He vuelto

He buscado, contraído, la versatilidad de mi derrota, y he sentido el placer de desaprender. Ahora vuelvo, con el calor de un claro mensaje.

Abstracciones ( I parte)

Para progresar de manera fructífera y verdadera comenzare diciendo que: observamos en una pintura, todos los detalles extendidos sobre el lienzo; aquella aglomeración de colores que lleva impregnada el toque de la impresión primera de una inspiración -que se trasmite de maneras no muy precisas, dado que cada cual enfrenta la experiencia de acuerdo a su estado del alma- de ahí la subjetividad que se nos presenta, puesto que nuestras almas logran florecer nuestros sentimientos. Existe también imperceptible, una aglomeración de vacío infinito; si llevamos nuestros ojos, y con ellos nuestra mente, nos internaremos en el precipicio mas profundo de la obra compuesta. Nuestra idea. Un escalón más oscuro sobre la explicación del autor.
Mi nombre era Ivo Friedinch, mi juventud estuvo marcada por una peculiar tendencia sobre los astros, me gustaba observar el cielo nocturno primaveral adivinando así el movimiento de los planetas y las constelaciones. Recuerdo cuanto amaba la ciencia, era mi vida. Estudié astronomía desde los dieciocho años hasta el inexplicable suceso, que mas tarde explicaré, de mi desaparición física. No recuerdo todas las fechas ni todos los lugares, solo algunos destellos -(de ahí que mi relato no encadene todos los sucesos que tuvieron lugar desde la mutación de mi realidad habitual hasta mi desaparición dimensional)-, algunos detalles que no puedo comprender recordarlos, y otros que tras años de búsqueda pude conocer, ahora sé que un acto en la vida de un hombre alcanza para determinar toda su existencia.
Comenzare presentando a mi ex colega, el distinguido Doctor W. Quisley, una persona alta y de cuerpo macizo, contextura típica de las razas europeas de las regiones nórdicas. Su calvicie se ganó la burla del consenso Astronómico de Nevada. Durante años se dedicó al estudio de la antimateria, predijo la composición de las antipartículas que forman la antimateria, Sostuvo en su elegante ensayo, universo invisible, que el Universo trasciende las conjeturas de las mentes humanas, que así como hemos predicado un bien y un mal, o sea, las dualidades, existe una dualidad imprescindible, que no percibimos, pero que sin dudas, son parte del vacío existente mas allá de las fronteras terrestres, una antimateria que sostiene el equilibrio de la constante fluidez de energía en el Universo, cargas eléctricas invertidas que se destruyen a si mismo, liberando una especie de energía parecida a los rayos Gamma, (energía con menor longitud de onda comparada a los rayos X, pero con mas potencia).
El hecho que les voy a narrar, no está para nada alejado de las hipótesis del Doctor W. Quisley, presentadas hace mas de ochenta años, luego de haber yo desaparecido, una vez mas de la faz de la tierra.
Estaba preparando mi tesis en una de las habitaciones del Palacio de Hamilton, en Salt Lake City. Por fin había encontrado yo un lugar fiel a mis presunciones, Necesitaba mucha tranquilidad, me mantenía huraño elaborando una hipótesis para mi trabajo sobre las leyes de movimiento planetario, quería explicar el fenómeno ocurrido en la órbita de Plutón, que sufría desviaciones surgidas por ráfagas de gravedad, de acuerdo al acercamiento en etapas que Neptuno provocaba, sobre este y su satélite Caronte, y como se estaría alejando de la orbita solar dentro de La Vía Láctea, para perderse en miles de años al estado de reposo o movimiento uniforme en línea recta, sin que ninguna fuerza externa como la fricción o la gravedad le asignen un nuevo rumbo, Afirmando las leyes Newtonianas.
Tomaba café, extraviaba mi mente en letras y simbolismos, algebras y ecuaciones extensas, cuando el canturreo de la radio atrajo mi atención y todo el entorno se había iluminado con ciertas luces destellantes multicolores, el tiempo comenzó a extenderse junto con el entorno multicolor, advertí el flujo de dinámicos amuletos giratorios, vi la proximidad de cada una de las partículas del aire y se me congeló la sangre, absorto fui situando mi atención en las irradiaciones de un campo energético inexplorado en mi consciencia, velado por mi conocimiento.
-( A pesar de que la ciencia constantemente propone estas odiseas, la experiencia resulta a veces perturbadora, sin omitir aquellos que solo postulan teorías, números y resultados, aquellos que juegan a conjeturar la inmensidad del mismo Universo tendrían miedo si se perdiesen en él)-. El trance psicodélico había terminado con un colapso nervioso. No podía lograr equilibrio, el vértigo me llenaba de preguntas instantáneas. Si bien el aire estuvo por una mínima fracción de segundo resplandecido, había podido percibir la totalidad del vacío que las contenía sin tocarlo, millones y millones de puntadas conformaban el paisaje de mi entorno, cada unidad de materia desaparecía tras puntos y espacios tan pequeños y tan incontables, tan llenos y tan vacíos, que podía ver a través de ellos, el mismo vacío que los contenía. En primera instancia simulé, tonto de mí, haber sentido un agotamiento mental, complementado con una mala alimentación y como consecuencia inmediata, una disminución de mi presión sanguínea.
Durante toda esa noche no logré disuadir las preguntas naturales que mi mente se hacía. ¿Había podido percibir la energía tal como fluye, sin nuestras intermediarias sensaciones ordinarias?, ¿Había logrado evadir la efímera realidad que existía en ese tiempo y espacio, e internarme en otra aún más súbita pero quizá mas real? De pronto se había abierto para mí las puertas de la percepción, en un instante sin saber como, estuve suspendido en mi pequeño Universo mental.
El mediodía se presentaba caluroso, como un presagio, la tarde quemaba el pavimento. Tomé un taxi que estaba estacionado frente a las puertas del espléndido Palacio. El rostro del taxista me hizo recordar una película de Quentin Tarantino, pues, una enorme cicatriz fraccionaba su cara como una enorme red en una cancha de tenis. Sin perderme en el asombro, rápidamente pedí que se dirija hasta la 5ª Av., pasando la colosal estructura edificada en el siglo XIX, que funcionaba como biblioteca estatal. La ciudad se revelaba aburrida, ruidosa y con un toque de ordenada mugre sobre la acera. Pagué al hombre el viaje y me encontré frente a la morada de mi amigo el Doctor W. Quisley, a quien pasaré a llamar Wesley.
Lo encontré un tanto afligido, el acelerador de partículas sufría inconvenientes mecánicos por lo que su ensayo había tenido que ser cancelado, y reprogramado hacia finales del año. Su aspecto, a pesar de su descontento, manifestaba su extensa labor. Como buen científico, evidenciaba noches de vigilia y experimentos, falta de aseo y como perdido en una dimensión oculta, embriagado de tensión y paranoia. Sus palabras eran veloces y confusas, en un segundo logró decir lo que yo diría en una hora. Alegaba haber encontrado la manera de suspender la antimateria en su estado natural dentro de una esfera, y estudiado la composición atómica de esta. Logré entender que, el choque entre la materia y la antimateria en lugares con un campo magnético relativamente potenciado, evidenciaba la forma y la estructura de una dimensión experimental en donde el tiempo era capaz de extenderse y contraerse, donde el vacío era parte de la materia y de la antimateria a la vez, y todo, absolutamente todo era energía en diversos estados de desmaterialización completamente insospechados, destellos de partículas fluyendo dentro de esta extraña dimensión.
Su relato y toda su explicación científica me exhibía un mundo totalmente confuso y maravilloso. Se había extendido horas, yo solo me limitaba a escuchar y observar, sin cuestionamientos. Creía que Wesley podría ayudarme a entender lo que había atestiguado la noche anterior, y de alguna manera percibía todos sus avances como una pieza fundamental de comprensión sobre el funcionamiento de nuestra cognición.
Me dijo hipotéticamente que yo había tenido una experiencia reveladora, había logrado romper con mis esquemas mentales, y sumergido fugazmente, y suspendido por encima de la elasticidad del tiempo, como los antiguos brujos, dejando fluir a través de mis sentidos, una realidad heterogénea, materializada por mis sentidos, observando el curso de la energía creadora del Universo, estado al cual es posible llegar con la ingestión de ciertas plantas alucinógenas. Me dijo también que en esos segundos en que duró mi experiencia, había hecho trizas la dimensión ordinaria, me había convertido en un haz de luz, sin materia ni tiempo. En mis años como científico, las investigaciones Albert Einstein sobre la posibilidad de fluir a la velocidad de la luz, hicieron que despertaran el asombro sobre la eventualidad, incomprobable, de manifestarnos a dicha velocidad, la teoría carecía de contundencia, no nos era posible alcanzar dicha velocidad debido a una inestabilidad que se presenta sobre el volumen y la masa de la materia que alcanza el grado de luz, sin tener en cuenta el tiempo. A estas alturas creo que el viaje no nos es posible a través del cuerpo, pero ¿Es necesario nuestro cuerpo para viajar a través del infinito?, creo que hasta ese entonces no se había considerado a la mente como un medio capaz de transportarnos, no necesariamente de manera material, a la velocidad de la luz o quizá mas allá de ella.

Nota: Este cuento se dividirá en dos partes

G. F. Degraaff