He vuelto

He buscado, contraído, la versatilidad de mi derrota, y he sentido el placer de desaprender. Ahora vuelvo, con el calor de un claro mensaje.

Regreso

He trascendido la carne. He quitado las máscaras antiguas de las cenizas que se hicieron mi piel. Cautivo el calor del fuego eterno y regreso al camino que me conduce a la batalla mas noble. Embargo la risa por un instante a los demonios que oscurecieron la luz de mi brillo. Queda mucho por caminar, pero el primer paso ha sido mío. De mi centro. Brilla la luz al final. Ahí, donde las luciérnagas intentan cerrar el paso, donde los murciélagos esperan romper mi alma. Pienso, recuerdo, valoro. He sido esclavo del paisaje en la mentira, he pisado los infiernos donde la carne abunda. Putrefacta. Impura. Cuantas palabras dedicadas al olvido. Encuentro en tus manos la brújula de mi color. Resucito la magia eterna del ser humano en mi corazón. El mas noble camino. El del corazón. Errar, perder, romper. Aprendo en la derrota. Falaz, tímido, Asqueroso. Veo con el sol la transición del inconciente. Respiro el aire en la tranquilidad. Agradezco al destino todas sus pruebas. Las que abren ojos. No seré quien encienda velas a alguna estatua sin vida. Mientras invento el mundo detrás de una pantalla. No seré quien se esconda en las plegarias, mientras olvido la sutileza de mi alma. Temor, odio, mentira. Las he visto de cerca. Protagonistas. Encuentro la llave para saltar. Cuelga del cuello sabio de dos perlas que miran incrédulas lo que he sido. Caigo en las manos de la derrota, dulce derrota, que enseña la vida. Gran maestro que perdona mis errores, y castiga con la dureza del acero de su corazón. Me entrego a ella. Quien guía con su corazón el mío. Que sostiene la fuerza y la fé. Que con su mano me enseña, que el amor es la última verdad. Enseña, con su indiferencia hacia la falsedad. Y hace odiar aquello que ensucia el último brillo de la conciencia. Agradezco a la vida. La tuya.

G. F. Degraaff