He vuelto

He buscado, contraído, la versatilidad de mi derrota, y he sentido el placer de desaprender. Ahora vuelvo, con el calor de un claro mensaje.

Los Antiguos

Crece la historia, camina con el tiempo y las generaciones. Son tantos recuerdos vituperados, verbigracia, el verdadero móvil Nacionalsocialista, los quince poemas a la libertad del Ruso Trovovsky o el mismísimo Necronomicón. Todo alude a pensar que nos resulta mas fácil barrer la basura bajo la alfombra, o esconder las huellas que guían al abismo del conocimiento infinito.
Bien, el relato que a continuación comentaré no declina su suerte arcana y corresponde a la historia no escrita de la historia de la humanidad. Cuando tuve acceso a ella bajo el albur inesperado de un sueño, no logré corroborar su ubicación excata, dado que ningún mapa hace referencia a ella. Por otra parte, intuyo que sugiere una zona cercana a Wadi Hammamat, en el desierto oriental egipcio.
Un pueblo alejado de todas las grandes civilizaciones que antecedieron a Ramsés IV, sumidos en una aldea antigua que no figura en aquel viejo mapa de Amennakhte, víctimas y creadores de su propia destrucción.
Según fui testigo en mi sueño, me vastó conocer las murallas de aquella civilización para entender que nadie podía entrar ni salir de allí. La estructura formaba una gran circunferencia, sin ninguna puerta visible. Algunas escaleras se proyectaban hacia lo alto, invitando a intentar escapar volando o a resignar la vida saltando al lejano piso de piedras. La arena disfrazaba mis intentos de dibujarla. Era sin dudas una especie de cárcel antigua. Aquella civilización extraña contaba con unas trece salas diferentes entre sí, pero de similar tamaño arquitectónico. Cada sala poseía un singular símbolo, uno de ellos me recordó al Imox Maya. Caminé la circunferencia mas nunca llegaba al punto de orígen. Decidí explorar fugazmente aquella sala con aquel reconocido símbolo. Dentro de la antecámara pude ver inmensos volúmenes de libros que me resultaban conocidos. Me acerqué hasta el grueso lomo de un libro que parecía ser La Ilíada, intenté sin éxito quitarlo de su lugar, pues su enorme tamaño pudo más que mis fantasmagóricas manos. conseguí observar algunos títulos que sostenían mi presagio, El sutra del Diamante, El papiro de Derveni, un moderno opúsculo de La Biblia de Ulfilas y una excelente y celosa referencia del Kitab al-jabr wa'l-muqabala. Me resultaba incomprensible hallar estos libros en una ubicación en tiempo y espacio completamente alejados de aquellos considerados originales. Caminé en torno a la sala semioscura en la que me hallaba, las paredes lisas no evidenciaban ningún proceso de constucción por piedras, más bien, eran enormes rocas planas en posición vertical las que sostenían un techo que dudo hubiera estado separado de aquellas gigantes rocas. me perdí unos minutos en la total oscuridad, al decidir regresar ya no había nada detrás mío. Cuando alcancé la salida, o mejor aún cuando la salida me alcanzó corrí para situarme en el centro de aquella circunferencia amurallada. El sol secaba los labios. Insólitos símbolos dibujados en la candente arena atrajeron mi atención. Nadie respiraba a mi alrededor mas sentía la presencia extraña de la fiebre social. Y en el techo de la sala que se podía observar en dirección al este, un anciano señalando con su largo bastón, con voz inquisidora dijo:-Et divaj e´m tinoj, hansé vi`n hammamat sihul a`tsj jire´m. Perplejo quedé mirando al sol. El anciano había desaparecido mientras cerraba mis ojos en la acción involuntaria del pestañeo. Un segundo más tarde estaba parado en las altas rocas, alejado, alrededor de aquellas murallas que contenían el secreto del tiempo. El ruido incesante del trabajo comunitario dejábase oír en la distancia. Provenían de un solo lugar y de muchos a la vez. No recuerdo bien mi regresar al estado ordinario, claramente extasiado todavía podía oir aquel extraño ruido. ¿Quienes eran aquellas almas? ¿Cómo habían conseguido aquellos libros, cuales no fueron escritos sino despúes de cientos de años?. Tomé rápidamente el agua de la canilla del baño, mojé mi cara e intenté relajarme. Si todo estaba escrito antes de ser escrito, si todo culmina volviendo a existir, y lo que aquí haga ahora volverá a pasar en miles de años, aquella circunferencia, posiblemente sea, donde venimos y hacia donde vamos, el punto que contiene todos los puntos.

G. F. Degraaff

Vacilante

Estaba bloqueado. La terrible contienda de la rutina concluyo mi ánimo y anesteció mi mente. Con la suavidad de las hojas al caer de un árbol que nadie vió, con ese ruido imperceptible que sólo el alma escucha. Abrí la ventana de mis letras y el horizonte no podía distinguirse. No conseguía oir mis propias súplicas, el cuerpo pesaba mucho como para remontar vuelo. Hoy siento ese pequeño que apenas camina, sentado, debajo mío, sin poder levantar una idea. La salida mas clara parece ser la mas difícil. Caminando bajo el vaho del invierno crudo que galopaba en mis pies, con algunas horas de desvelo, algunas pocas de sueño, comienzo a sentir como pronto el día amanece de noche again. Colillas de cigarros que parten mis labios son las únicas compañías, y esta copa de vino... Ay! esta copa! la oprimo con el ansia de regresar a la marea, al torrente de símbolos que aullan en mi pecho. Recordaba la sensación de la responsabilidad, que extraña se me hacía la quietud en mi alma, como la luna testigo del vendaval infinito, de los rayos que buscaban tocar tierra, así sentía mis ojos al no lograr enfocar un segundo en ese centro que algunos llaman armonía. Nadie tiene la fuerza suficiente, y ningún castigo es mas terrible que aquel que podemos darnos nosotros mismos. Expiarse parece cruel, tan cruel que ningún médico lo recomendaría. Sólo los sabios conocen el manantial de purificación que se esconde en nuestra propia tormenta. Pasa el tiempo, cual el tren que me deja en la estación de las lágrimas. Seca el tiempo los húmedos vastagos que fuerzan la vida. Había regresado a una antigua adicción. La de buscar en el fondo la solución de la utopía. Cientos, miles, millones de rayos que en ninguna dirección bajan del sol hacia mi cuerpo inerte, que come lo que vomita, que roe la silueta de mi sombra. Oh! ¡las flores se marchitan tan pronto! el amor no encaja en mi percepción diaria, está de mi lado. Tropiezo y creo que fue mi culpa. ¡Dèjá vu!, siento haber sido testigo de mis pasos alguna vez... cierto es que los caminos son distintos pero llevan a lo mismo, cierto es que la felicidad dura todo el tiempo que conservamos nuestros ojos abiertos... a mitad de camino el camino se bifurca, señales anuncian el destino y nosotros en el medio de la lluvia, parados frente al camino, mirando, llorando... ¡Tiempo! espero tu aguardo... No olvides en el pasado lo que traes para el futuro... Recuerda que también naciste en algún lado, recuerda que también has visto lo que mis ojos no vieron, deja de correr, detente un minuto a mi lado, y llora conmigo alguna vez.

Muerto

Acaso la memoria está vituperada? La fantasía termina cuando el cristal se rompe, y esta copa ha dejado de sangrar. Las espinas de la compasión rumian el desenlace, ¡desertar!, ¡pronto!, ¡a mis sueños!. Las huellas de algún camino en el pasado muestra el silencio de todas las palabras... ¡si supieras! cuanto comprendo... Pero es menester tener la fuerza y la convicción para encarar el camino a lo desconocido... No podemos seguir amarrados a lo conocido por siempre, aunque esto sea una soga que tira de nosotros cuando hay problemas... ¿El valor de las cosas, quien lo pone? ¿La intrepidez de donde nace? Cortar el cordón se vuelve necesario, ¿A ver hasta donde llego por mi cuenta? debe haber sido mi primera pregunta en la vida... Hoy vuelvo a la luz, renazco como tantas veces, y vuelvo a mi primera pregunta... No puedo acompañar desde cerca, no puedo caminar apoyado siempre... Si alguna vez he muerto, ahora lo sé, fue por mi mismo...

Silencio

Maravillado por el suburbio, el esplendor paterno logra soltar el asa ineludible de la libertad. Siempre codiciando el regreso de las probabilidades de tapar el mar bajo el remo. Se procede no sin miedo, nadie siembra una flor para arrancarla. Pero no son propias las manos que separan los trozos del panegírico. Con cautela pero intrépidos, firman leyes de conveniencia social en ambos lados del camino. Una sufre, la otra argumenta sin esconder la sonrisa, que el cielo hoy brilla más.
De a ratos la ley se quebranta en los arrabales. El juego resulta así prohibído por ascetas del pasado. Con batalla en varios frentes, pocos ejércitos ganaron una guerra.
Cuando me disponía a avanzar por las oscuras calles del humo, regresaban fugaz, incoherentes, las voces del temor de mis ancestros. Debido en parte a la irrisoria información. Debido en parte a la congestión de datos. Miré por un hoyo en la cercanía de una fábrica cuyo tizne me recordaba el color de una vieja remera. Nada de rubíes, ni esmeraldas. Las placas brillantes de dos autoritarios personajes contrastaban como aquél agujero frío en la noche cálida. En el lacónico período de ceguera me embistieron como almas asustadas aquellos rostros que figuraban en la penumbra, y antes de poder hablar estaba condenado a mirar unos ladrillos húmedos. Las manos que presionaban la espalda eran mías. Las manos que sujetaban mis manos no lo eran.
-¡Quédate quieto! Fue lo primero que escuché, inundado el ambiente de ruidos mecánicos.
-¿Qué sucede? Pregunté aún extasiado.
-¡Pedazo de mierda, quédate quieto! Sentí dos golpes a la altura de los pulmones. Me hicieron crispar. Con tal violencia reían mientras revisaban mis bolsillos fugazmente. La noche comenzaba a volverse fría. El ruido de las maquinarias del otro lado de la pared zumbaba en mis oídos como testigos ciegos. La fuerza me mantenía atado contra el muro, mientras decenas de golpes llovían a mi espalda. Mientras era examinado completamente por esas sucias manos policiales. En ningún momento me permitieron dar vuelta. Sonreían, me insultaban, sentí escupir en mi cabeza, me golpeaban con tal fiereza que podría haberse desgarrado mi piel con el soplo de una brisa nocturna. Al cabo de unos instantes, miraba el piso. En posición fetal, amortiguaba golpes que quitaban el aliento. Creo recordar absolutamente todos los detalles de las cuatro botas que expectoraban golpes sobre mi hígado. Recordé en un segundo la totalidad de vida, me hallé oliendo las rosas de mi jardín, me miré corriendo para saltar sobre las bolsas de paja del campo de mi padre. Miles de momentos brotaron frente a mis ojos, que buscaban volver a ver el pavimento. Cuando conseguí enfocar aquellos ladrillos húmedos de la pared, volví a respirar. Luego de la injustificada golpiza, intenté levantarme no sin esfuerzo. Mientras sacudía mi ropa, me limpiaba la sangre, e intentaba adormecer los dolores de mi cuerpo, recordé el frasco de pastillas que traía conmigo en uno de mis bolsillos. Este ya no estaba. Lo habían llevado. Con pedirlo, se los hubiera dado.

G. F. Degraaff

Surrealismo

...confuso, filoso, cortante, agudo, tajante, maniático, neurótico, fugaz, engañoso, veloz, frenético, delirante, perverso, desequilibrado, volátil, demente, vertiginoso, fulminante, morboso, flexible, terrorífico, afiebrado, alienado, imbuido, lacónico, expansivo, sugestivo, sucio, duro, difícil, crudo, tenaz, explícito, intrépido, conturbado, agitado, trepidante, inestable, versátil, caótico, oscuro, explosivo, espontáneo, abierto, entumecido, lapidario, suicida...

La huída

Dibujan el horizonte las jerarquías que discuten su reverencia de sangre. El mal paso de dos piernas determinaron la corriente en extinción. Violáceos los lauréles se tornan y alejarme del paraíso parece inevitable. Las sombras de batallas cautelosas sobre arenas gualdas que allanan la penumbra se vuelven el rincón de los pensamientos. Complace el sonido a quienes sin oído vuelan ese domo inquieto que inventa dioses para las paredes. -¡Si!- la razón puede volverse el vidrio de tus ojos, y gana por cansancio. No admite desertores. Viajo por donde la piel se eriza y gustoso disfruto del terror. Lame el laberinto las botas húmedas y los corcéles blancos que escapan.
Ahora el príncipe vuelve a ser futuro, ya, desde tiempos antaños viaja el soberbio. La caótica explicación de lo que significa el tiempo. Ni siquiera hay caos.
Cómete la tela de las medias y vomitarás exitos. Hay demasiados que así lo entienden. Y se escupe la inoncencia en todas partes.
Con firmar ya estas dentro. Y unas gotas de tinta gobiernan tu alma. Regalas ese caos que resulta la existencia, cedes mas de la mitad de la corona, y emotivo cruzas las avenidas que sofocan tu bosque. Sigue corriendo, quizá llegues al final pregutando porque has ido por el camino mas seguro. Mirando el resto del campo a los costados creerás que existen miles de destinos.
Era tiempo ya de volverse ricos rumiando las buenas costumbres, dijo un monje en la espera de su Dios. Mientras de la caverna veo cuantos escalones tiene la escalera. Hay francotiradores mirándonos.
El tiempo es ahora, y ahora sigo dormido. En el sueño de mi jardín, mi tiempo es mañana. Entonces ¿Dónde vivo?.
-¡Alejaos de este peligro!- ¡Corred a las montañas del hombre del mañana!
Parece tan frágil, desenlace de los huesos pronto, antes que la luz irredenta exclame:
-¡Vuelvan aquí, demonios del futuro!.
Entonces cualquier sendero se vuelve peligro. Sin intentar han muerto muchos que intensamente buscaron... Sin intentar.
Pero el obstinado siempre busca hasta encontrar el recurso de todos. Y un mundo feliz resulta para todos ellos. Es que la necesidad se vuelve sangre para la piel bañada de rocío de primavera que busca alcanzar el invierno.
Se asomaba el gélido cristal desde la ventana que permite pasar el aire cínico encausado. Su caudal frío escapa a las corrientes marionetas.
Te expulsan y te reciben como un héroe, no importa tu casta ya, tu nombre es divino.
apretan, y sale el veneno como por la herida, arrasando la piedad de los tristes.
La transfiguración es enorme en los sótanos cálidos que abrazan el arte. Ya lo veo, Arriba camina la brisa, abajo, los huracanes. Distinto del mar que en la superficie muestra su ira, y en el fondo se escatima el deseo perpetuo.
Si la salvación requiere metal precioso, somos muchos los que llenaremos las salas infernales. Será el recurso de Dios, volver el cielo exclusivo.
¡Oh! intento reir en vano. La greda húmeda te hunde y el sol como testigo nada puede hacer para que la soga llegue a tus manos, o al menos hasta el cuello.

G. F. Degraaff

En el campo (II parte)

Sólo, en medio de un campo rodeado de pastizales altos, la noche acrecentaba su autoridad, su poder. La luna centellaba luces de colores que alegraban a los espíritus que merodeaban la noche. El estanciero, corría, sin piedad con sus piernas, con una enorme agitación en la respiración. Sus pulmones hinchados de humo, se encontraban al borde del colapso, esto debilitaba de gran manera el estado físico del estanciero quien condicionado por su edad comenzaba a sentir los efectos de la falta de aire en la sangre; visión poco clara, pensamientos dificultosos, debilitamiento de las extremidades.
A los pocos metros, escuchó una conversación entre los pastizales, dos hombres jugaban una partida de cartas sobre una mesa redonda, de madera tallada, rústica. Ambos invitaban con gestos y ademanes al estanciero, quien con cierta desconfianza de su claridad mental, se alejaba, sin quitar la vista sobre lo que veía. Al correr hacia atrás, inevitablemente había pasado por alto la luz del semáforo de la intersección de la avenida, y observó como un policía lo llamaba con un aire impositivo. También comenzó a alejarse, hasta que por fin cayó en un enorme agujero que había en el suelo, caía constantemente por un túnel con fotos sobre las paredes de colores fluorescentes, sin fin aparente. De pronto, solo sombras, la vista había desaparecido, estaba consciente de todo lo que pasaba a su alrededor, su oído, su tacto, su olfato, todo decía que había despertado por fin de su ilusión. Al abrir los ojos, un circo, una enorme carpa con fuegos artificiales se adueñaba de su atención, miles de personas, figuras desfiguradas, con enormes bocas, algunos combatiendo entre si, por un globo que terminaba perdiéndose en lo alto. El bullicio perturbaba incluso a los animales que intentaban escapar ante la expectación de las plateas, que albergaban a los mas altos funcionarios del gobierno y a cleros enfundados en sus capas de color oro.
Al tomarse de un trapecio, se encontró en la cúspide de aquel circo, y fue entonces que comprendió que de un salto podía cambiar su escenario, que sea cual fuere, él tenía la capacidad de cambiarlo. Entonces soltó sus manos y voló libre entre las nubes y se halló en medio del campo rodeado de un potente silbar de grillos. Tendido sobre el suelo, exhausto. Fue entonces que decidió regresar.
Después de unas horas, al llegar nuevamente a la estancia, desde el noroeste, vio la figura de su extraviado compañero, sentado, como esperándolo hacía un tiempo. La vestimenta fue lo primero que atrajo su atención, no parecía el mismo ropaje con el que algunas horas antes había estado, su apariencia era diferente, entonces, con miedo a estar viendo una ilusión, se abalanzo sobre su vecino, con un alarido de guerra, arrojándole un golpe. Esquivar el golpe no fue tan difícil como explicarle que no había sido él quien lo había acompañado en su travesía por el campo.


G. F. Degraaff

En el campo (I parte)

En el Umbral, la noche se movía lentamente, como siguiendo el canto de las luciérnagas, que danzaban bajo los rayos de la luna llena que resplandecía al norte sobre colinas embarradas de una oscuridad placentera. Él muy bien sabía que para llegar al otro lado del pueblo debía atravesar el inmenso campo que lo separaba, rodeado de nada, sumiso en la fiebre nocturna, como vacilante ante la presencia extraña del aire sin luz, el ambiente generaba cierta tensión, pues, muchas veces el caminar en esta inmensidad, sobre todo oscura, quedaba uno expuesto a cualquier tipo de peligro, desde animales salvajes que ansiaban un cuerpo con el cual saciar su apetito, hasta los inexplicables fenómenos legendarios que revelaban todo su misterio y que acaudalaban el miedo desde los pies a la cabeza. El propósito de la aventura era incierto, las posibilidades de llegar al otro pueblo también lo eran. En realidad necesitaba, creo yo, superar un miedo antiguo.
Esa noche la niebla, cubría como un manto de humo los alrededores de la casa, y él dispuesto a salir, tomo su escopeta entre ambas manos, aseguro su cuchillo sobre su faja y se sumergió en aquella inmensidad, abatiendo cualquier argumento válido como para evitarlo.
Al poner un pie fuera de la casa, observó, con no mucha claridad, la figura de un hombre que se acercaba desde algunos metros, viniendo desde el frente de la casa, hacia el lado de la constelación de Géminis, a esa altura del año se situaba al noroeste, contrariando con Libra. Al deshacer la nube de rocío que cubría sus ojos, mas bien, al estar lo suficientemente cerca, reconoció el rostro de su viejo vecino, quien vivía en otra estancia similar, a dos kilómetros de distancia. Su presencia detonó por escasos segundos un sentimiento confuso, entre temor y alegría, entre furia y tranquilidad. La aparición de esta persona podía ser causa, y muy bien lo sabía, de su trastorno esquizofrénico, esto generaba cierta desconfianza de su realidad, su mirada se tornaba incierta, su respiración y su ritmo cardíaco aceleraban acrecentadamente, generando un sudor frío que le bañaba todo el cuerpo. Al hallarse a pocos metros, se precipitó a su encuentro, tomándolo por las manos, acariciando su rostro, luego sin motivo aparente, le arrojaba un golpe con toda ira, como liberando su miedo de estar viendo una simple ilusión. Si acertaba el golpe estaba seguro de que no correspondía a otra visión, a otra alucinación.
El caballero era real, de esto se enteró cuando su vecino, enterado de su enfermedad le suplicaba tranquilidad a su explosión de miedo, con la boca bañada en sangre. Le hizo saber que estaba allí para acompañarlo en su travesía nocturna por la extensión de hierba que se perdía en la lejanía.
El estanciero, conociendo los peligros que le esperaban aceptó a su compañero, pidiéndole disculpas por su acción exagerada y altiva, e invitándolo a servirse de una pequeña pistola de seis balas, calibre treinta y dos, y unos cuantos cartuchos extras por seguridad.
La extensión del campo parecía mezclarse con el cielo estrellado, los altos pastizales daban una apariencia un poco mas siniestra al considerable tamaño de la estancia. Tomaron cada uno una bolsa de grandes dimensiones, y se adentraron entre los pastizales y la paja brava, que, con su filo imperceptible proponía mas peligrosidad. Entraron en lo profundo del campo, el cielo dificultoso se podía ver tras los empinados pastos, el silencio gobernaba la noche. Cada paso invitaba al crujir del suelo y sin vacilar ambos hombres apretaban el paso.
La sensación de un tercer acompañante comenzó a perturbar la mente del estanciero, quien con la mano fuertemente apretada a la de su compañero evitaba mirar atrás; la caminata era ya extenuante. Unos metros mas adelante ambos decidieron tomarse un tiempo para beber agua y limpiarse las botas que estaban cubiertas de un lodo espeso. En su descanso, el estanciero comentó su sensación de peligro, la extraña y súbita sensación de sentirse perseguido por una extraña figura, que como conteniendo el aliento corría por detrás de ellos; aquella extraña sensación había llegado incluso a la exposición sensorial del acompañante del estanciero, y en su mente había comenzado una persecución de vida o muerte, ambos sentían lo mismo. Rápidamente, el estanciero tomó la mano de su compañero y volvió a correr con todas sus fuerzas, sin aliento, corrían zigzagueando, sin rumbo, apresuradamente, sin mirar atrás; ambos volvieron a sentir la abominable sensación de soledad en medio del campo, expuestos a cualquier peligro, indefensos ante su supuesto perseguidor, quien de manera furtiva corría atrás de ellos, acechándolos a cada paso. Ninguno se figuraba detenerse, solo corrían desesperadamente.
En un momento, en que la noche se hacía mas extensa y los minutos parecían frenarse al silencio infinito del rocío, un descanso en medio del campo, donde los pastos mas bien estaban cortados como a medio centímetro del suelo. Adelante, unos tres metros, los pastizales volvían a medir entre tres y cuatro metros de altura. Pararon. Se hallaron mirándose el uno al otro, contagiados de adrenalina, ninguno era capaz de articular palabra alguna, miraron el cielo, y corrieron en dirección contraria. Al percatarse de su soledad, el estanciero se detuvo, se encontró solo con aquella extraña sensación que le atormentaba, daba vueltas en círculo. Volvió a sentir desesperación y ante una nueva sensación de persecución, tomó su arma entre las manos, y acertó disparos al aire.

G. F. Degraaff

Lucha

Plagiaron mi alma, la vi en manos de un príncipe, entre la letanía de mi voz y la respiración de un anciano.
Nunca le di al alma un valor pignoraticio, como la savia que asciende, así me figuraba a mi espíritu.
Los espejos la encerraron, en una prisión infinita entre dos que se miran.
Mi salvaje rebudio no alcanzó la tela que disfraza la visión. Ahora no sé quien tira de las riendas.
Me entrego a mi pasión, bajo el manto sagrado de algún Dios extraño para sí mismo.
Imparcial, lujurioso. Suburbio doméstico, doctrina exagerada. Piso el piso en el aire de cada mañana. Como greda se embarra en mi y me atrae, como melaza escondida.
El Mengue de algún paraíso que se disfraza de moral, empuja mi cuerpo hacia el todo carente de final.
Y ahí me encuentro, salvando la distancia entre lo que imagino y lo que toco. Quizá dejé en algún tiempo, la fuerza, en alguno de los lados. Quizá, en el equilibrio, ¡ay! pero que dificíl es caminar sin el báculo.

G. F. Degraaff

En la mitad

Abarco las formas inexploradas. Transmuto la piel cada día. Me subrayo para marcar mis propios límites, y salto la línea de la razón de nuevo. Quedo parado del otro lado y vuelvo a marcar una nueva línea. Para saltarla again. Miro y sigo mirando, sin intentar decir nada, guardando los secretos de mi mirada, porque cada uno está solo desde su percepción o desde su realidad. Moriremos solos, aunque no es lo mismo morir en soledad. Siempre me preguntan ¿Cómo lo haces?. Cuando miro no hay nadie, las voces han desaparecido. Me habían dicho que levante las piedras para que otros no tropiecen, pero, cómo aprenderán entonces esos que vienen, caminando, sin saber que en la vida quien no hace nada nunca se equivoca, y quien no se equivoca no aprende.
La rutina comenzaba a fatigar mis nervios, extenuado caí abatido con las alas fuera del sillón. Las hojas verdes me hablaban de una nueva primavera. El frío menguaba. El fuego comenzaba a ganar la batalla de los setecientos años. Tendría ahora mas trabajo que nunca. Tomé uno de los libros de Alsaem Ha Heesiem, unos de esos poetas antiguos que reverenciaban desde su época los beneficios del vino. Cabe aclarar su origen árabe. Como el mío. No podía negarme a continuar con las costubres de mi estirpe. Serví una copa de vino, joven, como la noche, que pedía permiso para asomarse por la ventana. Algunas horas pensando si los árboles nos odiarían ya. Estaban en su derecho. Los ojos pesaban cada minuto una tonelada mas. Me perdí sentado en mi particular mundo onírico.
Cuando desperté la soledad aparció nuevamente, a mi lado, aunque dormida. Salí corriendo y la dejé atras. Tenía un nuevo día por delante, sin la pesada carga de la vieja amargura. Escuché su suave voz, pero había desaparecido. Sentí sus manos, pero ya no estaba. Entonces seguí. Con un poco de melancolía y otro poco de resaca, caminé por veredas enmudecidas. ¡Pérfida! escuché decir, era mi voz. Las baldosas de aquel piso gris, llamaban. Me acosté y miles de piernas pisaron mi cuerpo. Debía recordar que estaba en la Tierra, podría irme peor la próxima vez. Algo de sangre llamó mi atención. Hacía mucho tiempo que no veía su color. Mas me sorprendió saber que era mía. ¿Sangre?, ¡Sangre!, me exilié pensando en ella. Vagué sin rumbo, con la clara sensación de estar vivo. Salté, corrí, un súbito viento me barrió. Caí de espaldas con una flor en mi mano. La ofrecí al cielo. Ya no quedan mujeres que valoren una flor, pensaba. Es por culpa de los hombres, desde luego. Yo sin saberlo deseaba esa coraza que evita oler una rosa. Seguía oliendo rosas por donde caminara. Un dolor inminente se acercaba desde la otra calle, con el aroma de los eucaliptos. Llegó y no pude evitarlo. Era la clara sensación de haber olvidado algo. ¡Claro! grité. había dejado mi soledad dormida, ahora no podía evitar recordar todas mis compañías, todos esos recuerdos. Cada uno reventaba mis pulmones. caminar era arduo entonces. Debía buscar mi soledad dormida. Y casi no alcanzaba a ver el siguiente paso. Un huracán violento tropezó conmigo y me impidió seguir avanzando.
Muerto quedé hace un tiempo, a mitad de camino, entre mi soledad y mis recuerdos.

G. F. Degraaff

La simpleza de conocer la simpleza aprender

Abro los brazos al rugir del tiempo. ¿Quien no abre siquiera su corazón una vez?, sería plasmar una rosa sobre el cielo, pensar que todo está dicho. Tú, dulce atardecer de un lejano invierno que lucha por llenar de ámbar la miel que nos proteje. Nunca ha llovido en el rincón de un anillo. Me has dado, la energía para manifestarme y me ayudas como un ave a remontar mi vuelo, empujándome a un abismo. En los Andes, allí donde el sol se oculta, bajaba el corcel de mi carruaje. Corría por las sendas oscuras de los matinales frutos amargos de un tiempo partido. Los relojes no sirven para esperar la eternidad. Mis ojos no han llegado a cruzar el horizonte donde te busco. En verdad repetiré la antigua fórmula de los anarquistas. De los dadaístas. Mi vida terminará cuando menos te des cuenta, cuando tus ojos cometan el pecado de cerrarse para dormir. Y de tus ojos brotará el té de la tarde. Mi puñal será el único que decidirá mi destino, tembloroso, mejor espero sentado mirando las estrellas. Allí en la soledad, sólo los sabios que han cruzado los límites del océano, pueden ver todo. Mientras el techo de una habitación se cierra para mostrarme el mundo que nos rodea. Yo dormido, te espero entre mis sábanas. Tus manos quizá renazcan del sueño en que vivo. Yo miro el norte, deseando que me invites a jugar tus juegos. Cuando te toque, y sientas... y verdaderamente sientas... quizá decidas dejar un poco de lado el orgullo, que tantos ignorantes tienen.

G. F. Degraaff

Atención!!

Ayer por la noche, sentado al lado de una ventana en la parte trasera de un colectivo de la línea 132, miré dos grandes luminarias, triste por las palabras que llevaban consigo, me empeñe a mirar: "...Creamos tu atención...". Malditos!!! pensaba, mientras tejía en mi mente una coraza para no ser parte de ellos. Pero luego, fugazmente, no pude obviar pensar que ridículamente tenían razón. Toda la Capital Federal está asquerosamente repleta de carteles publicitarios, hay mas carteles que libros en las manos de quienes la transitan, hay tantos carteles como insultos, humo, dinámica y violencia. Hundido en la íntima gota de sed por la libertad, me apretaba la garganta la pena de aquellos que no saben que están diciéndoles que pensar, que sentir, que hacer. En la Vieja Nueva York, allá por los años 70´, los trenes de la ciudad eran verdaderas galerías de arte, los famosos "grafiteros o bombarderos" pintaban los vagones por dentro, exponiendo algo mas que arte, una manera de rebelarse a los oligarcas carteles de publicidad. Con mensajes claros, con pensamientos profundos, instaban a las personas a mirar verdaderamente hacia adentro y no dejarse manipular internamente por los publicistas que crean necesidades innecesarias. Por otra parte, este movimiento comenzaba a ser muy grande, imaginen, arte y pensamientos para personas a las que "convenía" que no pensaran y mucho menos que se expresaran. No hace falta decir, que todos los trenes fueron pintados con colores tan sobrios que parecen instituciones, cárceles, hospitales o escuelas... Nadie ha creído que estas instituciones mantienen esta sobriedad de colores quizá para evitar la imaginación, quizá para evitar que pienses, (como una escuela no tiene colores o arte en sus paredes??)... No hace falta decir, que el grafiti y el bombardeo está penado legalmente, con algunos años de prisión... Algo claro me ha quedado... nadie manipulará mi atención... y de a poco intentaré desde cualquier movimiento, poner el arte por encima de la publicidad... Nadié me dirá lo que necesito, mucho menos mediante una publicidad... Espero que uds. tampoco caigan en la trampa en la que la más perjudicada es nuestra atención... Porque es tan claro... Nuestra atención determina nuestra realidad...

G. F. Degraaff

El Rey Thule

Nadie lo había previsto, absolutamente nadie había siquiera iluminado el matiz mental propio de aquel descubrimiento. Quizá aquel grupo de excavadores, sabían donde se ocultaba el misterio que durante siglos había sido causa de una demencia general. Puede que muchos de ustedes no concuerden con mis creencias, pero el suceso que tuvo lugar aquel atardecer en el vasto desierto de Wadi Rum, al sur de Petra, Jordania, no precisa concordia entre mis vagas creencias y las de ustedes, basta con afirmar que los sucesos fantásticos que atemorizaron la expedición se volvieron una extraña sombra que nos impulsaba a ir mas allá de las probabilidades de supervivencia. Con escasos recursos, debido al tiempo que llevábamos perdidos en la inmensidad del desierto, extenuados ya mis compañeros y yo, ni siquiera los beduinos que condujeron la expedición soportaban ya las elevadas temperaturas y la escazes de agua, seguíamos contra la corriente buscando el fin que nos había conducido hasta allí. Las ruinas de una civilización antigua, perdida, que yacía enterrada bajo el manto dorado de las moldeadas montañas que nos rodeaban, era la tumba de una oscura biblioteca faraónica, que ocultaba siniestramente rastros de viejos ritos y sacrificios desconocidos por los arquéologos modernos y contemporáneos.
La noche del 5 de Julio, habíamos oído en boca de algunos expedicionarios la influencia de un extraño símbolo que al mirarlo durante unos minutos absorbía los recuerdos. Aún me eriza la piel recordar la expresión de algunos excavadores sumidos en el olvido total de sus personalidades, perdidos en tiempo y espacio corriendo hacia la inmensidad del desierto, perdiéndose en la lejanía. Habíamos perdido casi la mitad del número total de expedicionarios bajo la influencia de este símbolo maldito, otro cuarto había desistido en seguir con la expedición. Quedábamos unos quince dispuestos a resolver el enigma y reconstruir la entrada a viejos túneles que conducían a las profundidades de aquella ciudad subterránea. A la mañana siguiente, los mas expuestos a los jeroglíficos tallados en las paredes de uno de los túneles principales, nos habían abandonado bajo los mismos síntomas que los demás expedicionarios, fugados hacia la inmensidad de un desierto que amenazaba devorar las vidas de quienes lo cruzaran. Sólo quedábamos cuatro, el arquéologo Jean Paul Ferrier, la egiptóloga Mirtha Von Quiest, el periodista Ruben D´amico, y yo. Tardamos alrededor de un día en reconstruir la entrada que nos llevaría al fondo de aquella gran tumba antigua. Al despejar la entrada, todos nos encaminamos al campamento que se ubicaba a unos cien metros del lugar para hacer los preparativos necesarios conforme a la expedición en aquella vasta profundidad.
A la mañana siguiente, caminábamos hacia la entrada cuando Ruben sumido en paranoia imploró de rodillas que nos quedáramos fuera. Petición que no fue escuchada por ninguno de los tres que nos dirigíamos dispuestos a todo hacia la entrada de aquellos túneles. Ruben decidió quedarse afuera esperando nuestro regreso.
Una vez dentro el estupor era insoportable, la oscuridad se subía a nuestras espaldas dificultando el andar. Recorrimos unos quinientos metros en bajada, hasta chocar con la primer cámara, allí descubrimos símbolos tan antiguos y desconocidos que nos era imposible determinar su origen. Al parecer, los rastros de una civilización mas antigua que la egipcia, había dominado las costas del Mar Rojo. Las paredes de la cámara se erigían unos seis metros desde el piso, con enormes símbolos tallados sobre las paredes. No nos detuvimos allí. Seguimos unos cuatrocientos metros en espiral, bajando cada vez más, hacia lo que parecía ser las ruinas de una antigua biblioteca. Las paredes tan altas como la anterior cámara, con estantes de una especie de piedra oscura similar a las Tektites, contenían libros que ninguno pudo tomar debido al peso que ejercían. Esta segunda cámara era mas pequeña que la primera, el aire era espeso, lo que obligaba a descender lentamente. Seguimos bajando hasta una cámara que contenía unas seis puertas de unos cinco metros de alto. Allí nos separamos. Jean entró por la mas cercana a la pared derecha, Mirtha por la del medio y yo por la mas cercana a la pared a mi izquierda. Nos miramos por última vez y nos perdimos en la oscuridad de nuestros túneles. Inconscientemente comencé a leer en las paredes talladas unos símbolos, y recité sin darme cuenta:"...Alejaos de aquí, quien ose ir mas allá de esta puerta conocerá la ira de Thule...".
La leyenda del grupo Thule se remonta a los orígenes del germanismo, al parecer un isla desaparecida que había sido el centro mágico de una civilización extinguida en la región mas septentrional de la Tierra, conocida por sus tierras blancas sumida en la oscuridad de la noche, pues ni el sol en verano la ilumina.
Lo que acababa de pronunciar, me había dejado afiebrado ¿Qué relación existía entre los Thule y las ruinas de una civilización antigua en las costas del Mar Rojo?. Había leído de las paredes, unos símbolos cuales desconocía en absoluto pero que me eran horriblemente familiares.
Al mirar atrás el túnel se extendía casi infinitamente. ¡Pero si había caminado apenas unos diez metros!. Seguí mi rumbo entre paredes filosas y una oscuridad que me tragaba a cada paso. La respiración se volvía un lujo en la espesa atmósfera que me rodeaba. Comencé a correr casi con desesperación, mientras mi respiración comenzaba a menguar. Corría en círculos. En la lejanía oí el grito desesperado de Mirtha, unos minutos mas tarde el de Jean Paul. Fuera lo que fuera sin dudas acabaría conmigo, me encontraría. Seguí mi trayectoria casi sin esperanza de salir con vida de allí. En el fondo divisé una luz. Y fui hasta allí. Entré en una fría cámara que contenía una especie de mesa de unos dos metros de alto por unos cuatro metros de largo. Sobre la mesa pude ver un cuerpo largo, que ocupaba casi la totalidad de esta. Las manos con largos dedos y filosas uñas colgaban a los costados. Lo envolvía una larga túnica marrón que caía a los costados de la mesa. Escuché un rugido que temí rompiese mis tímpanos cuando los brazos de aquél abominable ser se movieron. Salté un pequeño escalón y corrí por uno de los túneles que se abrían a los costados, sobre las paredes. Corrí desesperado una media hora sin rumbo, mientras el techo comenzaba a caerse. Sintiendo los pasos del gigante detrás mío. Recorrí la extensión de cada túnel sintiéndome a cada paso desfallecer. Antes de ver por fin una salida, sobre la pared del túnel alcancé a ver una cruz gamada. La esvástica nazi tallada. Al salir de aquellas profundidades ninguna señal del campamento, ninguna señal de Mirtha o de Jean Paul, siquiera de Ruben. Caminé cuesta arriba, durante dos días de arena y sol, hasta encontrar un pequeña civilización. Allí se ocuparon de mí. Al explicar a los nativos de aquel pueblo mi experiencia, todos reaccionaban de la misma manera, tapándose los oídos. Un anciano se acercó hasta mí una noche en que la luna bañaba las arenas y dijo:- Has tenido suerte, nadie entra en la tumba del gran Thule y vive para contarlo. Allí, se dice, duerme el gigante que algún día dominará la tierra. Los nazis sabían esto y quisieron pactar con él el dominio del mundo y vinieron a verlo en su tumba. El gigante intuyó la traición y ¿sabes? nadie engaña al omnisciente Thule, fue él quien decidió el transcurso de la historia, la derrota nazi. Desde tiempos inmemoriales cuando la tierra era dominada por gigantes, Thule, era el mas poderoso. El evitó la destrucción del sistema solar haciendo uso de sus facultades psíquicas, tú sabes que lo que pasa aquí es un reflejo de lo que pasa allí. Thule, dominó el movimiento de los astros, al hacer esto toda su energía fue agotada, por lo que tuvo que retirarse a morir, o quizá a descansar luego de tan ardua tarea. Había salvado a la Tierra de una destrucción inminente. Tú entraste en su tumba. Nunca te dejará en paz... algo de él ha quedado contigo, lo puedo sentir.
Se retiró en silencio, sin decir más, desapareció en la oscuridad de la noche.
Algo en mí, no me era propio.
Luego de dos meses regresé a Europa en busca de respuestas. Intenté localizar algunos miembros de la secreta sociedad Thule, sin éxito. Mientras mis noches eran mas largas, sentía un poder del mas allá torturando mi cabeza. Sumido en alucinaciones, mis sueños eran siempre los mismos. Regresaba noche tras noche a una extraña civilización de gigantes que se movían en manada, respondiendo telepáticamente los mandatos de una fuerza omnipresente. Viviendo en una disciplina extrema que según entendía ayudaba a evitar la destrucción del planeta. Esta disciplina actuaba directamente sobre los astros manteniendo el orden del sistema solar. Entre todos estos gigantes, pude reconocer al gran Thule, quien al parecer era quien gobernaba y manejaba nuestras mentes a fin de llevar a cabo la estricta manera de actuar.
Durante el día buscaba información sobre esta civilización, pero todo era en vano, al parecer no existían registros de esta antigua raza de gigantes. Tampoco lograba hallar algún sectario de Thule, según mis investigaciones, la sociedad fue disuelta al asumir Hitler el poder de Alemania, ya nada quedaba de esta sociedad. Nada de Haushoffer o de Rosemberg. Nada de Guenon o Horbiger. Solo un poco de historia pseudocientífica que se remonta a las antiguas eras geológicas, al parecer, la Tierra tuvo tres lunas anteriores al satélite que vemos hoy. Tres veces, masa de hielo espacial fue absorbida por la gravedad de la tierra convirtiéndola en su satélite, cada una después de miles de años comenzaron a acercarse a la Tierra, aumentando la velocidad. Al aumentar la cercanía de la Luna, el planeta experimentaba una leve disminución de gravedad lo que hacía que las formas de vida terrestre aumentaran su tamaño. Esta alteración lunar traía consigo la aparición de razas gigantes de todo tipo de vida y cambio en las mareas. Mareas que borraban partes del globo y civilizaciones enteras. Luego de miles de años la luna chocaba contra la tierra produciendo la desaparición total de las formas de vida y con ella los rastros de cualquier civilización. Esto es lo que pasó con cada una de las lunas que el planeta atrajo. Antes de que la tercer luna chocara contra el planeta, Thule y su raza de gigantes, habíanse sometido a la rigurosa disciplina que evitaría o al menos frenaría la destrucción. Mediante la rigurosa disciplina había logrado que el satélite disminuyera su velocidad, con esto esperaba poder salvar a su civilización. Algunos emigraron a las cumbres de las montañas, dejando rastros en las elevaciones cordilleranas y alpinas. Thule, al parecer sabía que moriría y decidió enterrar su tumba en lo que hoy se conoce como Jordania.
Luego de diez años de sufrimiento he decidido, en parte por ser víctima de horribles visiones apocalípticas, en parte por comprender mi destino. Ahora sé que al morir regresaré al pasado, con la civilización que alguna vez envió su mente al futuro. Lovecraft no era un ficcionario era un visionario. He decidido y con este relato espero entiendan, es menester ser conscientes de la catástrofe inminente de nuestra falta de disciplina. Ahora partiré al pasado con la esperanza de mantener el futuro, porque si el futuro puede alterar el presente el pasado es el inicio de ambos.


G. F. Degraaff

La llave

Desde la sofisticada puerta de metal, tras la cerradura oxidada, miro la llave de un mundo paralelo... en los intrincados bordes, tallados por cerrajeros mentales, yace la magia, el poder, la felicidad y eso que la humanidad persigue... la llave rodeada por una cadena plateada, quiza de platino, quiza de plata o de acero, brilla con fulgor de mil constelaciones. De antiguas civilizaciones que desaparecieron cuando la luna se estrelló contra la tierra y las mareas cesaron, aquellas que se borraron bajo las aguas de los mares que hoy miramos. Quizá absorbidas en el aleph, ellas se llevaron la réplica que abriría desde afuera la gran y antigua puerta, de percepciones diversas, de ensueño y despertar meláncolico, que enseña el sabor del infinito... Ni mil cerrajeros podrían siquiera duplicar esa llave. Se dice que los musulmanes estuvieron cerca de armar el intrincado laberinto de los planos de esa llave. La llave nunca es igual. Siempre cambia y con ella su cerradura. También se cree que las sociedades intelectuales de la Europa contemporánea, habían dado con ella. Estudios diversos conjeturan que los Mayas obtuvieron gracias a ella, un conocimiento incomparable del Universo. Ahora bien, si la humanidad la tuviera en sus manos ¿qué haría?. El doctor Wessan Paul Rohan publicó un articulo, que cabe decir, muy interesante acerca de la posibilidad de encontrar la llave. Dijo: "...Adepto a la raza humana, debo coincidir con mi memoria. Desde tiempos lejanos en los que la escritura volvió a ser desterrada de las sombras, la humanidad no ha sabido encontrar utilidad a la fantasía. Las técnicas y el empleo de las mismas, es cierto, ha llevado al hombre hasta niveles evolutivos insospechados, hemos tomado a la inteligencia por las riendas, pero coincido con Gurdieff, estamos en un sueño. Si aún vivimos en el medio de un círculo, y la mayoría, vive en él, los límites de dicho círculo son desconocidos por muchos. Es cierto que si la llave de la puerta se encontrase en manos de un individuo que aún vive en el centro del círculo, desconociendo sus bordes, siendo completamente y nada mas que "humano", la demencia se apoderaría automáticamente de él. Imaginemos una persona con la posibilidad de pasar a través de una puerta donde todo lo que viera no coincida ni en lo mas mínimo con la razón, o con los canones actuales humanos, dicha razón estallaría como esta copa de vidrio al caer desde la cima de un edificio. No podemos imaginar que la sociedad habituada al bombardeo público de imagenes y publicidades, de rigurosa indisciplina cotidiana y a su vez rutinaria, que no rompen con los límites preestablecidos mentales, pueda otorgarle el valor y comprenda desde su esencia lo que el universo tiene para darnos en una llave..." Quisiera agregar para terminar, que vivimos explicando todo desde la razón, inclusive somos tan idiotas que buscamos explicar al corazón con la razón... Yo sigo buscando la llave, esa que quizá W. Blake conocía o al menos intuía.

G. F. Degraaff

Naturaleza

Vuelan susurrantes melodías de paz y libertad por las montañas del norte, descansan en ellas similares leyendas helénicas, el sonido entre huecos de silencios comentan la suerte de las piedras preciosas que buscan los exploradores. Aún no sé si los exploradores buscan piedras o se buscan a sí mismo, o si las piedras complacen tal regalo desde su primitiva consciencia. Abarcando las formas mas subjetivas de las plantas y de las rocas se puede afirmar que, como nosotros, cada una posee su propia apariencia, ninguna es igual a otra. A cada una la reviste una singular hermosura desde sus monstruosas formas. Habremos de suponer que poseen consciencia individual de su existencia. Inclusive los paisajes que nunca son iguales, inclusive las imágenes que contienen en sí mismo el poder de excitarnos.
Caminando entre peñascos de tierra herida por el tiempo, metamorfoseándose en cada segundo, descubro las maravillas de las que somos inconscientes asesinos. Quienes han cuidado de tales reinos han sido destruidos o corroídos por la cultura extrema de la civilización, encima se sonrojan al pensar en un pequeño espacio cedido a la naturaleza, como si ella nos lo pidiera de rodillas y nosotros los comparecientes se los diéramos. De esta manera vil nuestro pensamiento está en paz por la riqueza de tal regalo. ¿Quien no ha sentido el viento en el rostro? ¿Quien no ha pisado descalzo el húmedo suelo que nos contiene? Como podemos creer que el progreso de nuestro reino se solidifica en la conquista de la naturaleza, cuando de hecho sólo creamos una rebelión contra nuestra madre. La condición humana se parece a los niños de ahora, utilizan la tecnología tan prematuramente que desconocen la riqueza de observar un sol naciente. Luego como si fuera poco se rebelan contra su madre quien les ha dado y los mantiene con vida. En verdad cualquier teoría es en vano, ya que, expresamos todo con semejante madurez disfrazada cuando en realidad aún no dejamos de necesitar quien nos ate los cordones de nuestras zapatillas. Entiendo que quienes poseen el hilo de las marionetas no dejarán que un principiante se encargue de la obra entera. No me preocupa esto. Lo importante es que los hombres del futuro no caigan en el error de estos hombres del pasado. Si queremos cambiar los modelos debemos romper las líneas. Muchos hombres que nacen, lo hacen con la misma concepción moral, entonces muchos jóvenes siguen una línea, -de la cual desconocen sus principios- y se nutren como si esta fuera la única. Otra verdad es que solo somos grandes reparadores. Nos especializamos en llenar de parches una rueda que pierde aire por la boquilla. Nada arreglamos, sólo agregamos mas verduras a una sopa podrida, creyendo ser creadores de una nueva receta de cocina. Para romper esquemas es necesario destruirlos. Pero ¿Cómo vamos a destruir algo que nos ha llevado tanto tiempo armar? ¡Pero si estamos distribuidos en fuerzas!, somos tantos jóvenes hambrientos y son tantos viejos golosos, estamos claramente ordenados en un gran desorden. Parece jodidamente difícil comer cuando nuestros estómagos están llenos. Llenos de información burda. Ya no importa vivir, lo que importa es sobrevivir. Yo miro mis manos y reconozco la sangre de un pequeño insecto que acabo de destruir. Permanezco inmutable. Pasa lo mismo con aquellos señores que poseen todo su cuerpo ensangrentado con sangre que no es suya. Se contentan con ser más fuertes que todos esos a quienes destruyen. Las divisiones son obvias. Todo se sigue dividiendo. Un número puede ser dividido infinitamente. Lo que destruye la teoría del eterno regreso. Volveremos, a mi no me quedan dudas, pero a seguir viviendo una nueva oportunidad. O para seguir padeciendo nuestros errores. Creo en la justicia eterna, claro está, o al menos eso me consuela. Nada mas hermoso puede ser que la naturaleza, ser natural, como esos vinos que son extraídos de la profundidad de la tierra. Hacen falta buceadores. Que busquen las piedras preciosas que se hayan en el fondo de los mares, de las tierras, en el fondo del aire y del fuego. Dentro nuestro. Si no existieran científicos estaríamos perdidos. Pues a los sabios ya nadie los conoce. Ya nadie los escucha. Me he hartado de escribir sobre las salas morales, esas que todos conocen, pero que nadie visita. Lo blanco de sus paredes se tiñe con la oscuridad de quienes las pintan. Hemos de ser regidos por la moral universal. ¿Pero hemos de conocerla? La anarquía es solo una palabra. Pero su contenido no puede ser expresado en palabras. De ahí el valor de las palabras de Nietzsche, el valor de la palabra del superhombre no puede ser medido en palabras. Siempre vuelvo a lo mismo, porque es lo mismo lo que quiero expresar. El eterno regreso entonces es una analogía de lo que deseamos realmente. Volvemos a desear lo mismo desde nuestros más profundos deseos. Quizá a eso se refería. Idealismo puro. Lejos de la impura realidad que nos azota.
La naturaleza debe enseñarnos la manera correcta de actuar, si la naturaleza nos destruye es porque debemos destruir algo de nuestros mecanismos. Cuando reina la armonía nuestras acciones son correctas.
Habremos de conocer el naturalismo de Lao Tsé, y el humanismo de Confucio, para crear la manera natural de nuestros códigos humanos. Temo que sea tarde.
La corrección de nuestros errores es fundamental para la creación de nuevas formas naturales, solo la práctica paulatina y perseverante puede otorgarnos la naturaleza de tales acciones, si continuamos creciendo con las líneas de conocimiento habituales seguiremos siendo como esos viejos golosos que a pesar de llenarse en cada bocado nunca saborean lo que comen porque siempre piensan en lo que habrán de cenar.
Sobre política no es necesario hablar. La política no necesita palabras, necesita acciones. Un ejemplo claro… nadie considera la política verdadera, pero todos idean acerca de ella. Se han llenado la boca hablando de política, se han llenado los bolsillos hablando de política. Pero la línea de tales palabras es la misma desde hace siglos. Y la credulidad a tales palabras sigue siendo la misma desde aquellos tiempos. Una amiga me hizo abrir los ojos. Los jóvenes buscan crear sus doctrinas políticas sobre bases preexistentes, sobre mecanismos iguales en los que se rigen los modelos políticos actuales, cambiando fantasiosamente, siguiendo iconos desde las palabras pero no desde las acciones. Yo no los sigo. Pero que arroje la primera piedra quien está libre de pecados.
Así intento abrirles los ojos, quien no busca no encuentra. Quien no sigue el camino no llega a ningún lado. Yo busco ese camino con el corazón. Mostrando el eslabón que falta entre los sentimientos y los pensamientos, dejando a ustedes la libre interpretación entre lo que sobra y lo que falta. Con esto espero que la conciencia obtenga un pequeño salto y que las ideas bajen del cielo y comiencen a rascar la cáscara de la sutileza. Lo anhelo con toda mi alma. Quizá ayuden al resto, quizá me ayuden a crear aquello con lo que podamos sentirnos orgullosos, tal vez formemos juntos el espacio para la naturaleza, sin miedo a destruir eso que hemos formado, con la convicción de todo lo que podemos crear. Porque todos sabemos lo que dicho. Hace falta practicarlo, desde ahora.


G. F. Degraaff