida en la oscuridad de la noche, pues ni el sol en verano la ilumina.
Lo que acababa de pronunciar, me había dejado afiebrado ¿Qué relación existía entre los Thule y las ruinas de una civilización antigua en las costas del Mar Rojo?. Había leído de las paredes, unos símbolos cuales desconocía en absoluto pero que me eran horriblemente familiares.
Al mirar atrás el túnel se extendía casi infinitamente. ¡Pero si había caminado apenas unos diez metros!. Seguí mi rumbo entre paredes filosas y una oscuridad que me tragaba a cada paso. La respiración se volvía un lujo en la espesa atmósfera que me rodeaba. Comencé a correr casi con desesperación, mientras mi respiración comenzaba a menguar. Corría en círculos. En la lejanía oí el grito desesperado de Mirtha, unos minutos mas tarde el de Jean Paul. Fuera lo que fuera sin dudas acabaría conmigo, me encontraría. Seguí mi trayectoria casi sin esperanza de salir con vida de allí. En el fondo divisé una luz. Y fui hasta allí. Entré en una fría cámara que contenía una especie de mesa de unos dos metros de alto por unos cuatro metros de largo. Sobre la mesa pude ver un cuerpo largo, que ocupaba casi la totalidad de esta. Las manos con largos dedos y filosas uñas colgaban a los costados. Lo envolvía una larga túnica marrón que caía a los costados de la mesa. Escuché un rugido que temí rompiese mis tímpanos cuando los brazos de aquél abominable ser se movieron. Salté un pequeño escalón y corrí por uno de los túneles que se abrían a los costados, sobre las paredes. Corrí desesperado una media hora sin rumbo, mientras el techo comenzaba a caerse. Sintiendo los pasos del gigante detrás mío. Recorrí la extensión de cada túnel sintiéndome a cada paso desfallecer. Antes de ver por fin una salida, sobre la pared del túnel alcancé a ver una cruz gamada. La esvástica nazi tallada. Al salir de aquellas profundidades ninguna señal del campamento, ninguna señal de Mirtha o de Jean Paul, siquiera de Ruben. Caminé cuesta arriba, durante dos días de arena y sol, hasta encontrar un pequeña civilización. Allí se ocuparon de mí. Al explicar a los nativos de aquel pueblo mi experiencia, todos reaccionaban de la misma manera, tapándose los oídos. Un anciano se acercó hasta mí una noche en que la luna bañaba las arenas y dijo:- Has tenido suerte, nadie entra en la tumba del gran Thule y vive para contarlo. Allí, se dice, duerme el gigante que algún día dominará la tierra. Los nazis sabían esto y quisieron pactar con él el dominio del mundo y vinieron a verlo en su tumba. El gigante intuyó la traición y ¿sabes? nadie engaña al omnisciente Thule, fue él quien decidió el transcurso de la historia, la derrota nazi. Desde tiempos inmemoriales cuando la tierra era dominada por gigantes, Thule, era el mas poderoso. El evitó la destrucción del sistema solar haciendo uso de sus facultades psíquicas, tú sabes que lo que pasa aquí es un reflejo de lo que pasa allí. Thule, dominó el movimiento de los astros, al hacer esto toda su energía fue agotada, por lo que tuvo que retirarse a morir, o quizá a descansar luego de tan ardua tarea. Había salvado a la Tierra de una destrucción inminente. Tú entraste en su tumba. Nunca te dejará en paz... algo de él ha quedado contigo, lo puedo sentir.
Se retiró en silencio, sin decir más, desapareció en la oscuridad de la noche.
Algo en mí, no me era propio.
Luego de dos meses regresé a Europa en busca de respuestas. Intenté localizar algunos miembros de la secreta sociedad Thule, sin éxito. Mientras mis noches eran mas largas, sentía un poder del mas allá torturando mi cabeza. Sumido en alucinaciones, mis sueños eran siempre los mismos. Regresaba noche tras noche a una extraña civilización de gigantes que se movían en manada, respondiendo telepáticamente los mandatos de una fuerza omnipresente. Viviendo en una disciplina extrema que según entendía ayudaba a evitar la destrucción del planeta. Esta disciplina actuaba directamente sobre los astros manteniendo el orden del sistema solar. Entre todos estos gigantes, pude reconocer al gran Thule, quien al parecer era quien gobernaba y manejaba nuestras mentes a fin de llevar a cabo la estricta manera de actuar.
Durante el día buscaba información sobre esta civilización, pero todo era en vano, al parecer no existían registros de esta antigua raza de gigantes. Tampoco lograba hallar algún sectario de Thule, según mis investigaciones, la sociedad fue disuelta al asumir Hitler el poder de Alemania, ya nada quedaba de esta sociedad. Nada de Haushoffer o de Rosemberg. Nada de Guenon o Horbiger. Solo un poco de historia pseudocientífica que se remonta a las antiguas eras geológicas, al parecer, la Tierra tuvo tres lunas anteriores al satélite que vemos hoy. Tres veces, masa de hielo espacial fue absorbida por la gravedad de la tierra convirtiéndola en su satélite, cada una después de miles de años comenzaron a acercarse a la Tierra, aumentando la velocidad. Al aumentar la cercanía de la Luna, el planeta experimentaba una leve disminución de gravedad lo que hacía que las formas de vida terrestre aumentaran su tamaño. Esta alteración lunar traía consigo la aparición de razas gigantes de todo tipo de vida y cambio en las mareas. Mareas que borraban partes del globo y civilizaciones enteras. Luego de miles de años la luna chocaba contra la tierra produciendo la desaparición total de las formas de vida y con ella los rastros de cualquier civilización. Esto es lo que pasó con cada una de las lunas que el planeta atrajo. Antes de que la tercer luna chocara contra el planeta, Thule y su raza de gigantes, habíanse sometido a la rigurosa disciplina que evitaría o al menos frenaría la destrucción. Mediante la rigurosa disciplina había logrado que el satélite disminuyera su velocidad, con esto esperaba poder salvar a su civilización. Algunos emigraron a las cumbres de las montañas, dejando rastros en las elevaciones cordilleranas y alpinas. Thule, al parecer sabía que moriría y decidió enterrar su tumba en lo que hoy se conoce como Jordania.
Luego de diez años de sufrimiento he decidido, en parte por ser víctima de horribles visiones apocalípticas, en parte por comprender mi destino. Ahora sé que al morir regresaré al pasado, con la civilización que alguna vez envió su mente al futuro. Lovecraft no era un ficcionario era un visionario. He decidido y con este relato espero entiendan, es menester ser conscientes de la catástrofe inminente de nuestra falta de disciplina. Ahora partiré al pasado con la esperanza de mantener el futuro, porque si el futuro puede alterar el presente el pasado es el inicio de ambos.


G. F. Degraaff