He vuelto

He buscado, contraído, la versatilidad de mi derrota, y he sentido el placer de desaprender. Ahora vuelvo, con el calor de un claro mensaje.

Abstracciones ( II parte)

Ambos fascinados el uno del otro, escapamos furtivamente en la noche hacia el laboratorio, buscamos unos libros y partimos hacia mi departamento. Fui explicándole cada uno de los momentos de mi presunta alucinación, y nos internamos horas en los libros y en las teorías hasta el amanecer siguiente. Lamentablemente el profesor debía partir a Canadá esa tarde, pues, le habían designado un cargo en el laboratorio científico mas sofisticado de ese país, donde podría seguir con el avance de sus investigaciones. Yo, me interne en mi hipótesis de movimiento planetario, dejando de lado mi experiencia trascendental.
Luego de algunos meses, encontré al profesor en el aeropuerto de Vancouver, el viaje había sido un poco tenso para mis oídos, Wesley, me hacía señas detrás del ventanal, enseñándome unos planos, sus ojos parecían desbordados, su sonrisa le ocupaba la mitad de la cara, en un momento comenzó a soplar con sus labios apoyados sobre el vidrio, las carcajadas brotaron de mi rostro.
Llegamos hasta el hotel en que residía Wesley, era hermoso, tenía particularidades clásicas con retoques góticos, verdaderamente un lujo. Comenzó a explicarme que mi alucinación le había otorgado ideas sobre una eventual manera de plasmar el universo energético, descubierto en sus investigaciones, sobre nuestras mentes y con eso lograr la fluidez dentro de una hipotética dimensión, a la velocidad de la luz.
Me enseñó partículas desconocidas por la ciencia, con la capacidad de crear un submundo dentro del nuestro, había creado una especie de cápsula que encerraría una realidad dentro de otra dimensión, de otro tiempo. Tenía lista una prueba que evaluaría dicha realidad en una mente humana. Con algo de temor en sus palabras me pidió que yo sea quien la pruebe.
Al amanecer siguiente, nos envolvimos en abrigos y salimos a las tranquilas calles de Vancouver, caminamos no sé bien cuanto tiempo, y llegamos al parque del laboratorio. Los árboles exhibían sus copas repletas de oro blanco, era un paisaje hermoso que podía ser visto desde la ventana del laboratorio de Wesley. Adentro ya de su arquitectónico laboratorio, me enseñó un artefacto no tan grande como sus capacidades. Me explicó que el artefacto, simulaba un campo de energía, en el que había logrado estudiar que dicho campo aceleraba las partículas de la materia y como consecuencia esta desaparecía por completo, deshaciéndose, y que una vez que el campo perdía energía, las partículas volvían a juntarse para formar la estructura material que poseía. Había probado con elementos orgánicos e inorgánicos, y ambos respondían a los mismos efectos, luego con animales que no sufrían efecto analítico en sus cerebros. Durante semanas me explico el comportamiento y funcionamiento del aparato. Yo estaba realmente entusiasmado. Recuerdo que esa noche no dormí.
Probablemente el relato no cuente con muchos y extensos detalles que no incluyo debido a que su carácter es meramente científico, esto por un lado, y por otro no estoy seguro, a pesar de recordarlos, de que sean veraces, y además, mi reloj biológico amenaza con detenerse, y quisiera dejar registro en esta vida de lo acontecido en la anterior.
Recuerdo claramente la mañana del dos de Junio, fue muy fría, el amanecer oculto detrás de nubes grises se empapaba con gruesas gotas de la lluvia matinal. El doctor había preparado mi desmaterialización durante semanas y todo estaba en óptimas condiciones para someterme a mi viaje a través de la velocidad de la luz. Mi vestimenta era delgada, no muy pesada y elaborada de un material metálico, que era necesario para el regreso a mi estado material.
Ingresé a la máquina alrededor de la diez de mañana. Mi memoria no podrá olvidar jamás el destello de luz que mis ojos vieron por última vez antes de sumergirme a una sensación particular, -(espero impaciente el momento de mi muerte para poder comparar exhaustivamente mi experiencia dentro de la máquina, con el momento en que mi cuerpo queda despojado de la energía vital)-.
-Una luz blanca, un túnel que variaba los matices del rosa y el violeta, mezclado con delgadas líneas plateadas y doradas, luego el túnel se volvía oscuro, y las líneas formaban cuadrados de colores primarios que jamás se tocaban, mi cuerpo no existía, pero podía ver todo, podía sentirlo, captarlo de alguna manera, toda la experiencia me resultaba tan familiar, no temía, tampoco sabía lo que sucedía, había olvidado el propósito de mi viaje, solo fluía a través de dimensiones y mundos. Mi cuerpo era algo olvidado. Atravesaba planetas, soles, vagué junto a Plutón fuera de la órbita solar y recordé mi hipótesis y me regocijé de haber tenido razón con mis especulaciones. Miré la galaxia desde la periferia como en una fotografía, era diminuta, recorrí el universo y llegué a sus limites, tan insospechados, tan cercanos, volteaba una y otra vez en sentidos contrarios. Más de una vez me sentí atraído por enormes agujeros invisibles, jugaba entre nebulosas y supernovas, todo el Universo era mi mundo, todo el universo era mi hogar.
En un instante me encontré mirando una enorme aglomeración de energía, está me habló en una idioma extraño, que mi mente muy bien entendía sin saber cómo, sentí su poder, sentí su vibración, reinaba la paz alrededor nuestro, éramos sólo él (sin carácter de deidad) y yo, sentí un enorme deseo de quedarme a su lado, de fusionarme a esa energía tan poderosa, pero mi partida era inevitable, me lo hizo saber, también me hizo comprender que volvería a su lado en el tiempo indicado, que yo pertenecía a él y él pertenecía a mí.
Algo en mí había quedado con él, no sabía explicarlo, algo me faltaba. Luego supe que era información, información recolectada durante millones y millones de vidas pasadas, de experiencias, de sentir la vida en mis poros, desde la vista de un bello amanecer hasta la sensación única del viento en el rostro, había quedado limpio, había quedado puro.
Me sumergí dentro de otro túnel, fulgoroso, brillante, encendido de energía y fuego, oí el grito desesperado de una voz lejana que me exigía que me alejase, que no siguiera más en el túnel. La voz era más fuerte a medida que me acercaba. Cuando todo comenzó a dilatarse y a aumentar de velocidad intentaba detenerme a pesar de los incesantes gritos desconsolados de la energía de mi madre, que muy bien sabía que atraía otra energía de vuelta a la vida, otra energía que conocería el dolor, el sufrimiento, la desolación, las crueldades de la vida material dentro del planeta Tierra. Percibía aquella energía mi pureza, no me deseaba otra vida aquí, no me deseaba la oscuridad a la cual es sometida la luz en este condenado planeta nefasto, embarrado de competencia y discriminación, de obscenidades y negociantes de almas. Los gritos eran muy fuertes, igual la luz del túnel, que con una contenida explosión desapareció. Solo quedaba el llanto del pequeño niño al que mi madre llamó Ernest White.
Durante años esta experiencia jamás había sido comentada, un silencio profundo e impermeable marcaron mi juventud, fui un huraño que conocía el verdadero fin del hombre, que conocía la química de la vida, todas las razones existenciales, que poseía inconscientemente la verdad universal sin saber articularla en palabras ni símbolos, sin saber comunicarla.
En el año dos mil cincuenta y nueve leí un artículo en el que el Doctor W. Quesley, para el año mil novecientos ochenta, había sido condenado a prisión por la muerte de su compañero el Doctor Ivo Friedinch, durante un ensayo de su poderosísima máquina desmaterializadora, (Máquina que fue adueñada por el servicio de inteligencia canadiense sin saber utilizarla y posteriormente vendida a la CIA) y separado de sus investigaciones acerca de la explicación científica del alma.
Hoy con ochenta años de vida, puedo decir que yo fui Ivo Friedinch, que sólo dejé la información recopilada durante millones y millones de vidas, y regresé a este mundo como Ernest White, limpio, puro, consciente de mi viaje, agradecido eternamente a amigo-colega Wesley el haberme dado la consciencia a mi alma en el momento de mi accidental muerte, consciencia que perdurará todas las veces que regrese a este mundo a buscar lo importante, la luz… la evolución.


G. F. Degraaff