He vuelto

He buscado, contraído, la versatilidad de mi derrota, y he sentido el placer de desaprender. Ahora vuelvo, con el calor de un claro mensaje.
POLVO

Las nubes se encuentran a lo lejos. Mi mirada se pierde allá donde nada es visible. Encuentro en los ojos nocturnos la bruma del silencio. Te he encontrado! Hoy destello las preguntas. Hoy salgo a la luz. He conocido el estúpido problema al que se someten los hombres. Esto no me pertenece. Mi faz es la del sol en la noche. Si logras verme será porque el sol infinitamente se posa sobre nuestras sienes. Apaga la luz, es hora de dormir. En los boscajes las estrellas se ven enormes. Los ojos no han de ser precisos… si deseo me frustro. Mi frustración puede ser mi deseo. Encuentro las calesas que viajan al cielo. Mi boleto ha caducado. No soy digno de Dios. Dios no es digno de mí.
La armonía debería acompañarme como el viento al sonido. Las voces solo hablan. Y la verdad parece ser superficial.
He dedicado el tiempo a pensar en el tiempo. Basta! Todo vuelve, todo gira y me marean las agujas. Ya ha sido dicho. La fe sirve de consuelo. Quizás como guía. Soy una guija en medio del río bravo. Fulgoroso me envuelvo en el manto sagrado de mis ideales. Mis manos tienen sabor a herrumbre. He sido esclavo del paraíso perdido. No mas! Ostento mi transparencia como mis palabras. He escapado de las glebas del infierno. Primero lo soy, luego lo creo. Siento la pérdida de mi mocedad. He quedado perplejo por expiarme, son mis errores. Aun no encuentro algo en mi superior a mi. Vago pero laborioso. Lo que entra por la puerta sale por la ventana.

LAS SALAS MORALES

En las salas morales las paredes blancas son frías. (Mi bien es cuanto amo y cuanto me satisface por completo). (Mi mal, todo aquello en contra de mi voluntad, de mis ideales). ¿Quién decide quien debe morir? Extraviar el tiempo suponiendo que nos hace grandes. Basura! Yo digo: Lo que nos hace grandes nos debilita. Solo el necio espera ser sublime ante los ojos. La moral no carece de individualidad. El huraño también puede ser feliz.
El gran sentido que nos esclaviza. La gran farsa humana. La vacilación. Todo es para y porque. El intrépido humano no se guía por códigos humanos. La resignación ha sido impuesta. La concordia tiene como fin el progreso, (a toda costa), ¿de la raza? De las conveniencias individuales. Todos se estafan sonriéndose. Eso debe ser moral. Dedicar una sonrisa y un puñal. Algunos no son morales, pero deben serlo. En el sentido de que si no lo son acabaran condenados aquí en la Tierra. A cuantos se ha dejado sin condena por ligarse a la mayoría. Si cierro la boca no podré hablar. Todo a su tiempo. Mientras me guardo a mis ideas. El mundo no está preparado para las verdades. Las leyes fueron creadas para ser violadas. No mas leyes! No mas reglas! Muchas almas están demasiado sucias ya. Voluntades de almas sucias. Fines sucios. El hombre es un animal domesticado pero nadie le ha enseñado a pensar. Que podemos esperar. La esperanza eso por lo que aun vivimos. Continuando con las farsas: La verdad es decidida por lo predicadores de la mentira. Mientras tanto el mundo es dirigido por estos. Ahora Bien: yo predico mi verdad. Ya lo dijo aquel noble galileo: Quien tenga oídos para oír que oiga.
La unión hace la fuerza. Todos desean ser fuertes. Nadie anhela ser mejor. Por eso los hombres se juntan. Porque no se consideran lo suficientemente fuertes. Hoy el fuerte domina. El débil se somete. La humanidad esta sometida en un régimen humano. Caigan! Esta sociedad debilita! El hombre: animal racional. Las bestias también piensan, sino pregúntenle al Diablo Cristiano. El salvajismo puede ser racional también. Subo a mi pradera y encuentro una antigua ruina. Las gentes construyen para destruir. El cielo fue construido para ser destruido. El hombre fue hecho para ser desecho? Ahora: para esto hemos venido? No! Predicar la vida, el dominio del hombre. La armonía de la naturaleza. Lo que hemos olvidado. De donde venimos. Hacia donde vamos. Progreso: Una simple palabra confundida.


EL LABORIOSO

El día comienza lleno de estrellas. Cumplir con lo prometido. Después de todos estos días nocturnos se alza el sol. La gran estrella. Yo clamo el fin. Quiero llegar al final del río. Es imposible sin esfuerzo. Sin la fuerza no levantare las piedras. El dogal liga mi herramienta sagrada, pronto escuchare el vapor silbando humo alegre. Pronto me escuchare silbando humo alegre.
Las palabras se vuelven necesarias. Los absurdos se vuelven inevitables. Uno se acostumbra a lidiar con los dragones de los cuentos maravillosos, escupen fuego por la boca. Tantas estupideces, mis oídos se vuelven sordos, mis manos torpes.
Siempre mis nervios me han fastidiado.
Cuando todo carece de sentido, los sentidos carecen de sentido. Todo es poco:

Álzame entre suburbios,
De la noche en que comienza mi día.
Las praderas se tiñen de gualdas,
soy un esclavo de mi vida!

Ante mi un muro,
De lamentos. De piedras blancas.
Oh! Cántame tus melodías!
Fiel amiga sagrada.

Cuando estalla el furgón,
El acero cede.
Circulando los rieles,
el tiempo se enreda con mis oídos.

Hostiles inciensos
marean la atención de los puercos
que se hospedan sin permiso.
En derredor la gris calumnia.
Quedan sutilmente sumisos,
entre el velo de los paganos
nadie es culpable de la tragedia.


El laborioso
la clase del lamento,
he visto muchos ojos húmedos.
Son tantos los fantasmas
que asustados se pisan entre sí.


LA DAMA

Una antigua compañera. De las salas de juego en que deambulaba. Soltó un alarido al encontrarse circundada por lobos feroces. Escapaba subiéndose a los árboles de los violentos pantanos, donde pedía una copa. Yo me acercaba furtivamente, para que no me confunda con uno de esos espejismos desérticos. Luego hablábamos de las mil y una noches en que volvíamos juntos a saltar por encima de las cuerdas del cuadrilátero. Me ruborizaba a menudo cuando pedía un vaso de agua, pues llamaba la atención de la chusma que solo observaba y conversaba por lo bajo, entre dientes. Esto no me sorprendía, los conocía y me compadecía de esas pobres almas. Siempre hablaban, y cuando no tenían de que hablar, inventaban cuentos de terror, de los cuales todos eran protagonistas. Al caer tarde la noche y temprano el día, con elegancia se erigía sobre sus pies tambaleantes. Tomaba su abrigo con ambas manos, y dedicaba una volátil sonrisa a su alrededor, para escaparse por los pasillos de luciérnagas sombrías que debía atravesar para llegar al final de aquel antro. Afuera era otra. Eclipsaba a las más brillantes estrellas. Con fulgor propio. Yo le prestaba mi brazo para acompañarla, y mi alma; se la regalaba bajo la luz del candelabro de mi habitación. Me aseguraba de que no despertase hasta que yo lo deseara para poderla contemplar en sus sueños mas profundos, para abrir los ojos de día con el sol a mi lado. Acompañados con alguna melodía pasajera. Me embarraba de sus caricias. Me bañaba en sus tormentas.
Pero este cielo se ornamentaba con nubes crueles. Las aves volaban a su alrededor mas ninguna se posaba en ella, era fiel solo a su naturaleza. Era transparente cuando sabía que nada oscuro dejaría ver detrás, el resto del tiempo me entretenía mirando el suelo, buscando la sortija adecuada.
Luego solo con una mirada nos despedíamos, regábamos el ambiente de cálidos aromas y volvíamos a encontrarnos en cuestión de minutos. Nuevamente enredados, afiebrados de noches enteras, siempre las mismas, con palabras nuevas, con experiencias nuevas, con sensaciones nuevas, pero con el sentimiento constante. Aunque nada se mantiene constante por mucho tiempo; nuestro reloj solía atrasarse por momentos y saltarse de a ratos, sobre todo cuando no había tiempos que respetar o los tiempos no eran respetados. El invierno era cruel. El frío golpeaba su pecho, nunca el mío. A mi me castigaba la voz. Nos convertíamos en inmensas estructuras de hielo, capaces de generar otra época glacial. Dos palabras eran muchas. Ella desaparecía, yo enloquecía. Veía caerse el cielo en mis manos y poco me importaba. Sólo una vez más decíamos. Y seguíamos diciendo. Pero hasta el invierno termina y aún así queda nieve en las cúspides de las montañas mas altas, las mas cercanas al cielo, esas que ni el sol derrite, y en las salas de juego el sol no es invitado, como tampoco lo es el tiempo. Siempre hace frío en los elevados cielos, amigos del sol.



G. F. Degraaff