He vuelto

He buscado, contraído, la versatilidad de mi derrota, y he sentido el placer de desaprender. Ahora vuelvo, con el calor de un claro mensaje.

Algunos minutos de locura

Y ahora me disfrazo. Llamo a la locura por teléfono e inconsciente digo: -Ven, será una bella velada. Y me quito la atmósfera húmeda que dejó el día bajo mis rodillas. Y el retoño que crece mansamente a la distancia de mil horizontes, como ilusión brota sobre mis ojos. Eres la flor de ese pantano que veía en sueños, pero ese pantano aún no llega, entonces no puedes ser ella. Y sigo buscando la flor adecuada para esta primavera hostil que se refugia entre los sueños de algunas noches lúdicas, de gran calor y agonía, de pequeñas muertes francesas y de estiércol puro. Algún cigarro de marihuana aplacará mi sed, pienso, pero pierdo más energía modificando mi conciencia que acabando en el tacho de mil botellas de vino. Y así transcurre la soledad, con Floyd de fondo y las preguntas a mil respuestas jamás formuladas. ¿En que piso vivo? Me pregunto antes de bajar por las espirales escaleras que conducen a una profundidad espeluznante. Me tomo de las paredes y avanzo en el descenso absoluto de mi cuerpo y de mi mente. No ha aparecido aún el fantasma antiguo de mi niñez, ¿Se habrá marchado? Siempre extrañamos por costumbre aquello que nos apena. Como si la pena nos diera un motivo para vivir. Si, el sufrimiento es un puto vicio al cual nos entregamos fácilmente. Mientras continúo adormecido entre campanas y solos de una distorsión que avanza suavemente sobre mis sienes. En mis venas estalla la pasión por la destrucción, pero en mi conciencia he modificado ese extinto placer, ¿Por qué? Me pregunto ¿No sería más deleitable saborear una manzana en el paraíso? Ahora entiendo esa absurda historia. Es la triste historia de una humanidad débil que se acepta como tal. A Cristo lo asesinaron los mismos que hoy utilizan su figura como estandarte. Nadie en Israel es católico y el Vaticano está en Roma, ahí, justo ahí. Lo de comprender lo dejo de lado ya. Pero si no consigo aclarar los motores de mi vehículo nada puedo hacer para comprender los móviles de los otros. Entonces, como el águila me levanto para mirar desde arriba, con la visión que me otorga el cielo, y decir, ¡No intenten volar como un águila si están rodeados de pavos! Allí entre los árboles que sumergen sus copas en el cielo, y se clavan hoja por hoja en las estrellas es donde busco el fruto y la flor de estas noches en donde acabo dormido, anestesiado, con ganas de saltar al abismo cruel de los frágiles. Me fallan de un lado y del otro, ¿Será que poco espero que no me molesta? Pero la soledad es más dura que las paredes, y romper con este molde es algo inminentemente repetitivo. Ahora quisiera volar entre las nubes de algún cielo distante, ¡Cómo extraño sorprenderme!, sin sorpresas la vida se vuelve más cruda. Y así sigo viviendo, intentando superar a la inteligencia con el cuerpo y las sensaciones, porque la mente es la peor enemiga, podemos sufrir del cuerpo, o del corazón, pero si sufrimos de la mente, la lucha puede ser impiadosamente limpia, devastadora y sangrienta. Porque no hay móvil para frenar a la locura, y una vez que esta llega, estamos a su merced. Por eso, sigo llamándola. Para que haga de mí lo que quiera.
G. F. Degraaff